Gerardo Diego, música con las palabras
Papeles mínimos publica el poemario «Manuel de espumas» del escritor cántabro Gerardo Diego.
Texto: Enrique VILLAGRASA
Qué sería de la poesía española sin el interesante y entusiasta poemario Manual de espumas (Cuadernos Literarios, 1924) de Gerardo Diego (Santander, 1896-Madrid, 1987) y que hoy leemos en casi facsímil publicado por Papeles mínimos ediciones y la Fundación Gerardo Diego, de la mano de Juan Marqués, de cuya edición, prólogo y notas se ha hecho cargo: no dejen de leerlo, es pedagógico e inteligente, emociona. El volumen de 128 páginas cuenta con un notable apartado de iconografía de y sobre el poeta Gerardo Diego. Y sí, Gerardo Diego es el reconocido diseñador, compilador y autor de la más que famosa Antología poética en honor de Góngora (1627-1927) (Revista de Occidente, Gráficas Modernas, Madrid, 1927); de la antología Poesía española. Antología 1915-1931(1932); y del reconocido soneto El ciprés de Silos. Nuestro Gerardo Diego es la piedra angular y gozne de la poesía española del siglo pasado. ¡No lo duden!
Y Manual de espumas es sin duda el mejor libro y el más vanguardista de Gerardo Diego, donde alardea y se divierte e ironiza con esa facilidad de la rima y del ritmo, de la música de las palabras, logrando obtener del lenguaje destellos maravillosos: “Sin mirar el reloj pernocta el gallo/ y las estrellas tristes contemplan al caballo”. Creo, pues, que este poemario da cumplida cuenta de la mayoría de las innovaciones del vanguardismo literario, como es el verso libre, el encadenamiento de los tropos y la significativa ausencia de puntuación. Y esta es una poesía inteligente del gran Gerardo Diego, quien nos trasmite una gran emoción y a mi parecer, es una poesía muy humanizada, no tan experimental acaso. Es, no cabe duda, una poesía idílica, profunda, escrita por un joven poeta que hace vibrar lo lúdico y lo lúcido, vitalidad e ingenuidad, fruto de un desengaño amargo, tal vez, o de una felicidad trágica, o de cómo fue y vio él el mundo en el que vivió: “Vedme aquí caminando sobre mi propio verso/ como el barco en la tarde/ que deja sobre el mar un reguero de sangre”.
Da la sensación cuando lees este Manual de espumas, que al poeta no le cuesta trabajo escribir y es que trasmite ingenuidad en el mirar y una gran y ágil tensión en el superlativo juego poético, que hace nuestras delicias lectoras: “Es el verso sin humo/ o el mar que se inaugura”. ¡Ahí es nada! Es que derrocha entusiasmo y está inspiradísimo. Es un libro redondo, desde el primer poema que abre el libro, Primavera, donde “Los días niños cantan en mi ventana”, hasta el último poema del libro: Espectáculo, donde “La música dirige el concilio de dioses”.
Parece ser y así lo cuentan que en la escritura de este libro influyó, además del anhelo rupturista, un viaje a París, al que fue invitado por el gran poeta también Vicente Huidobro, y allí tuvo Diego la ocasión de conocer a vanguardistas de tomo y lomo, y tuvo la oportunidad de hablar con los cubistas Juan Gris o María Blanchard. Y, para terminar, declarar que estoy totalmente de acuerdo con Marqués, y sin que sirva de precedente, claro, cuando asegura que: “Y no fue tanto la vanguardia como es la propia poesía la que salió reforzada con el nacimiento de este libro, diminuto y eterno: “Diríase que el sol/ se ha burlado del parque”.
NOCTURNO
A Manuel Machado
Están todas
También las que se encienden en las noches de moda
Nace del cielo tanto humo
que ha oxidado mis ojos
Son sensibles al tacto las estrellas
No sé escribir a máquina sin ellas
Ellas lo saben todo
Graduar el mar febril
y refrescar mi sangre con su nieve infantil
La noche ha abierto el piano
y yo las digo adiós con la mano