Regina Salcedo viaja a Creta en su último poemario
La editorial Sloper publica el último libro de la escritora y guionista Regina Salcedo, «Viaje a Creta».

La laguna de Balos, playa de Creta.
Texto: Enrique Villagrasa
La escritora, guionista y coordinadora de talleres y clubs literarios Regina Salcedo (Pamplona, 1972) es la orfebre más destacada de la poesía española en su atrevimiento y juego con el lenguaje, sin lugar a dudas; pues hay que ver con qué cuidado, precisión y mimo trabaja sus poemas: ya lo vimos y la leímos en el excelente poemario Lo que dejamos fuera (Huerga y Fierro, 2020). Y hoy nos vuelve a sorprender con este Viaje a Creta (Sloper), que nos recuerda a aquel maravilloso Mapa de Grecia de Enrique Badosa, salvando todas las distancias que sean necesarias.
En esta poesía de hoy, Salcedo trabaja con inquietud y ritmo; hay enorme poderío de imágenes, magníficas citas de sus lecturas y narratividad lírica por doquier. A veces, la ansiedad y tal vez ese no saber qué: o miedo de no saber disfrutar de ese paisaje y no otro, nos lleva a exorcizar esa isla que andamos buscando unas y otros: y coincidimos en la necesidad de exorcizarnos en ella y con ella, la poeta, en esta su lectura diríase: <<…y por eso, quizás nada como las ruinas/ -floreciendo, quebrándose-/ para sentir el roce, la caricia ligera de lo que fluye/ eterno>>.
Tal vez, este poemario sea su desafío viajero: su ruta y camino existencial; y para ello se pertrecha con las más acertadas citas para ese disfrute o agonía; y además, el libro lleva consigo diversos códigos QR que, una vez abiertos, te llevan a lugares idílicos de Creta. La poeta lee en ciertos lugares y los poemas que antes había escrito: una gozada para los sentidos: ¡no lo duden, personas lectoras!: <<Una vez llegue a Creta, ¿podré apartarme a un lado/ y permitir que irrumpa?>>.
Viaje a Creta me ha hecho disfrutar del recorrido, a pesar de los turistas, del camino, del paisaje. Poemario escrito, con una sensibilidad lírica exquisita, también ironía; escrito en estado de gracia diríase, buscando la complicidad de la persona lectora y con sutiliza a raudales. Y planteando dilemas, muchos dilemas debidamente escrutados. Unos poemas que no renuncian a nada: tal vez, ahí está su secreto hechizador: una poesía que nos ayuda a confiar en nosotros: <<la realidad se excede y, de tan víscera,/ retumba como el eco de un rugido/ al borde del no ser>>.
Aunque, creo que Viaje a Creta es además un maravilloso puzle o mosaico, eso que los romanos llamaban opus tessellatum, donde la escritora encaja temas que son el pan nuestro de cada día: la búsqueda de la autenticidad en todo y en todos; y con la cámara en mano, la fotografía tan acertada de esos singulares paisajes, recorridos, lugares, senderos, en palabra escrita y leída, además de imágenes de video en los QR. Es sobre todo paisaje: isla y escritura. Y todo es memoria, mirada y lenguaje: también es el gozo de ser isla. Es además un grandísimo poema narrativo escrito en fragmentos con referencias a todo y a todos, desde las citas a las definiciones utilizadas de la mitología griega a Kant a Jorge Luis Borges, pasando por Walter Benjamín, Robin Myers, Eli Tolaretxipi, Menna Elfyn, W.S. Merwin, Rae Armantrout, Georges Perec, Marília Garcia, Apolonio de Rodas, Pascal Quignard, Elizabeth Bishop, Pilar Adón, Mario Levrero, Anne Carson y Jacques Derrida. ¡Ahí es nada!
Y, por mucho que Regina Salcedo nos enfrente a nuestros dilemas, también a los propios del ser y existir o tal vez por eso es un poemario de justa y necesaria lectura: <<Deseo olfatear, estirados los dedos,/ prendidos por el fuego de su brújula interna./ Y antes que olfatear: levantar la quijada, ensanchar el hocico>>. Así pues, enjundia, belleza y calidad en este potente poemario de Regina Salcedo es lo que encontrará la persona lectora que abra una de estas setenta páginas que configuran Viaje a Creta.
<<La poesía es el espacio que hay entre dos realidades>>
Anne Carson
Ensayo nº3
Mientras el sol revienta como fruta pisada,
salpica el horizonte con fucsias y naranjas,
fermenta los azules de las peñas,
Lagun,
ovillado a mi lado en el banco de piedra,
contempla hipnotizado
el metrónomo lento de su cola.
Le digo: Mira, tonto, qué maravilla.
Y le levanto el morro para enfrentarlo al cielo.
Enseguida me gruñe suavemente
y regresa a lo suyo.
Le acaricio el mentón, sobrecogida,
del todo desarmada
por este nuevo ocaso prodigioso
en un día hasta ahora tan hormiga,
tan grano indistinguible,
a la puerta de casa…
[Ensayo #3: ¿Fallido?]