«Las liendres», de Isabel Pérez Montalbán
Isabel Pérez Montalbán (Córdoba, 1964). Con un tono burlón, socarrón, da un repaso a todo lo que puede uno imaginar y más: desde la sociedad y sus circunstancias, a la mujer y al hombre, con sus otras circunstancias y soledades. La poeta ha aprehendido de la vida y se ha hecho su amante sagaz. Es capaz, en su versos, de rimar locura con amor y suicidio con esperanza. No es de extrañar que le concediesen el XLI Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla y quedase finalista del Premio de Andalucía de la Crítica. Enrique Villagrasa
LAS LIENDRES
Cuando llego de un viaje,
manchada del destierro de los trenes,
gigante por la altura de los vuelos,
parece que el hogar, este hogar mío,
se ha dejado invadir por la carcoma,
y junto a cada cosa hay pequeños montones
de polvo amarillento o serrín de una píldora,
como lágrimas secas, limaduras de semen,
rancia harina de libro censurado,
nieve vieja o granizo arqueológico.
Como esa nieve sucia que llevan por el pelo
algunos niños, yo misma criatura,
yo misma salpicado el pelo rubio
de larvas en su punto de eclosión:
liendres frías de expósita, contagio y caspa enferma
aprendiendo a leer con tres años parásitos,
aprendiendo mis liendres como yo
ese alfabeto igual de los más bichos.
Aprendiendo mis liendres las sumas y las restas,
multiplican sus huevos: la melena fulgura.
Me recibe esa nieve, en fin, la sal
de una marisma sur desterrada en mi casa.
La mujer en su almario me recibe,
la rabia de mi sombra, combatiente,
la vulva y su estatuto por cumplir.
Me recibe el arraigo a los limones
y al azulillo de la blanca ropa.
Y también un pellizco de locura,
la incertidumbre bronca de otra vida
si otra fuera mi vida con patios y pilistras.
Quiero entonces volver a las ciudades
extranjeras y utópicas, a la calle insurrecta,
para no abaratar el sueño nunca.
Y volver a las brasas más remotas
de cuando en cuevas húmedas
habitamos silvestres, recolectando frutos
y leña, sapiens del Paleolítico
cubiertos por las pieles de la caza,
cuando artistas del óxido, casi humanos domésticos,
pintamos las escenas más rupestres.
Que la distancia levante el futuro,
que las hienas devoren los cadáveres frescos,
y tanta mi crueldad y tanto mi egoísmo
que a veces los latidos se me olvidan
y entonces quiero un mal como psicópata
que me humilla nombrarlo solamente:
que eclosionen las liendres en la cabeza de otros.
Poema de Vikinga, de Isabel Pérez Montalbán
Vikinga
Isabel Pérez Montalbán
Visor
92 págs. 12€