Rrabia y rriesgo en la escritura del poeta Giovanni Collazos

Giovanni Collazos publica su nuevo poemario, «Rropas» (La Garúa), donde rompe con las reglas gramaticales y la reasignación semántica.

 

Texto:  Óscar AYALA  Foto: Paloma SAINZ

 

Hay dos clases de poetas sobresalientes: los que pertenecen a una rara estirpe bendecida o maldita con la palabra, por un lado, y los que han aprendido a fuerza de lecturas y escritura la magia del verso por otro. Vallejo frente a Neruda, por ejemplo. Lorca frente a Dámaso, Rimbaud frente a Mallarmé. Pues bien, Giovanni Collazos (Lima, 1977) es un claro ejemplo de los primeros. Cualquiera de sus versos tomado al azar atesora ese ADN característico de los que no pueden ser otra cosa que poetas.

 Rropas (La Garúa, 2021) es el título de su nuevo poemario. Ropa como metáfora de lo que envuelve al hombre, de lo que aparentemente incluso lo construye pero que no es sino falseamiento, cuando no aislamiento, de su verdadera identidad. Exactamente igual que el lenguaje. El lenguaje, como el ropaje, disfrazan al hombre de varón, de amante, de integrante de una nación o raza y hasta de proletario o esclavo (estas son las cuatro partes del poemario: «Destejer varón», «Desprenderse textil», «Vestidura frontera» y «Ropaje social su tejido despojo»). Por ello, Collazos se despoja con rabia de las reglas del idioma («Suficiente impuesto el idioma / tu gramática sangre derramó), como si lo hiciera de las convenciones del vestido, para aparecer desnudo, que no desarmado, frente al lector. La ruptura de las reglas gramaticales y la reasignación semántica resultante constituyen su estrategia para presentarnos al hombre tal como es, sin equipajes culturales, económicos, históricos o de cualquier otro tipo. Hay que amar mucho el idioma para confiar en que, como consecuencia de tamañas agresiones, no se revolverá o se desplomará sobre el poeta. Si el lenguaje construye al hombre, en esa concepción heideggeriana ya asumida, la deconstrucción del lenguaje supone la deconstrucción del hombre y, por lo tanto, otorga la posibilidad de una reconstrucción más justa y feliz.

Nace Rropas inmediatamente después de la publicación de Voces de un cuerpo (Cartonera del Escorpión Azul, 2020), y no parece casual. El cuerpo es lo único que queda del hombre, un cuerpo atrapado en los ropajes que lo convierten en varón («no será fluvial tu cuerpo»), amante, migrante o  trabajador («proletario cuerpo alquiler o venta eficacia nos mutilan») y que necesita ser reescrito. Con rebeldía extrema lo hace (baste comprobar la ortografía de «rropas» u «omvre», o la permanente dislocación sintáctica) y reclama Collazos espacio y raíz para su cuerpo desnudo mestizo, tan consciente y orgulloso de serlo como firme en su posición contra cualquier tipo de dominación, sea racial, económica o lingüística («apunta la cien», dice). Y es que, en ese sentido, el proyecto poético de Collazos es un proyecto político y social coherente, consciente y concreto. A diferencia de la mayoría de los representantes de la llamada poesía de la conciencia crítica, no rebaja el lenguaje a la categoría de herramienta, sino que lo elige como campo de la batalla definitiva. Por supuesto, corre el riesgo de ver cómo muchos de sus correligionarios huirán al pasmarse ante el tremendo efectismo formal de su propuesta. Ahí está el mérito y la prueba de su coraje poético: lo comprobamos cuando vemos en pie a Collazos, en medio de la lucha, gritando, desgañitándose, «sin saber expresar el aliento / descubrir centrífuga manera de muerte / estridente forma de existir».

Giovanni Collazos es una voz que hay que seguir, porque, sobre todo con sus dos últimos libros, ha comenzado a pisar con firmeza sobre un terreno poético muy apetecible, casi tanto como arriesgado. Hoy podemos afirmar que con su palabra se ha ganado la ciudadanía que tanto se le ha resistido en otros ámbitos. Bienvenido a la poesía, Giovanni Collazos: «no ser / no irse / no quedarse / lugar de quién eres / del poema / y los años permanentes en la hendidura rabia».

 

Wayruro

Psique fermento bípedo del fulgor

ese alumbramiento a la noscuridad

desnuda flujo semejante al grito

para qué alma si esclavo río los peces

me toco deglución remendado a volver guitarra

salirse

y ser

rostro

animalidad

aquel hombre aluvional fundamento pueblo

huésped

cobre

en los riñones

las semillas en compendio

desintegrado crepita la duda hasta dónde

nosotros la ausencia por sueldo para comer.