Los 10 mejores libros de poesía del año

Hacemos esta propuesta, válida como cualquier otra, pero es la nuestra; así pues, estos son los mejores libros de poesía del año, para (re)leer en este invierno.

Texto: Enrique Villagrasa

 

 

Posiblemente el deber de la poesía es mantener un diálogo con el mundo, con las personas, con la otredad, y más ahora que la poesía es o necesitamos que sea el arte de transformar positivamente las emociones. Y estos son libros, poemarios, publicados en este año que se va, que se acaba, que van más allá de la inteligencia emocional, de esto no sabe la artificial: hacemos esta propuesta, válida como cualquier otra, pero es la nuestra; así pues, estos son los mejores libros de poesía del año, para (re)leer en este invierno, pues son de justa y necesaria lectura, personas amigas. Son puertas abiertas a la realidad que nos llevarán, algunas veces a lugares dónde tal vez no quisiéramos estar. Estos 10 poemarios son esa precisa puerta encajada en la realidad, por la que se puede entrar; pero, como un juego, pues en lo lúdico está lo lúcido diríase. Que para seria ya esta la vida nuestra de cada día. ¡Buen solsticio e invierno, personas lectoras!

 

El instante y su sombra (Cálamo) de Julia Otxoa (San Sebastián, 1953) es poesía con pensamiento de la que llega, de la que te deja balbuciendo, con enjundia y profundidad, erudición y emotividad: y es “en los oscuros de la noche” donde esta poeta ilumina con su fulgor. Probablemente de los poemas más conmovedores que le he leído, donde nos muestra en poemas breves, alguno de un verso, nos muestra lo justa y necesaria y útil que es la poesía para las personas: mirada, memoria y lenguaje: palabra e imagen que seducen a nuestra imaginación y de qué manera: “La semilla/ el pájaro, la raíz/ alfabeto de agua y luz/ dibujando constante la memoria”.

 

Leemos al poeta Juan Cobos Wilkins (Minas de Riotinto, Huelva, 1957) en su último poemario, Los no amados (Bartleby), porque él sí sabe lo que es poesía: poesía es la luz perfecta, que ilumina todo lo visible e invisible más allá del lenguaje. Y esta para ser, la poesía, digo, debe tener magia, sorpresa, revelación y aderezando todo esto, fascinación rítmica. Esto y no otra cosa encontrarán las personas lectoras en este su último poemario. Uno de los mejores publicados este año, con versos de esta enjundia: “Hazlo.// Auscúltate/ como el mago que usa un caleidoscopio/ para explorar la cristalización del sonido del alma/ a quien,/ en el alma/ no cree”.

 

Ser palabra desnuda. ¿Quién es esta mujer que pasa? (La Única Puerta a la Izquierda), de la poeta Ángela Serna (Salamanca, 1957), aunque vasca de adopción. Ni verso ni poema, desnuda palabra desnuda, como al principio de los tiempos, que vive, que lucha, que acontece, que nos celebra: esto es el poemario antología, que nos ocupa: pues, esta mujer que pasa, que vive, que lucha, que acontece, que celebra es la poeta que mira, que dialoga con su memoria y se bate el cobre con el lenguaje, dejándose girones de su alma en esta fuente de poesía y que busca en su mirada memoria: “Palabra a palabra, desde la única/ habitación sostenida por la luz”.

 

Los infraleves (Liliputienses) de Alejandro Céspedes (Gijón, 1958) poesía, que es recorrida por esa mirada lírica del poeta, firme, profunda, emotiva, con enjundia, generadora de luz, resplandor. Todo aderezado con esa madurez expresiva, donde se tutea con el tiempo y el ser existencial, con la muerte, con el SIDA, el amor, el deseo: pulsión sexual y el desengaño de la vida, entre otros temas, que duelen al leerlos. Un libro sin artificio retórico que valga, y sí con una poesía reflexiva en busca de respuestas e identidades, de esa otredad. Y a pesar de ser un poemario con una gran dosis de narratividad hay lirismo por doquier: “Veo a la muerte en tránsito con la mirada fija en mi balcón”.

 

Poesía completa. Volumen I (Sexto Piso) de Jon Fosse (Haugesund, Noruega, 1959), reciente Premio Nobel de Literatura 2023, que no es poca cosa. Este volumen está traducido por Cristina Gómez-Baggethun. Fosse además de poeta es dramaturgo y narrador, y en su poesía brilla la sencillez y desnudez de sus versos, que se fijan en lo que conocemos, en la cotidianeidad de la vida diaria, para elevarla a la categoría de poesía; y nos hace apostar por la belleza y la esperanza. Pues, su poesía es toda fulgor. Y me gusta que en dos de estos tres primeros libros suyos se inspire en Trakl y Hölderlin. Poemas con blanco y azul y perro y ángel: “y la luz que no es luz, en la luz”.

 

Las últimas semanas (Huerga y Fierro) de Enrique Falcón (Valencia, 1968), en la senda del ciclo narrativo del cosmos de su Sílithus, es la prueba testimonial de que la poesía de este gran poeta nos deja marcada nuestra alma con los surcos de sus versos; y a la vez, leer este libro es el mayor y más audaz regalo que le podemos dar a nuestro cerebro. La poesía de Falcón es bella, cálida, poderosa, con enjundia y está repartida en esta ocasión en fragmentos de 30 versos, de este único poema. Un viaje hermoso y sugestivo es su lectura, con exigencia lectura cómplice, aunque justo y necesario. Son versos rebeldes, conmovedores: “en casi todos los rincones sobre todos los techos”.

 

Aubade (Huerga y Fierro), de la reciente ganadora del XLII Premio Leonor de Poesía Josefina Aguilar Recuenco (Almería, 1971), es todo un acontecimiento poético: todo un amanecer, cual canción de amor por la mañana, es la ventana de la poeta en su navegación y su quehacer demiurgo: esa alborada que nos enamora, que nos hechiza. Es la búsqueda arriesgada de llegar, entrar en ese espacio velado o no, de lo imposible, de lo indecible, pero que esta ahí: en el poema y él nos ofrece iluminación, resplandor, revelación que nos ayuda a sobrevivir. Y todo esto no es sobre lo inaudito y sí sobre lo que nos concierne y abraza: eso que conocemos: “Navegar es una sed que avanza hacia ti”.

 

Arboretum. Breve antología de árboles caídos (Liliputienses), de Gsús Bonilla (Don Benito, Badajoz, 1971) llega con prólogo de la admirada poeta y profesora María Ángeles Pérez López y con el Primer Premio Internacional de Ecopoesía Valle del Jerte. ¡Ahí es nada! 36 poemas de exquisita sensibilidad y factura, que es justo y necesario leer. Pues sí gestionamos las emociones ecológicamente y las transformamos positivamente, seguramente tendremos mucho más respeto y consideración por todos los seres vivos que pueblan nuestro planeta. La poesía y esta poesía, más en concreto, nos ayudarán a ello. Y piensen, personas lectoras: “que la última llamada de auxilio/ fue un aullido”.

 

Especie (Bartleby) es el soberbio poemario de la escritora salmantina Pilar Fraile (1975), quien recientemente también ha obtenido el Premio de la Crítica de Castilla y León por la novela Días de euforia. Pues bien, en este poemario, Especie, que consta de cuatro partes poéticas: Sublengua, Manada, Exterminio, Destiempo y Será plaga, con sus pertinentes prosas explicativas: inteligentes, pedagógicas, futuristas. Una obra de compleja estructura, pero de lectura fácil, de las que te hacen pensar. Es un muestra, firme y serena de la actualidad que nos acontece y de cómo nos vemos implicados en ella los bípedos implumes. Es como “esa voz que subía desde los cálices”.

 

La poesía feroz, atrevida y ya madura de Celia Carrasco Gil (Tudela, 2000) está en Rupestre (Olifante). Y leer este poemario es echarle un pulso a la realidad y a la propia poesía, sin ir más lejos. Y hablar sobre ellas es hablar de algo que es fruto del trabajo, del azar y la necesidad, con muchas dosis de ilusión y entusiasmo juvenil. Supongo que hablar de poesía y realidad o viceversa es un intento de aproximarnos, con temblor y temor, a conocer la vida, paisaje y paisanaje, el amor, el dolor, el sufrimiento, la muerte; también lo lúdico y lo lúcido, desde la experimentación y la creación para ponernos en el camino del conocer, del ser siendo: “Ser órgano escindido/ que alguien toque a solas y en sordina cada noche/ en otra forma nueva”.

 

Por último comentarles que la poesía es la necesidad de ser en la persona poeta, la que escribe o la que lee, lo mismo da. Ofrece criterio en sus versos para ser siendo, no busca humillar y sí acompañar: tiene su propia mística y su propio resplandor. La poesía nos abre los ojos para poder alejarnos de la mediocridad. Tenemos que huir de los que siguen el juego con su sonrisa cómplice, pues siempre se creen más listos que los demás. Ni lo son ni se espera que lo sean. Se les descubre por sus palabras vacías. ¡Lean poesía, por favor, y después decidan en qué bando jugar!