Paula Bonet: ¡La importancia en el arte de disfrutar y atreverse!
La pintora y escritora Paula Bonet convierte a alumnos de cinco años de la Scuola dell’infanza italiana de Barcelona en artistas con una inauguración de sus obras en la sala de exposiciones de La Madriguera.

Texto Antonio Iturbe Foto Irene Signorelli
Paula Bonet está consiguiendo difuminar la frontera entre pintora y escritora. Ha ido compaginando sus exposiciones con libros como Los diarios de la anguila o su última obra, El año que nevó en Valencia, donde reinventa en imágenes con un lenguaje matérico el texto de Rafael Chirbes.
En su afán de búsquedas creativas, Bonet se ha planteado no solo experimentar en un taller cómo introducir a niños de cinco años en la pintura sino hacerlos sentir artistas organizando con sus obras una exposición inaugurada el pasado 31 de octubre en la sala de exposiciones de La Madriguera, donde ella tiene su escuela y su propio taller de creación. Su madriguera.
Ha sido el resultado de una colaboración con la Scuola dell’infanza italiana de Barcelona, por segundo año y de manera más atrevida. Paula Bonet ha tenido muy presente a Vittoria Drago, la artista italiana especializada en la infancia que hace dos años visitó La Madriguera para realizar un taller dirigido a la infancia, inspirado en el Art Brut de Jean Dubuffet. En aquel taller, los pequeños participantes experimentaron con materiales y colores, se aventuraron a crear, expresarse y comunicar.
En una nota que envía la cómplice de Paula Bonet en el asunto, la periodista cultural Anna Maria Iglesia, nos traslada las palabras de Carla D’arbitrio, directora de la Scuola dell’Infanzia de Barcelona: “Educar es acompañar a cada persona en su proceso de crecimiento, ayudándola a sentirse única, libre y capaz en un mundo cada vez más diverso”.
Librújula no quiso perderse la inauguración de la exposición de estos jóvenes pintores celebrada (después de clase) en la sala de exposiciones de La Madriguera, en un pasaje asombrosamente tranquilo en mitad del jaleo del centro de Barcelona.
Los artistas en esta ocasión también llegaron acompañados de sus representantes, que casualmente eran sus padres y alguna abuela. Sus pinturas cubrían las paredes, se notaba inquietos a los autores, pero también divertidos. Pregunto a uno de los padres si eran conscientes de lo que era la inauguración: “el concepto de lo que es ser un pintor famoso no lo tienen, ¡pero llevan toda la tarde preguntando cuándo es la hora de ir a la exposición!”
Paula Bonet reconoce que nunca había tenido alumnos de pintura tan pequeños: “Yo pensaba que no sabía relacionarme con niños, pero he visto que puedo hacerlo”. Anna Maria Iglesia cree que “el arte no nos salva pero nos ayuda a vivir” y considera que “No hay nada más transformador que un lápiz, un pincel y un papel”.
Una de los jóvenes artistas de cinco años se ofrece a mostrarme sus obras con una timidez risueña. Le pregunto si se lo ha pasado bien: “¡Muy bien!” me corrige oportunamente. Me lleva a ver su obra, donde un corazón rojo flota sobre un mar oblicuo, como si emergiera de lo profundo. Entrevisto a la artista.
¿Por qué has pintado un corazón en el mar?
¡Porque me gusta!
¿Por qué has elegido esos colores?
(después de dudar unos segundos) ¡No lo sé!
Una fabulosa lección a un adulto plasta empeñado en racionalizarlo todo. Ella pinta lo que en ese momento le apetece pintar, sin más pretensión ni más ínfulas que la de disfrutar con lo que hace. Y para los colores no hay un porqué, surgen de un lugar mucho más profundo, escapan a ese empeño de enjaular la creatividad en un cuestionario policial. Esa niña sabe algo que los adultos hemos olvidado: que los colores forman parte del misterio del arte.
Paula Bonet me señala algunas de las obras y nos detenemos en los retratos que unos niños han hecho de otros y hay algunos de una naturaleza surrealista sorprendente. Está tan risueña y entusiasmada yendo y viniendo de un lado a otro de la sala, como una niña más de las que corretean por la sala, más interesadas en sus juegos que en su ego de artistas.
Se considera muy afortunada de haber podido vivir esta experiencia. Le pregunto qué ha aprendido ella de los niños durante los talleres: “¡Mucho! Es muy importan aprender y es importante desaprender. Ellos se atreven, se ensucian… Con ellos he visto materializado algo por lo que lucho en mis talleres de adultos: disfrutar y atreverse. Porque ahí está la libertad. Y los niños son maestros en eso”.








