Un póker de poetas para el otoño: Antón Lopo, María Sánchez, Mónica Picorel y Gsús Bonilla

Lopo, Sánchez, Picorel y Bonilla son poetas que se podrían insertar en lo que podríamos llamar inteligente poesía ecoemocional, pues emocionan y apuestan por la vida, por una existencia justa y necesaria con y por la Naturaleza y con y por la otredad. Además me gusta que dejen abiertos los poemas y busquen la complicidad de las personas lectoras. Escriben poemas líricos redondos, cerrados y perfectos. Y creo que les gusta caminar descalzos y marcar el ritmo de la escritura con sus pasos.

Texto: Enrique Villagrasa

 

Papeles mínimos ediciones publica en edición bilingüe castellano gallego el premiado y reconocido Diarios [1] Azul Monforte del polifacético Antón Lopo (Monforte de Lemos, 1961). Todo un acierto ese azul, pues igual que al yo poético del autor: “me atrapó/ la libertad salvaje del caos”. No me extraña que le hayan concedido recientemente el Premio de la Crítica de poesía gallega 2024 y otros. Creo que esta es una escritura del yo ignorado que se descubre a sí mismo y se hace otro en el acto del lenguaje con el azul. Pues poetizar, escribir poesía/diario, es una aventura de ese otro que resuelve su deseo en y con la dialéctica espiritual y material de los tropos y los mitos, diríase. Poesía es, no me cabe duda, mirada, memoria y lenguaje: “Si aún hay vida, hay también dolor y sufrimiento,/ amor y miedo, perplejidad y revelación”. La traducción del libro, del gallego al castellano, la ha llevado a cabo, extraordinariamente, el poeta Ismael Ramos, con anexo del poemario en gallego, para mayor goce de la lectura.

 

La Bella Varsovia-Anagrama publica Fuego la sed de María Sánchez (Córdoba, 1989), veterinaria y poeta, quien me ha recordado a otro poeta cordobés, Manuel Álvarez Ortega (Córdoba, 1923-Madrid, 2014), también veterinario y poeta, y ambos, son de justa y necesaria lectura. En este caso, María Sánchez ya marca objetivo con estos versos “abril para el poeta/ era el animal más cruel”, que nos lleva a T.S. Eliot (188-1965), otro apasionado denunciante de hacia dónde vamos, al no cuidar y mimar a la naturaleza como se debe, y más en su reconocido La tierra baldía. Me encanta la poesía de Sánchez pues ella en sí es un juego apasionado de lecturas y signos: “y los enfermos besaban las crías de las golondrinas/ para despertar de la ceguera”. La poesía de María ordena la realidad de la existencia, tiende puentes a través de la palabra, se sirve de sus versos, abiertos: sin puntos ni comas, para dar cuenta del prodigio de la naturaleza, de la vida: pues “la flecha que nos hirió/ la dejamos aquí/ en el poema”.

 

Baile del Sol publica Vida secreta de nuestros animales de Mónica Picorel (Bilbao, 1970), con prólogo muy interesante de Misael Ruiz y certeras palabras de Fer Gutiérrez. La poesía de Picorel, en este contexto de la vida que pergeña: “y me resisto a este paisaje para escorpiones desde el que me nombras”, es un retrato poetizado del universo diríase. Le sirve para explicarnos el mundo y abatir la angustia, (no)nombra la fortuna y poetiza el drama cotidiano con el fin de encontrar un hecho, un qué que lo resuelva: “lleva el corazón de un tigre en la mano”. La poeta se enfrenta a todo y todos con el único útil que tiene a su alcance para enfrentarse al asombro. Tiene un conocimiento que civiliza. Su poesía es hechizante, mágica, sabiendo que la magia tiene truco: “Recuerdo el luto de tu boca/ presagio de oración sin templo”. La poeta entabla un diálogo con la naturaleza y nos trasmite su experiencia poética sobre la realidad, como no puede ser de otra manera: “porque la sangre memoriza el vacío de la carne/ y tú te llamas tierra en mí”.

 

Y también Baile del Sol publica Follar [La negligencia del jardinero] -Cuadernos de un ecosicario III- del jardinero y poeta Gsús Bonilla (Don Benito, Badajoz, 1971) es la memoria impenitente de una actitud vital, una inteligencia ecoemocional clara, con una apuesta por el medioambiente, por la Naturaleza y por las personas. Objetivos claros de la poesía de este hombre comprometido y testigo de esta existencia en crisis total que nos ha tocado en suerte vivir: “en cada primavera/ hago crecer piedras en un cultivar oscuro”. Pero un poeta con una poesía de esperanza pues él siempre esta “camino de la tierra/ para principiar de nuevo”. Aun sabiendo que nuestro comportamiento con la Tierra deja mucho que desear, esa naturaleza que nos acoge y alimenta. Así es la poesía de este poemario, ella nos acoge y alimenta, personas lectoras. Advierto de que hay poemas duros, que dan cuenta de aquellos individuos malos y les dice las cosas como son, con tropos y sin ellos contra: “el que enturbia con su lamento de barro los cielos claros”.