La uÑa RoTa publica el poemario póstumo de Guadalupe Grande

«Jarrón y tempestad», un libro perturbador en sus temas a la vez que potente en las exploraciones de la memoria colectiva y familiar. 

Ilustración de «Jarrón y tempestad».

 

Texto: Enrique VILLAGRASA

 

Leer Jarrón y tempestad (La uÑa RoTa), poemario póstumo de la antropóloga, poeta, ensayista, crítica literaria e ilustradora Guadalupe Grande (Madrid, 1965-2021), es como contemplar toda la intimidad creadora de la poeta, pues ese quehacer demiurgo está al descubierto: verdad y belleza, calidad a raudales. Ahí están las ganas de preguntar y preguntarse en su honestidad: por la vida, la familia, el amor y el dolor: en el encuentro y en la despedida, a través de ese regurgitar del lenguaje. Y esta su poesía no es tanto esa metáfora de la vida cuanto una realidad, paisaje y paisanaje, en movimiento. O una imagen sucesiva de un tema recurrente, la vida, de desarrollo y ámbito transgeneracional y cuyo límite infinito es, y sin ir más lejos, el mundo actual, su ser contemporánea; dado que es desde el que la poeta imbricada, con él y en él, habla, escribe y vive, a través del lenguaje que maneja a su antojo y de qué manera: haciendo las más de las veces comprensible el verso para todas las personas lectoras de poesía: “como la madre que sonríe y cruza las manos para atravesar el día” o “son las doce y media de la mañana las sábanas que guían la órbita de los planetas acaban de llegar de la lavandería mi padre cumple 77 años”.

Jarrón y tempestad, que es y será un libro muy importante en la literatura española, cuenta con cinco de sus collages, el de la portada y los cuatro interiores, en un volumen admirablemente editado, en el que los poemas están hilvanado sin signos puntuación, sin esos trazos ni artilugios de formalidad, todo minúsculas, que dan cuenta de su franqueza léxica y de su extraordinaria veracidad en esa su inteligencia emocional bárbara: todo experimentación creativa. Versos que nos hablan de esas diversas caras del amor y de la muerte, y del rostro de la soledad. Por lo que podemos decir que es un libro perturbador en sus temas a la vez que potente en esas exploraciones de la memoria colectiva y también familiar. A la vez que demuestra lo exigente de esta poeta en la radicalidad y en la enjundia verbal de sus expresivas propuestas. Jarrón y tempestad trae a la memoria la Comedia de Dante. Pues, hay descenso a los infiernos y un recorrido ascensional tras la dignidad y la conciencia a través del lenguaje: con la palabra de esta poeta irrepetible, que acertadamente logra en este poemario su más alta cima creativa, su profundidad más visionaria y extrema: “en la gran confusión del gran ruido del gran despilfarro de la gran miseria de la omnívora publicidad de la trastienda infinita”.

En este poemario utiliza o juega con varios idiomas y con notas musicales, y ella y su poesía se vislumbran hasta en las notas en el margen; además, se lee, se entiende, se manifiesta, como revelación de la conciencia propia y social y como (de)construcción activa de la identidad, en un ejercicio que pergeña la escritura como signo de salvación frente a la incertidumbre de esta tragicomedia: sanación poética vital sin laicos exorcismos que valgan: temor y temblor, azar y necesidad. Así, pues, la poesía de Guadalupe Grande trata de la vida, de todos nosotros, de las personas lectoras. Fue es y será una persona creativa, honesta, que nos interpela cara a cara, de frente, sin impostura ni cinismo, y nos descubre sin concesiones ese lado oscuro en el que nos cuesta reconocernos: no es posible leer estos poemas sin un latigazo cerebral y/o una punzada enorme en el estómago: “algunas cosas sé pero nada importa cuanto pueda saber// nada sé de los abismos de la desigualdad en los que se/ dan forma mutua el agua y la piedra”.

 

 

un caballo es un caballo no es un caballo

 

(…)

 

a las nuevas generaciones les diría memorizad algún

verso que exprese verdad o belleza os puede ser útil en

la vida mi marido no tuvo nada que ver con la quie-

bra del banco solo era el cajero fue el presidente

thomas rod y de la falta de escrúpulos del sirvengüen-

za de su hijo pero al que metieron en la cárcel fue a mi

marido y yo me quedé sola con dos hijos que alimen-

tar vestir y llevar al colegio lo hice los dejé en el mundo

limpios y fuertes siempre siguiendo la enseñanza del

poeta pope cumple bien con tu papel en ello reside

todo el honor

 

(última estrofa del poema)