Poesía para este verano

Los libros son también para el verano de playa o de montaña, o de ciudad o de pueblo. Y para que tengan un buen listado para elegir he preparado esta propuesta.

Texto: Enrique VILLAGRASA

 

Este tiempo nos trae la poesía de Josefina Aguilar Recuenco (Almería, 1971) con el título Aubade (Huerga y Fierro), su quinto poemario; Otro amor (Siltolá) de Elena Feliu Arquiola (Valencia,1974), su quinto poemario; y Por la acera del viento (Cántico) de Marisa Calero (Azuaga, Badajoz), su primer poemario. Tres poemarios que son para todas las personas lectoras de poesía todo un acontecimiento: todo un amanecer, como una canción de amor por la mañana: son la ventana de las poetas y su quehacer demiurgo: son la puerta de las personas lectoras y sus libros: búsqueda arriesgada de llegar y entrar en ese espacio velado: ese espacio de lo casi imposible. Llega el verano: despertad, ya que para muchos ese es el espacio de lo indecible hasta que no se ve reflejado en el poema: “un hundimiento tiene que lograr recordar/ el nombre de la tormenta que lo amó”. Aguilar dixit.

Y al igual que Aubade amanece Otro amor y Por la acera del viento. Y es que los amores y vientos de verano, que siempre soplan de sur a norte y van cargados de lluvias,  son de lo más que nos ha podido pasar en nuestras vidas: unos se van y otros vienen, como las tormentas. Y, casi siempre, llegamos al poema, buscando esa iluminación, esa revelación, ese relámpago, ese rayo, que nos ayude a sobrevivir, en esta tragicomedia que nos ha tocado en suerte; pero, estas revelaciones no son la mayoría de las veces sobre lo inaudito, sino sobre lo que está a nuestro alrededor, lo que conocemos bien.

Las tres poetas, Aguilar, Feliu y Calero, iluminan lo que sienten y sufren, pero y ahí está lo bueno, nadie sabe que lo siente ni lo sufre hasta que consigue expresarlo en el poema escrito, en y con ese carismático lenguaje. Las poetas no temen al verso. Son el verso mismo, como Calero: “travestida de olvido/ por la acera del viento”. Así pues, urge la necesidad de poemas como los de estas poetas: a la vez que nos piden un planteamiento poético de la realidad: en busca de esos no sé qué que nos dejan balbuciendo y que como escribe Feliu: “Solo puede hilvanarlos la escritura”.

También, la poeta, aforista e investigadora mexicana, Sihara Nuño nos presenta Craneal (Páramo), con inteligente epílogo de Aitor Francos, quien apunta que “Craneal es un pulso al lenguaje, cuando quizás más creíamos que lo teníamos dominado”, en este devenir telúrico del silencio. Nuño es una poeta de un gran poderío lírico, enjundia en sus poemas, calidad y belleza: “Hueles el hielo y te corta el filo de su fisura”. Además, en el panorama poético último tenemos las apuestas líricas de Cristina María Penalva Pastor con su poemario La palabra invisible (La Palma): “Con el placer del duelo al que jugamos/ Con la sencillez de lo secreto”; la de Raquel Calué con Mis días solo son porque están desordenados (Autopublicado), donde sorprende con versos como estos: “Me falta el aire y el tiempo,/ y me sobran las sombras”; y Presentación Pérez González (Villanueva de los Infantes, Ciudad Real) con su libro Perfiles, reflexiones y miradas [… para nosotros] (HOAC), con prólogo de Pilar Serrano de Menchén. Este poemario da cuenta de que: “Ha llovido con la fuerza del rayo/ y un relámpago descubrió mis miedos:/ un oráculo brota en la garganta del asombro”.

Y cuatro joyas poéticas: La deriva de Teresa León Amo (Baena, Córdoba, 1967-Tarragona, 2022), con un interesante y acertado prólogo de Gonzalo Hermo e imágenes inquietantes de Clàudia Gómez Martí. Poemas en catalán y castellano que dan la talla de esta poeta, apasionada del lenguaje y de la literatura: “Con dificultad escalo peldaños desconocidos./ Una sabiduría profunda me dice que escoja mi camino”, que me recuerda aquel famoso poema de Robert Frost: El camino no elegido. La magnífica traducción de la Poesía reunida (Linteo) de Kathleen Raine (Essex, 1908-Londres, 2003), con introducción de José Luis Rey. Más de 400 páginas de brillante poesía: “que en el sol de la aurora tiene un leal amigo”. También el poemario, que recoge su poesía, Lo que no está en los diarios (Papeles mínimos), de Christa Wolf (Polonia, 1929-Berlín, 2011), con traducción y notas de Virginia Maza y posfacio de Gerhard Wolf. Poeta brillante: “Eres tú/ dice la muerte bajito/ y me acaricia con dulzura”. Y Pájaro de tormenta (El ciclo de la rabia 2001-2007) (Hiperión), de Vanesa Pérez-Sauquillo (Madrid, 1978), con inteligente, a la vez que exquisito, prólogo de Luis Bagué Quílez: “Y Vanesa Pérez-Sauquillo ha aprendido a volar con las palabras-pájaro y a domesticar las palabras-tormenta”. No seré yo quien le quite la razón. Y la poeta nos señala, en su último verso, a las personas lectoras que: “tal vez/ encontrará por fin dónde quedarse”. Y qué mejor que en y con la poesía de Pérez-Sauquillo.

Por otra parte, también es cierto que entre los poetas destacan, tras la resaca de la Feria de libro de Madrid, Giovanni Collazos (Lima, 1977, residente en Madrid desde 1999). Poeta que nos anima en su excelente poemario Sistema de castas (Huerga y Fierro) a “crear otra realidad frutos de mareas charcas contra la muerte”. Asimismo, Juan Manuel Uría (Errenteria, 1976) publica La belleza fragmentada (Luces de Gálibo), con frontispicio de Antonio Gamoneda, donde nos sorprende con versos de esta talla: “la era donde el tiempo tiñe las pestañas canas”. Y tres poemarios de tres interesantes poetas aragoneses: Evitar la niebla de Fernando Sanmartín (Zaragoza, 1959). Donde nos habla de que: “Quiero marcharme./ La inocencia es efímera”. Miguel Ángel Longás (Ejea de los Caballeros, Zaragoza, 1968) con La canción lógica (Los libros del gato negro), donde cuenta y canta: “El movimiento lento que ha de tener la vida”. Y Jesús Soria Caro (Zaragoza, 1977) con The End (Interludio) (Los libros del gato negro), con prefacio de Alfredo Moreno y epílogo de Alfredo Saldaña. Poemario en el que con su saber utiliza, sigue utilizando, el cine como metáfora de la vida y su proyección: “el cielo árido sobre la cosecha y las almas”.

Y por último dos poemarios y un ensayo sobre poesía, que sí, también estos son para el verano, donde se supone que tenemos más tiempo: Nuestras sombras en el jardín de Serralves (Bartleby), en edición bilingüe con versión al castellano del autor y elocuentes palabras de Antón Castro, de este hijo de emigrantes gallegos Xoán Abeleira (Maracay, Venezuela, 1963) donde da cuenta de la existencia tal cual es, sin zarandajas: “El carpintero de mi aldea hizo su propio ataúd después de separase, al cumplir los cuarenta”. Calidad y belleza poética por doquier, al igual que en Demonios (Sloper), de Ben Clark (Ibiza, 1984), que lleva ya su tercera edición: “¿cómo podemos darnos amor sin darnos miedo?” Y el premiado Contra los influencers. Corporativización tecnológica y modernización fallida (o sobre el futuro de la ciudad letrada) (Pre-textos) del poeta y ensayista hispanoperuano Martín Rodríguez-Gaona, de justa y necesaria lectura. Este admirable ensayo de 474 páginas concluye afirmando que: “La dinamización y la democratización de la ciudad letrada en el siglo XXI depede en gran medida de una autogestión que reivindique procesos y vías alternativas (en la línea de las publicaciones samizdat y el do it yourself): poetizar lo artesanal como Warhol poetizó la producción en serie”. A mí me han parecido muy interesantes y refrescantes el capítulo II: Barroco, culturalismo y abismo metafísico: constantes y mutaciones de la poesía española y el capítulo III: En los márgenes de la ciudad letrada. Inteligencia y calidad a raudales. No se lo pierdan.

¡Por favor, no dejen de leer en verano, su cerebro también se lo agradecerá y les facilitará las cosas en sus relaciones, sin lugar a dudas!