Gabi Martínez y Vanesa Freixa, unidos por las ovejas y la Liternatura

Librújula organiza el encuentro entre los escritores Gabi Martínez y Vanesa Freixa quienes, con sus obras «Delta» y «Ruralisme», nos invitan a repensar nuestra relación con la creación y la naturaleza; el próximo martes 28 de noviembre en la Librería 8 y Medio de Madrid.

Texto: Milo J. Krmpotic Fotos y Texto: Gabi Martínez

 

Parafraseando la simpática y popular canción de Astrud, podríamos decir que hay un hombre en España que no deja de viajar y de contar lo que se encuentra. Ese hombre es Gabi Martínez (Barcelona, 1977), punta de lanza de nuestra Liternatura, que desde sus inicios plasmó en su obra su curiosidad por otros lugares y al paso del tiempo centró su mirada en la naturaleza, en los pequeños animales, en los que pronto desaparecerán o, incluso, en los que no se ven. Su pulsión por contar mundos que se extinguen o están en peligro le ha llevado a las montañas de Hindú Kush en Pakistán, a la barrera coral de Australia, al interior de China, Timanfaya, a la Siberia extremeña… y ahora, al Delta del Ebro.

En Delta (Seix Barral / Ara Llibres), relata el año que pasó en una cabaña condenada al desastre, allí donde desemboca el Ebro. Además de documento sobre una estancia, además de denuncia sobre una situación, Delta es una apuesta que lleva al género de la Liternatura de este país a su mayoría de edad estilística

A estas alturas del partido, Gabi Martínez tiene una presencia y un nombre tales en el escenario de la Liternatura patria que bien podría haberse puesto estupendo y dar inicio a esta obra con un remedo de las célebres líneas de Henry David Thoreau: “Fui al Delta porque quería vivir deliberadamente, solo para hacer frente a los hechos esenciales de la vida, y ver si no podía aprender lo que tenía que enseñar, y no descubrir al morir que no había vivido”. Al igual que Thoreau, Martínez se estableció en una especie de cabaña, pero esta ya estaba allí, no tuvo que construirla con sus propias manos. A diferencia de Thoreau, la huida de Martínez duró “solo” un año, no los famosos dos años y dos meses y dos días, si bien es cierto que, al ponerla por escrito en su Walden, Thoreau estructuró la narración a partir de las cuatro estaciones de una sola vuelta al sol. Al igual que Thoreau, de nuevo, Martínez reivindica la naturaleza frente a los excesos de la civilización, pero el objetivo aquí no es tanto demostrar que aún sea posible vivir de ella como denunciar su desaparición inminente. Y a diferencia de Thoreau, una vez más, la muerte renunciará a su carácter lírico-simbólico para acabar teniendo una presencia manifiesta y dolorosa. Si los colores del Delta le habían remitido a la paleta de su padre, pintor de brocha gorda que no obstante dio salida a sus ansiedades artísticas a través de las tonalidades con las que trabajaba; si la presencia constante del mar le había llevado a pensar que ese era el escenario que más identificaba en la relación con su progenitor, la muerte de este hará que su sombra acabe de adueñarse del libro. Y llevará a que Delta establezca una relación dual y directa con Un cambio de verdad, título anterior en el que Martínez se fue a ejercer de pastor de ovejas a la Siberia extremeña para conocer la forma en que había transcurrido la infancia de su madre.

 

Vanesa Freixa

“Ahora soy una persona rural que inicia un proceso irreversible de asalvajamiento”, dice Vanesa Freixa (Rialp, 1977)  al final de Ruralisme, el libro donde explica por qué desde hace tres lustros cultiva la tierra mientras cuida de siete ovejas, y reconoce que buena parte de su fuerza proviene de la época en la que se apartó del mundo que hoy defiende.

Vanesa, la hija de casa el Ros, creció en el Pirineo ilerdense intuyendo, como muchos de sus vecinos, que vivir en el campo implicaba renunciar a no sabía qué, pero renunciar a algo que se adivinaba mejor y estaba en las ciudades rebosantes, decían, de oportunidades y emociones insólitas. En cuanto pudo, se fue a Barcelona.

Estudió Bellas Artes. Luego viajó con una especie de Erasmus a Estados Unidos. Trabajó en el área de Cultura del ayuntamiento de Granollers. Optó a la alcaldía de Rialp… pero algo no acababa de encajar. Al descubrir a unos chavales cultivando las tierras que ella había dejado atrás sintió que entendía algunas cosas, a sus padres, el huerto… y se preguntó por qué no. Tenía 30 años.

Se mudó a Caregue, un pueblo de quince habitantes, donde empezó a cultivar desastrosamente hasta aprender. Cinco años después se mudó con Pere, su pareja, a Olp: treinta vecinos. Otros cinco años y, sin consultar a Pere ni a su familia, compró una borda, una de esas antiguas casas de montaña que se usaban como almacén o para res – guardar ganado, y se instaló junto al bosque donde los cerezos mezclaban con álamos, arces, robles y alguna encina. Pese a las reticencias, Pere aceptó acompañarla.

Mientras comía los tomates y zanahorias plantados por ella misma, recordó que, al jubilarse, su padre había tenido un pequeño rebaño de ovejas. Un día se escapó una. “¡Vanesaaa, ayúdame a cogerla!”. Vanesa se escondió dispuesta a esquivar aquel legado de “ovejas, huerto, perro y padrina”. Su padre murió poco después. En la borda, el recuerdo emergió con una potencia tan enorme que la impulsó a juntar a las siete ovejas que la han convertido en pastora.

Se entregó a la vida rural a la vez que leía —seguía leyendo — a Robin Wall Kimmerer, Joanna Pocock o Wendell Berry y confiaba en las directrices del movimiento Colibris, fundado por el filósofo payés Pierre Rabhi, que llama a la insurrección civil denunciando el mito del crecimiento infinito y el consumo excesivo. Con mimbres de ese estilo, ha ido tejiendo un poderoso pensamiento encaminado a reforzar la autoestima rural, igual montando una escuela de pastores que escribiendo artículos o libros que evidencian cómo la desintegración de la payesía derrumba a las comunidades. No duda que las grandes corporaciones van a por el payés, el último núcleo que resiste a sus ansiosas dinámicas productivas, el único capaz de no depender de otros gracias a la soberanía alimentaria, y por eso Vanesa lucha para rescatar al payés, a la payesa que llevamos dentro. Recurriendo todo el tiempo al plural: nosotras. Convencida de que el rol clave de la mujer y el asociacionismo van a determinar el ruralismo futuro