Lecturas contra la “todología” sobre Rusia

Seis novedades editoriales para entender el actual conflicto entre Rusia y Ucrania.

 

 Texto: José Ángel LÓPEZ JIMÉNEZ

 

 

Como en el meme del abuelo que se cansa de ser una autoridad en pandemias y pasa a ser vulcanólogo y, posteriormente, a ser un especialista en conflictos internacionales, intentemos trazar unas recomendaciones bibliográficas para aquellos —demasiados—que estas semanas han decidido ser Kremlinólogos, cuñados de Putin y, por tanto, conocedores íntimos de sus designios sobre Ucrania. Y es que, para pasar de ser especialista en Oriente Medio, Afganistán, en Estados Unidos y su política exterior, en China, en la Unión Europea o en las islas Nauru (paraíso fiscal y financiero del Pacífico) a debatir con argumentos prestados y no digeridos sobre la situación en Ucrania y la política exterior de Rusia hay que dedicarle unos añitos al asunto y, sobre todo, un poco de honestidad académica, profesional o intelectual. Aun así, la complejidad del tema hace que, con frecuencia, se presenten más dudas que certezas. Cuestión que se resuelve con frecuencia, con unas afirmaciones que se presentan como incuestionables. No hay debate, porque abundan las opiniones escasamente contrastadas y documentadas. También serían deseables unos medios de comunicación más rigurosos que se preocupasen del perfil investigador de los, cada vez más frecuentes,  “especialistas impostores”. Por todo ello vayan aquí, modesta y humildemente, unas recomendaciones.

Uno de los historiadores más prestigiosos en la Academia española e internacional y, por consiguiente, menos dado a ir de especialista de Rusia por esos medios es el profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense, José María Faraldo. Acaba de publicar Contra Hitler y Stalin (Alianza Editorial). En este ensayo sobre la Resistencia en Europa entre los años 1936 y 1956 analiza un amplio periodo de actividad de múltiples movimientos guerrilleros resistentes a los regímenes dictatoriales que se instauraron en el continente europeo. En un intento de “comprender el fenómeno de la resistencia de unos sectores de la población europea a la ocupación militar y a la imposición nacional por parte de un Estado invasor” la investigación aboga por una narración paneuropea de la Resistencia, en la que se integran movimientos tan heterogéneos como aquellos producto de la invasión de la Alemania nazi (Checoslovaquia, Polonia, Balcanes-Grecia, Yugoslavia, Albania- o Estados nórdicos), con los que padecieron la invasión soviética (Repúblicas Bálticas, Rumanía o Polonia). En un movimiento intermedio y estrictamente interno analiza la Resistencia al franquismo y el movimiento de los maquis en la España posterior a la Guerra Civil. En el libro se analizan el papel de las emociones, de las narrativas y de los discursos; el de la memoria de las resistencias y el papel de la mujer –tantas veces ignorado en los grandes acontecimientos históricos-. El papel de los mitos y de las respectivas narraciones (relatos) se ocupan en la actualidad sobre cuestiones como la anexión de Crimea. La historia y su carácter cíclico: como para no entender sus claves. El dominio de Faraldo de los idiomas de una amplia región europea (alemán, polaco, ruso, entre otros) le permite acceder a fuentes múltiples que trascienden las limitaciones habituales (francés, inglés). Lo que garantiza una investigación excelente.

Un auténtico baño de realidad es el que nos proporciona Maxim Ósipov en Piedra, papel, tijera (ed. Libros del Asteroide). La Rusia de estos días está presente en los diez relatos que componen este libro. Articulados en varias tipologías de personajes explora las complejas relaciones humanas en tiempos particularmente convulsos. En cierto modo pesimistas, solitarios, intentan reflejar un estado de ánimo común a los ciudadanos del mundo pero que, en el caso de los rusos, está particularmente henchido por lo que genéricamente se plasma en el “alma rusa”. Médico de profesión —lo que propicia las comparaciones con Chéjov— hace que Ósipov esté en contacto permanente con el pulso de su sociedad y con la naturaleza humana. Excelente crítica social la que cuestiona la culpabilidad del agresor sexual o de la víctima en uno de los relatos y que se une a la de las élites actuales de su país que realiza el autor en todas sus entrevistas.

Olga Merino retoma en su “diario íntimo”, plasmado en Cinco inviernos (ed. Alfaguara) su experiencia vital y profesional como corresponsal en Moscú de El Periódico durante la década de los 90 del pasado siglo XX. Es decir, fue testigo directo del derrumbe de la Unión Soviética plasmado también en su anterior libro Cenizas rojas (ed. Galaxia-Gutenberg). El actual trabajo se presenta como una suerte de memoria sentimental de unos tiempos que, siendo ciertamente históricos, la perspectiva de tres décadas ha conseguido sedimentar, rememorar y —da la sensación— que también revivir en cierto modo. Pero también es un recorrido a través de numerosas imágenes históricas de un Estado que volvía a renacer tras la experiencia totalitaria, en una versión territorial recortada. Muy recomendable para entender el contexto de los actuales tiempos turbulentos que se fraguaron en esa década ominosa para la memoria Rusia y de muchos rusos. Complementado con una bibliografía literaria imprescindible de los grandes maestros rusos que le han acompañado en esta travesía.

Algo parecido encontramos en La caída del Imperio soviético (ed. Actas), de Boris Cimorra. No es un ensayo histórico, ni tampoco un libro de investigación. Estamos, más bien, ante una crónica político-periodística con perfiles muy personales de un autor que vivió la experiencia soviética y el inicio de su declive. Hijo de Eusebio Gutiérrez Cimorra, fue director de Mundo Obrero durante la Guerra Civil española. Exiliado en la Unión Soviética, formó parte de la cúpula del PCE y fue el responsable en Radio Moscú de varios programas que emitían para América latina, además de colaborador de alguno de los discursos de La Pasionaria. Su hijo Boris fue un testigo de excepción desde 1944 hasta 1977 —año en el que salió de un Estado en plena crisis existencial y con el que no compartía nada, para venir a España y plasmar en varios de sus libros los factores desencadenantes de la misma y sus principales consecuencias. Ingeniero aeronáutico de formación y, con posterioridad, profesional en el mundo de las finanzas, aporta en este último libro una perspectiva que no tiene que ver con la del historiador o politólogo. Ofrece más bien el relato de un declive que, en buena medida, está conectado con el mundo de los valores, con los derechos humanos, con la axiología. Es decir, la forma en la que la Unión Soviética y su mundo eran irreformables —gran error de Gorbachov— porque desde el inicio de la política de transparencia (glasnost) la sociedad civil, la política, y el fenómeno de los nacionalismos periféricos provocaron el estallido desde el interior del sistema. Circunstancia que, según señala Cimorra, resulta inédita al no ser fruto de un intervencionismo externo en el mencionado proceso. Como todo libro de estas características realiza afirmaciones que, en ocasiones, pueden ser discutibles, pero que precisamente por ello enriquecen el debate y merecen su lectura y reflexión.

Por cierto, no se pierdan la nueva novela de Eugen Ruge, Metropol (Armaenia editorial) en la que el autor de la novela familiar En tiempos de luz menguante realiza una reconstrucción —a través de los expedientes soviéticos durante la época de Stalin— de una historia tan repetida durante las purgas estalinistas sobre la persecución de millones de ciudadanos, en una época tan oscura y sórdida que parece recrear una ficción pero que, sin embargo, se reconstruye y  fundamenta en el expediente policial de su propia familia.

En último término hay que saludar la aparición de El legado de los imperios (ed. Almuzara), de Samir Puri. Este docente de la Universidad Johns Hopkins y del King´s College de Londres rastrea la conformación de la comunidad internacional a través de la evolución y herencia de varios imperios (Estados Unidos, Gran Bretaña, China, Unión Europea, entre otros). Sin embargo, lo incluyo en estas recomendaciones por el capítulo que dedica a Rusia. En “La aceptación rusa de su legado imperial”, analiza la remontada post-imperial de la Rusia de Putin que, aunque cree que se globaliza, de momento se circunscribe a su extranjero próximo. Partiendo de la reflexión de lo acontecido en Ucrania y Crimea en el año 2014, utiliza en el relato su propia experiencia como observador de la OSCE en el terreno, tras la firma de los Acuerdos de Minsk para supervisar el cumplimiento de los mismos. Preámbulo que le permite trazar un recorrido histórico desde la Rus de Kiev hasta la actual Rusia independiente. Insiste en algo que se suele obviar y que ya hace tiempo marcaba como hoja de ruta el gran historiador Geoffrey Hosking —aunque no lo cita—. Rusia ha sido imperio antes que nación, lo que explica su pulsión latente y constante a extender sus fronteras como un mecanismo de seguridad interior. Una clave que permite interpretar —no justificar—, entre muchos otros elementos de análisis, su comportamiento en materia de política exterior durante este siglo XXI no solo en Ucrania, sino también en Moldavia, Georgia, Bielorrusia y, más recientemente, en Nagorno Karabaj (conflicto desarrollado entre Armenia y Azerbaiyán desde 1990) o en Kazajistán (en el marco de la OTSC).