Manel Alías: “La sociedad rusa es resiliente a las desgracias»

El periodista Manel Alías publica «Historias alucinantes de Rusia» (Editorial Arpa), tras pasar siete años como corresponsal en el país soviético.

Texto: David VALIENTE

 

Manel Alías, periodista en TV3 y Catalunya Ràdio, inició en el 2015 una aventura como corresponsal en el país que más titulares arranca ahora mismo a los medios de comunicación. Rusia era un destino deseado, exótico, una especie de sueño que se hizo realidad y que ahora el periodista nos cuenta en Historias alucinantes de Rusia (Editorial Arpa). Siete años bien pueden ser toda una vida, y no solo dan para preparar crónicas, reportajes y entrevistas, sino también para enamorarse y formar una familia. En su caso, quedó prendado de una rusa llamada Gènia. Sin embargo, Génia no viajaba sola, lo hacía con un niño de 7 años, Prókhor. “La verdad es que sentí mucho miedo. Me enamoré de una persona que tenía un niño con un carácter forjado y yo no había intervenido en el proceso. Tus múltiples miedos te hacen preguntarte si le vas a caer bien, si te va a aceptar o te va a considerar una persona extraña y si a ti también te va a gustar el niño, porque, no olvidemos, que de quien me enamoré fue de la madre”.

En su caso, Prókhor le dio a Manel una gran lección de madurez: “Yo ensayé mentalmente el momento del encuentro con el niño, pero él desarticuló mi intento de representación con un simple: ‘Hola, ¿qué tal?’ Me recibió de una manera tan natural que mis paranoillas se esfumaron”. De hecho, Manel llevaba escondida una camiseta del Barça por si las moscas: “Sí, el regalo le gustó, pero ahora sé que no me hubiera hecho falta para que nuestro primer encuentro hubiera funcionado”.

Su estancia en Rusia terminó el año pasado. “Cuando viajas de tu ciudad natal a la corresponsalía, eres consciente de que si no pasa nada extraordinario ese viaje tendrá un tiempo perentorio, en cambio, sabía que mi regreso a España era definitivo, nunca más volvería a instalarme en Rusia”, lamenta el periodista y escritor. “Es duro porque es quemar una etapa y causa la misma tristeza que cuando acabas el colegio, la universidad o se te esfuma la juventud”. Rusia siempre formará parte de su vida, prosigue. Sus dos hijos han nacido allí y pasó siete maravillosos e intensos años; por ello, “espero volver y que el país tenga forma de democracia”.

De Rusia echa de menos muchos aspectos, empezando por esos platos de cocina sencillos y muy sabrosos o los paisajes nevados y espectaculares. “Es duro trabajar de reportero en Rusia, pero ciertamente esos paisajes blancos, las vestimentas de las personas y la escritura cirílica te hacían medio reportaje”, confiesa Manel Alías. Por encima de todo, Manel se ha traído a España esa actitud tan positiva de los rusos ante la vida: “La sociedad rusa es resiliente a las desgracias, han vivido muchas. Por eso, sus días no tienen que estar edulcorados con elementos artificiales en excesos para ser un día correcto, una persona tiene que estar feliz si le está yendo bien. Ahora mismo, me encuentro en Barcelona, hay un cielo azul despejado y el sol muestra su brío; esto ya es motivo suficiente para considerar que estoy teniendo un día feliz. Que una jornada sea sencilla y no te pase nada extraordinario no significa que haya sido mala, sino todo lo contrario. Eso lo llevaré siempre conmigo”.

¿Se atreve a definir Rusia?

Todo intento de definirla termina en fracaso. Pero una acepción coherente debería de remarcar las contradicciones del país. Un buen ejemplo sería: ‘He comprendido que Rusia es incomprensible’. Las personas cuando saben que has vivido allí un tiempo te preguntan: ‘¿Cómo son los rusos?’ No esperan una respuesta sesuda y bien formulada, como mucho buscan una definición de tres palabras. En réplica, yo lanzo la misma pregunta pero sustituyendo rusos por catalanes o madrileños. Y la realidad es que resulta muy complicado definir a los madrileños y catalanes, se darán respuestas que no convencerán al total del público. Pues lo mismo pasa con los rusos, pero a niveles de complejidad mucho más difíciles de escrutar porque debemos tener en cuenta que habitan un país muy grande, con una diversidad cultural riquísima y con un pasado bastante convulso. Por eso, cuando la tarea de definir a los rusos se nos vuelve imposible, recurrimos a los tópicos. Decimos de ellos que son gente fría, al igual que el clima del país, y existe algo de realidad en eso, pero no abarca toda la complejidad del carácter de los rusos, puesto que son más fríos que nosotros pero también más apasionados. Algunos de sus rasgos culturales nos pueden conducir a error: que no saluden o se rían como nosotros no significa que sean personas frías. Nuestra forma de saludarnos o de reírnos puede incomodar a un ruso porque le impulsaría a pensar que nos estamos burlando de él. Entonces, que no se ría en una primera toma de contacto, no quiere decir que no cuenten con un gran sentido del humor, y para prueba de ello ahí están los cuentos de Chéjov, cargadísimos de genialidad y humor. Respecto al clima, yo he estado en un lugar que alcanza los 50 grados negativos, pero si me hubiera quedado un tiempo más, hubiera experimentado temperaturas de más de treinta grados positivos en ese sitio. A la hora de definir a los rusos, nos quedamos tan solo con una única faceta, la que nos interesa, que es cierta, pero que está incompleta. Debido a su complejidad, Rusia es un país muy difícil de definir.

Discrepa con esta frase: “¡Rusia es un país tan capitalista como el más capitalista de los países!”. ¿Qué es, entonces, a niveles económicos?

Si paseas por Rusia, la riqueza es visible en las calles, en los coches de lujo (hablamos de auténticos Rolls-Royce) que rugen por las carreteras del centro de Moscú. Te das cuenta de que el capitalismo ha penetrado enérgicamente. Algunos intelectuales, de hecho, aseguran que la Rusia de Putin es completamente capitalista, aunque yo discrepo con ellos. Es verdad que se han perdido cosas buenas legadas por el comunismo: las diferencias entre ricos y pobres, por ejemplo, están mucho más marcadas de lo que pueden estar en España; la capacidad de movilizar recursos de una capital de provincia respecto a Moscú o San Petersburgo es muy inferior a la disponibilidad de todas las ciudades españolas, mucho más homogeneizadas en este sentido. Sin embargo, esto no quiere decir que las leyes de mercado funcionen a pleno gas, como ocurre en Estados Unidos. Para triunfar en el mercado ruso, los empresarios deben ser amigos del régimen o, al menos, pasar desapercibidos y no mostrarse críticos con los mandatarios, si no, el Kremlin les tumba el negocio. Eso le pasó a Mijaíl Jodorkovski y le sucederá ahora a cualquier propietario que se manifieste en contra de la guerra. En América, un empresario que discrepe con el partido que ostente el poder no verá sus negocios afectados por su postura recalcitrante. El sistema económico ruso, curiosamente, es un capitalismo con tendencias a abrazar al Estado. Pero, en Estados Unidos, sí ves a gente sin seguro médico porque han perdido su trabajo, cosa que en Rusia, aunque no tengan dinero, toda la sociedad está cubierta tanto en asuntos sanitarios como en la educación universal. Otra cosa es la calidad de los servicios que, por lo general, no son muy buenos y están en sintonía con prácticas corruptas.

Por lo que cuenta en el libro, los rusos son como una especie de Garcilaso de la Vega, que podía escribirte un soneto o ensartar con su espada a un enemigo en la guerra. ¿Los rusos son poetas con almas de guerreros o guerreros con almas de poetas?

Predomina el alma poética. Estoy convencido de que los rusos, cuando puedan vivir en una democracia plena y real, dejarán a un lado esa parte guerrera y apelarán más al poeta que llevan dentro. Hay una teoría muy extendida, con la que discrepo, que dice que la extensa y difícil frontera, con sus 16 vecinos, y su diversidad cultural solo pueden ser dirigidas por gobernantes con modales dictatoriales. No hay nada en el ADN ruso que los inste a vivir de este modo. He podido ver a jóvenes (y no tan jóvenes) perfectamente preparados para desarrollar su vida dentro de una democracia. Así que, el día que la percepción de los rusos respecto a la guerra se vea obsoleta, la simiente poética se mantendrá y Rusia se percibirá como un sitio espectacular.

Es interesante como las vidas de los escritores rusos más destacados están marcadas por la tragedia.

Porque sus vidas se hicieron famosas, pero si las vidas de los rusos comunes se hicieran también públicas, en un porcentaje muy elevado de ellas encontraríamos situaciones igual de trágicas. Han vivido unas crisis bestiales, y, sobre todo, si entrevistásemos a personas de cierta edad, lo más probable es que descubriésemos que alguno de sus familiares han muerto en la Segunda Guerra Mundial o en las purgas posteriores; no podemos olvidar que entre los dos episodios el número de fallecidos ascendió a 40 millones. Por lo tanto, en sus biografías hallarás mucho drama. En Rusia, las historias extraordinarias siempre alcanzan un punto más elevado; se me hace difícil encontrar algún autor español que haya muerto en un duelo, pero de inmediato me vienen a la cabeza los nombres de Pushkin y Lérmontov.

La imagen de Aleksandr Solzhenitsyn ha sido restituida en Rusia, no así la de Vasili Grossman, como denuncia la periodista Alexandra Poppof en la biografía que en 2019 publicó sobre el autor. ¿Qué criterios sigue el Kremlin para restituir a unos y a otros no?

El régimen de Putin hace cualquier pirueta surrealista si la situación le conviene. Hace tiempo yo informé sobre los mercenarios Wagner y todos los movimientos de su exlíder, Yevgueni Prigozhin, cosa que los medios de comunicación rusos tenían prohibido bajo pena de cárcel (aunque todo el mundo sabía quién era y que su empresa, precisamente, no se dedicaba al catering). Una vez iniciada la guerra, toda la verdad sale a la luz; Prigozhin deja de ser un CEO cualquiera para convertirse en un empresario de la guerra; !si incluso le ponen un rascacielos en San Petersburgo¡ Estos escenarios se producen porque la libertad de expresión no existe y los jueces están al servicio del poder, es decir, Rusia es una dictadura y como a todo gobierno dictatorial, cuando le conviene, recupera a sus personajes famosos para la persecución de su causa. El ejemplo más claro lo constituye el autor de Archipiélago Gulag, Aleksandr Solzhenitsyn. Putin ha recuperado al autor para demostrar que lo narrado en sus novelas ya no ocurre en su país, que es cosa del pasado, de un mundo soviético. Se ha visto a la mujer del escritor en muchos actos del dirigente del Kremlin. Pero la realidad es que aún hay muchos autores represaliados y más aún aquellos que se oponen a la invasión y no han tenido más remedio que salir del país. Algún día, cuando la guerra termine y al régimen le convenga, sus figuras serán recuperadas y se hará como si nada hubiera pasado. Todo puede ser ensamblado en el régimen, si a Putin le conviene.

En televisión y en videos de YouTube podemos ver a Putin salvando a honorables veteranos. ¿Esa preocupación que demuestra el Estado por sus jubilados es real?

No lo creo. Un porcentaje importante de la población mayor consume los principales canales de televisión del régimen y pueden sentir admiración por quien en realidad los tiene abandonados. En Rusia, se jubilan más temprano que aquí, pero, después de trabajar toda la vida, su pensión no les da para sobrevivir. En Moscú, una ciudad carísima, la paga es de las más altas del país, rondará unos 200 euros. Esto hace que la mayoría de los pensionistas estén abocados a la pobreza. Algunos sobreviven como pueden con el dinero que perciben del Estado, a otros sus hijos les pasan una especie de paga y un tercer grupo debe coger algún empleo para recibir un sobresueldo no muy alto. A lo mejor por ese trabajo reciben unos 50 euros, un dinero que sumado a los 200 de la pensión moscovitas, les da algo más respiro. La segunda o tercera pregunta que te hace un jubilado es cuánto reciben de pensión las personas mayores de tu país. También les interesa saber si les llega para permitirse algún viaje porque a ellos muchas veces no les da ni para carne. A esto les ha conducido el régimen de Putin: a trabajar para luego vivir en la miseria. Los jubilados han pasado mucho en su vida y aún tienen muy vivo el desplome de la URSS, cuando el dinero ahorrado para comprar un coche, debido a la alta inflación y devaluación del rublo, solo les daba para comprar un tetrabrik de leche. Por eso piensan que, aunque Putin les da una paga miserable, quizá si él no estuviera, la situación sería peor. El devenir de posibles tiempos peores y que no se permitan las protestas, están detrás de la falta de iniciativa reivindicativa de la población.

En su libro, podemos leer las historias de mujeres que pilotaban aviones durante la Segunda Guerra Mundial y en tiempo de la Guerra Fría viajaban al espacio o trabajaban para los servicios secretos. La Rusia de Putin ha roto con los derechos de las mujeres y con la paridad entre ambos sexos. ¿Por qué esta involución?

No perdamos de vista que Rusia es un país muy machista, pero la explicación bien formulada obedece a los acontecimientos históricos. La Segunda Guerra Mundial y la posterior represión dejaron un déficit de hombres, entre muertos y heridos, abismal. Las mujeres se vieron compitiendo por un escaso número de varones, además, en un momento en el que sobre sus espaldas recaía el peso de echar a andar de nuevo el país. Por lo tanto, tenemos a muchas mujeres que han sufrido demasiado y a un grupo de hombres que cortejan a esas mujeres y van de sobrados porque la proporción de féminas es mucho mayor. Si saltamos al presente, lo que podemos apreciar es que a bastantes mujeres les gusta que las traten bien (cuando digo que las traten bien es que algunos actos que en España se ven pasados de moda y algo machistas, como que el hombre pague la cuenta, les abra la puerta o les lleve flores, a las mujeres rusas no les disgusta tanto). Por otro lado, la propaganda dice que Europa se está convirtiendo en un burdel y Rusia es una especie de reserva espiritual para determinados valores conservadores dentro del continente. Esto quiere decir que el hombre, debido a su condición, debe tomar determinadas decisiones y puede acceder a una serie de trabajos vedados para las mujeres con argumentos extraños en pleno siglo XXI. El 8 de marzo, en el país más extenso del mundo, no es un día de reivindicación como en el resto de Europa, se parece más a un día de San Valentín revestido con un punto de vista machista: los hombres hacen regalos, les invitan a cenar y les dicen piropos a las mujeres. De hecho, Putin aparece en la televisión recitando alguna poesía. Es decir, a diferencia de España, donde puedes encontrar carteles reivindicando precisamente a figuras femeninas de la Revolución rusa, no se produce ningún acto similar. Lo que no quiere decir que no haya jóvenes feministas luchando por la igualdad, pero es un movimiento minoritario, muy soterrado, y que, además, a causa de la guerra, se está dispersando por el mundo.

¿Cómo se gestionó la covid en Rusia?

La covid nos ha dado uno de los mejores reflejos de en lo que se ha convertido Rusia, pero la gente no supo leerlo con acierto. Rusia voló para conseguir la primera vacuna anticovid del mundo; además, empleó un lema ya usado en época soviética, cuando Yuri Gagarin llegó a la luna: “Somos los primeros”. Para el régimen de Putin fue mucho más importante llegar los primeros que hacerlo bien. De hecho, en esas marchas forzadas, los científicos rusos, especialistas muy preparados y muy duchos a la hora de crear ciertas vacunas, no siguieron a rajatabla los pasos estipulados por el método científico. Lo podían haber hecho de manera excelente y haber quedado en un honroso tercer puesto, pero no… a Putin no le servía el bronce. El Estado ruso, mientras los Gobiernos de Occidente se daban de tortas por conseguir los viales, proporcionaba las vacunas a sus ciudadanos de manera gratuita, solo tenían que ir a un centro comercial e inocularse la dosis correspondiente. Sin embargo, la población, que sigue a los medios de propaganda pero no es tonta, no se vacunó. No creían en lo que les decían los medios, no creían que su vacuna fuera la mejor, no creían que habían adelantado a los americanos, porque tienen ojos en la cara y conocen el estado de sus hospitales. Saben que es posible mandar a astronautas al espacio, pero también que un cáncer, que en otros países de Europa tiene cura, allí es una sentencia a muerte. El régimen, para motivar a la ciudadanía, empezó a realizar sorteos entre quienes se inyectaban la dosis; podían ganar hasta un apartamento y un coche. En Rusia, la covid ha segado la vida de muchas personas, pero la propaganda no paraba de soltar que eran los primeros en todo y que lo hacían mejor, incluso con menos restricciones que en otros países del entorno, porque mientras los estadios de futbol de España, Italia, Alemania y Reino Unido contaban con gradas vacías, los rusos podían disfrutar de los partidos en directo. El resultado ha sido mucha gente muerta y una sociedad que duda de su vacuna, pero eso sí, siguen siendo los primeros.

En 2015, estuviste en el Dombás, de donde llegan informaciones muy contradictorias. ¿Qué vio en el este de Ucrania?

No existen dudas: el régimen de Putin inició las hostilidades. De todos modos, este hecho no quita a que se esté contando la guerra de un modo un tanto naif. No ponemos en duda quién es el agresor y quién cometió las atrocidades más bestias, pero damos la visión de que solo un bando ataca, cuando no es así. Es una guerra y, como tal, los dos bandos agreden y producen barbaridades. Desde el 2015, nos llegan informes que hablan de que los dos ejércitos están torturando a prisioneros rivales. Por supuesto, detrás de la información se esconden los intereses, y un bando se apropia de los datos, los tergiversa y los lanza contra el oponente. Por ejemplo, Rusia ha matado a muchos civiles ucranianos, pero Ucrania ha hecho lo propio con sus contendientes en menor medida. Esta información podría ser instrumentalizada por Putin para justificar sus movimientos militares en la región, mientras otros me echarían en cara que me atreva a ofrecer esas noticias. Pues bien… estamos ante la realidad compleja de una guerra y debemos hacer el trabajo complicadísimo de ponerla en su justa medida. Sin duda, en el momento de establecer responsabilidades, el principal va a ser Putin; pero no podemos olvidar que si queremos que un país como Ucrania ingrese en la Unión Europea debe mejorar en muchos de sus indicadores. Desgraciadamente, con la guerra abierta no va a ocurrir, primero el conflicto debe terminar, y se debe dejar claro quién es el principal responsable, pero Ucrania tampoco cuenta con el sistema político perfecto, aún le queda mucho trabajo por delante.

Después de todo lo que cuenta en el libro sobre el nacionalismo en Rusia, la guerra parece una crónica a una muerte anunciada…

El Kremlin ha jugado con el patriotismo y con su intención de recrear algunos aspectos de la Unión Soviética, aunque ya tiene poco de lo que presumir. Le quedaba su potencial militar, pero viéndolo actuar en Ucrania da menos miedo que antes. Ese nacionalismo de trazo grueso, que tiene como rival a todo aquel que atente contra su relato, y el chulear de que tenemos el segundo mejor ejército del mundo, ha llevado a lo que usted decía: La crónica de una muerte anunciada. Es verdad que en el terreno militar la guerra la está ganando Rusia, pero durante el camino está perdiendo muchas bazas, entre ellas, la de demostrar que su ejército no da tanto miedo como nos imaginábamos. El final de Vladímir Putin está más cerca de lo que hubiese estado si no hubiera comenzado con la invasión. Y con esto no quiero decir que vaya a ser derrocado, pero si lo que quería era pasar a los libros de historia como un hombre poderoso, ocurrirá todo lo contraria. De hecho, en Rusia, cuando se puedan escribir los libros de historia en libertad, su imagen tampoco quedará muy bien parada.

¿Cómo están viviendo en casa este tema de la guerra? 

De manera muy dolorosa. En un principio, el régimen que contra la información aseguró que no iba a atacar. Cuál fue la sorpresa de la sociedad cuando el 24 de febrero el ejército agredía a su vecino. La gente se quedó en shock, no sabían lo que estaba pasando ni el alcance que el choque armado podría llegar a tener. Dentro de las familias hubo mucho desconcierto. Sin embargo, una especie de leyes no escritas dictaminan de lo que se puede hablar o no se puede hablar públicamente en Rusia, y la invasión de Ucrania se encontraba en lo segundo. De hecho, es muy difícil saber lo que un familiar piensa, criticar al régimen conlleva problemas, por lo tanto, casi nadie habla sobre sus reflexiones ni siquiera dentro de una comida familiar. Si eres pro Putin cuentas con más cancha para expresarte, si no los temas salen poco a poco y con mucho cuidado. Ciertos temas se pueden convertir en discusiones en la mesa o si te encuentras en un lugar público, las personas a tu lado pueden oírte y no se sabe en qué puede desembocar eso. Yo soy de los pocos que hablo abiertamente y digo lo que creo, aunque sé que a muchos rusos mis palabras les incomodan y a miembros de mi familia también.