Las andanzas de un poeta de ayer y hoy en un Madrid en llamas

Huerga y Fierro publica el tercer poemario del heterónimo Luis Tulsa.

Texto: Enrique Villagrasa

 

El poeta Luis Tulsa (Valparaiso, Chile, 1993), quien desde su adolescencia vive en Madrid, pergeña en su tercer poemario Andanzas por el Cielo y el Infierno esos ecos de la Comedia de Dante para una lectura de suma actualidad en y de nuestras calles. Tulsa el Errante puede decirse que lo conoce todo, desde su raíz, como buen filólogo, y lo vive todo, con apenas cinco euros, en un Madrid en llamas. Es el tercer poemario, el cual me ha sorprendido para bien: es su mejor libro, de este sabio encarnado en un joven cuerpo con ganas de ser esa zarza ardiendo en medio de la ciudad, su paisaje y su paisanaje: quiere ser siendo, no es solo el que es.

 

Y como bien dice Rolando Guevara, de la Academia de Críticos de Valparaíso: “Sus nuevos poemas son vulgares y trascendentes a la vez, como no podía ser menos. ¡Pero Tulsa tiene el dorado! Quiero decir con esto que tiene espíritu, que el soplo lo atraviesa y le impulsa a cantar lo bello de lo feo y el heroísmo de vivir pese a precarios empleos, pese a haber leído La tempestad y haber querido ser Ariel y no el Calibán canalla, urbano y erudito que es. Nuestras penas y nuestros fracasos él los convierte en brillantes piezas de bisutería, expuestas al sol de la urraca. ¡Qué más da que el diamante sea diamante, si además de diamante es otra cosa!”

 

Él, nuestro Tulsa, “enamorado del amor” tiene claro que la poesía no es compasiva. Y que la poesía hace que el poeta se pierda sin solución: locura dícese. Sueños de lirios decía Óscar Ayala. La vida poética, quehacer demiurgo y existencia imbricadas, que anida en Andanzas por el Cielo y el Infierno, confirma más aún si cabe la reputación de este poeta treintañero, como creador de un mundo y un tono propios dentro de esta generación de poetas excelentes, donde el pensamiento siente y el sentimiento piensa. Hay excelencia y enjundia poética. Creo que las personas lectoras debemos abrir nuestras puertas y ventanas a este poeta que trae “ahogado, herido”, su “joven corazón”.

 

Vale la pena decir que tanto Luis Tulsa, como Fernando Plata (Pontevedra, 1999) son heterónimos de José Luis Rey, que como bien dice la Real Academia Española es la Identidad literaria ficticia, creada por un autor, que le atribuye una biografía y un estilo particular. Así pues, Rey atribuye parte de su producción a estos heterónimos. ¡Ahí es nada! Cabe recordar que tras la publicación de El dorado (Visor, 2023), José Luis Rey cerró su obra poética. Esa asombrosa obra poética, digna de todo elogio, “en la colina de la eternidad”.

 

Ironía por doquier es lo que encontramos en Andanzas por el cielo y el infierno, que hará que todas las personas que leamos estos 80 poemas extensos pasemos un rato divertido con sus pensamientos y andanzas de este poeta que todo lo quiere saber y conocer. Hay de los jóvenes que no saben que son jóvenes: “El borracho es un dios sin paraíso”. Admirable este pulso a la vida, a la muerte, al lenguaje, esta apuesta ética y estética: “pues la cerveza y la vida/ son solo para los jóvenes”. Bien vale la pena leer este libro. No les defraudará, personas lectoras: creo que es una poesía “donde puso su oro/ la luz del sol/ tardío”.

 

ANDANZAS

 

Éstas son mis andanzas

por el cielo y el infierno.

No me guía ningún Virgilio.

No adoro a ninguna Beatriz.

Estuve en el cielo:

era un pueblo pequeño

lleno de envidias

y chismes.

Estuve en el infierno:

es una gran capital

llena de bondad

y bares.

Ni en uno ni en

otro

me quedé.

Porque soy Tulsa el Errante

por la tierra,

cantor de la basura y los crepúsculos.

Oh poderes del cielo,

oh tristezas del infierno,

reconciliaos en mí.

Que mi poesía sirva

a Dios y a los hombres,

que esté hecha por amor a ellos,

pues yo sería un rematado imbécil

si no fuera así.

Cógeme de la mano, tú, lector,

tú que también llevas

en tu corazón

el cielo y el infierno.

Te llevaré a prostíbulos

y a la cima del Mont Blanc.

Te llevaré a garitos inmundos

y a blancas pistas de tenis.

Oh el humillado, oh el bendecido

Tulsa,

que se hartó de joder y ser jodido.

Aquí están mis andanzas.