Diez libros de poemas para esta primavera

La poesía tradicional y no tanto conquistará esta primavera, que se ha iniciado con frío: el poema, como las flores, renace con formas conocidas y originales. Poetas para todos los gustos en este abril de metáforas mil. No todos los abriles tienen que ser crueles.

 Texto: Enrique VILLAGRASA

 

Hoja al viento. Antología poética (Tresmolins) de Mascha Kaléko (Chrzanów, 1907-Zúrich, 1975), en edición bilingüe: alemán-español, con traducción de Helena Cortés Gabaudan. Esta sabia apuesta poética es posiblemente la mejor forma de conocer la poesía sencilla, justa y necesaria, llena de humor e ironía, de esta gran poeta judía, perseguida por el nazismo: “Con mi callada compañera de equipaje:/ La soledad”.

Seis poemas galegos / Seis poemas gallegos (Chan da Pólvora), de García Lorca (Granada, 1989-1936), en edición crítica bilingüe, a cargo de X. Luis Cochon Touriño y M. González González. Excelente publicación didáctica que llegará y de qué manera a todas las personas interesadas en la no tan conocida poesía gallego-lorquiana, con el texto original de 1935: “Mira la lluvia en la calle,/ queja de piedra y cristal”.

Atisbos (Huerga y Fierro) de Marga Clark (Madrid, 1944), en edición bilingüe, cuya traducción al inglés es de Steve Clark. Poesía que nos ilumina sobre las grandes preguntas de nuestra existencia, indagando siempre hasta el último porqué: esencia y enjundia por doquier. Realidad e imaginación se dan la mano en estos poemas tan y tan visibles, que abrazan: “Soy una gota de lluvia/ que humedece tus recuerdos”.

El siglo transparente (Antología poética 1974-2020) (Alhulia) de Antonio Enrique (Granda, 1953). Poesía de la contemplación y de la memoria diríase. Atenta y consciente siempre del valor del silencio que pregunta, que descubre. Leer a este poeta es gozar con el enorme conocimiento que se nos abre con sus versos, en ellos late toda nuestra vida: “Me sobra la esperanza/ en tanto que el dolor se extingue”.

Cazadores de icebergs (Salto de página) de Alejandro Céspedes (Gijón, 1958) son textos líricos de un poeta de los de verdad, que ha sido capaz de escribir poemas llenos de emociones, donde el acontecer diario de nuestras vidas tiene un ritmo a veces absurdo. Solo hace falta pensar un poco. Y lo que me sorprende de esta existencia de lecturas es encontrar libros como este: “aquí a mi lado el aire que respiras…”

Derbi (Ondina) de Elías Gorostiaga (León, 1963), con prólogo de Avelino Fierro. Un poemario donde la persona lectora descubrirá la palabra exacta, el cuidado de la forma, con su riqueza de lenguaje y acertado ritmo. Sugerencia, reflexión, belleza, imaginación y con armonía logra pergeñar todo, este maestro del verso acendrado: “Siempre el mismo plan/ recorrer los caminos con una moto caliente”.

Mundo intermedio (Trea) de Javier Sánchez Menéndez (Puerto Real, Cádiz, 1964). Un libro de brillantes aforismos, donde la poesía anida. Todo belleza y calidad superlativa que busca despertar a la persona lectora de una forma amable. Javier es un poeta que escribe aforismos líricos en estos cuadernos; pero, también los hay que no tienen necesariamente ese tono tan poético, diríase: “LAS sombras son la luz”.

La mujer bilingüe (Bartleby) de Raquel Casas Agustí (Vilanova i la Geltrú, 1974), edición bilingüe, con traducción de Alberto Tesán y Raquel Casas, y prólogo de José Ángel Cilleruelo. Es uno de los poemarios prodigio que muy de vez en cuando te sorprenden gratamente: sutil ironía y quehacer creativo fantástico, lúdica y lucida mezcla del ayer con el hoy: perfecta poesía: “Despiértate,/ hoy la noche es blanca”.

La escala de Bortle (Bartleby), de Virginia Aguilar Bautista (Málaga, 1977), con prólogo de Vicente Luis Mora, es fina poesía, lluvia fulgurante, que les hará ver a las personas lectoras la grandeza que tiene el fijarse en las pequeñas cosas, de ver esos momentos clave y no otros; pero hay que saber mirar, tener ese don: “La vida cotidiana/ no tiene marcas/ que nos avisen/ de la importancia/ de los momentos”.

Pneuma (Huerga y Fierro) de Marina Carretero Gómez (Madrid, 1985), con prólogo de Rosa Silverio. Una poesía en la que juega con ese devenir telúrico del silencio y bebe en las fuentes de la filosofía, tan necesaria hoy. Poesía que nace de lo más hondo del ser y se bate el cobre con el lenguaje. Poesía que es un regalo y a la vez un latigazo cerebral, pues: “aprendí/ la distancia de la palabra/ el abismo insalvable”.

La poesía nos puede ayudar a gestionar mejor nuestra inteligencia emocional, tan necesaria hoy. Por esto, ¡qué bueno sería que, cada día al despertar, tuviéremos la suerte de leer un poema! Tienen ustedes donde elegir entre 10 poetas.