“Tiempo de prodigios”: el mundo morisco al descubierto
Simeón Martín publica su segunda novela, una historia ambientada en el siglo XVI en Burbáguena, municipio de Teruel.
Texto: Enrique VILLAGRASA
De todas las personas lectoras es sabido que con la novela histórica hemos visitado y visitamos épocas y lugares y hemos conocido a personajes y su vida corriente y no tan corriente de otras culturas, lejanas y cercanas, ya que no es posible hacerlo de otra forma hoy por hoy, por más inteligencia artificial que haya y aunque la máquina del tiempo esté a la vuelta de la esquina no la necesitamos aún. La novela histórica nos ha dado y nos da acceso directo a las vidas pasada, enganchados en la lectura de una o varias tramas. Estas novelas nos hacen tomar conciencia de ese tiempo histórico, de cómo cambia todo, santa Inquisición mediante, y cómo tras la lectura nos relacionamos con ese pasado.
Tiempo de prodigios, de Simeón Martín Rubio (Burbáguena, Teruel, 1946), publicada por la editorial Comuniter, es una de estas novelas a las que hacemos mención y también es una de las más entretenidas que he leído hasta la fecha ambientada en la segunda década del siglo XVI hasta el final, desde 1526 a 1599, que narra la vida de una familia de burbagueneros de pro, los Ramírez, que ejercían de médicos curando con hierbas y narraciones orales sobre las andanzas de los caballeros de Aragón y Castilla.
Martín Rubio ha construido una obra con perspectiva, estéticamente ordenada de situaciones documentales muy bien desarrolladas, que divide en nueve capítulos con una carta al inicio y otra al final destinadas a Cervantes y un prólogo donde se explica el porqué de esta historia: “Entiendes, además, que las historias del pasado suponen las explicaciones del presente”.
Narración que expone, se pregunta y pregunta si el hombre porque salga de su casa sale de sí mismo y si nuestra meta es salir, para regresar. La persona lectora se sentirá interpelada existencialmente por el primer protagonista Juan de Luna, médico burbaguenero, y por su nieto Román Ramírez, también médico nacido en Deza y criado en Burbáguena desde su infancia, con su abuelo, segundo protagonista, quienes viven sus aventuras vitales en pleno siglo XVI, en la España de los cristianos viejos, siendo ellos moriscos.
Uno termina de leer estas aventuras, en las que todo el mundo quiere, busca y persigue algo y piensas que por fin se regresa a la novela y uno se puede olvidar de los diarios y dietarios de turno, que bajo el nombre de novela no son nada más que un culto descarado al yo y su marca. Creo que esta maravilla de Tiempo de prodigios es un homenaje a la España morisca de aquel entonces. A su cultura, al amor, al gozo y la fiesta, a la vida, a las ciencias y las artes, las religiones y sus (sin)razones.
Así pues, el autor valiéndose de las características propias de la novela, crónica, relato y alegoría narra las actividades de la familia Ramírez, o sea sus penas y angustias, aficiones y congojas, preocupaciones y tristezas, inquietudes y desventuras; pero, sobre todo cuenta sus aventuras en días de gozo y bienestar al lado de sus nobles señores y de sus amores. Y, si de por sí esta ya es una apasionante trama, con un orden perfecto narrativo, en ella debe destacarse la admirable reconstrucción de una época especialmente conflictiva, reconstrucción que no se detiene en lo exterior, sino que ahonda en las formas del pensar y sentir del XVI, desde el punto de vista morisco. Esa esencial óptica culta, oral y memorialista.
Es una novela, que emerge ágil y equilibrada, que atrae desde el principio y pocas parecen las 376 páginas que tiene. Narración para lectores curiosos de aquellos históricos tiempos pasados nuestros, hayan nacido o no en Burbáguena, mejor si han corrido sus calles y sus barrios, pues pienso que son necesarias estas lecciones de (in)tolerancia, que en la novela anidan, pues la narración discurre paralela a las vicisitudes de los moriscos en esta España de la Inquisición. Cabe pensar que, si los moriscos añoraban aquellos tiempos suyos mudéjares, aquella época de convivencia con los cristianos viejos se quebró por aquellas decisiones centralistas del reino de España.
Simeón Martín Rubio es licenciado en Filología Románica por la Universidad de Zaragoza. Fue profesor de Secundaria en los institutos Goya, de Zaragoza; Juan de Lanuza, de Borja; y Avempace de Zaragoza, donde creó y dirigió grupos de teatro escolar. Ha escrito y publicado novelas como Pintan bastos (Ámbito literario, 1980); libros de poemas como El aire de un momento (Bóveda, 1982) y Cabos sueltos (en prensa); y antologías literarias como Paseo Literario: antología de textos aragoneses (Gobierno de Aragón, 2002), con Ángel Longás. Es asimismo autor de numerosos y diversos artículos literarios y de actualidad.
Escribir, por último, que esta novela es pues la obra maestra, erudición por doquier, que conquistará a las personas lectoras, y es además un buen regalo que su cerebro agradecerá. Creo que Simeón Martín Rubio ha hecho la mejor promoción de Burbáguena y su paisanaje con esta novela, y estoy seguro de que tanto Chrêtien de Troyes como Jean Frissart, Umberto Eco y Néstor Luján estarían encantados con ella. ¡No dejen de leerla!