La ruptura de lo cotidiano en los cuentos de Kim Ae-ran
Godall Edicions publica la antología de relatos «Afuera es verano» de la escritora coreana.
Texto: Elena CARMONA
En cada uno de los relatos de la escritora coreana Kim Ae-ran (Incheon, 1980), recogidos en la antología Afuera es verano y publicada por Godall Edicions este mismo año, un hecho disruptivo es el que da el pistoletazo de salida: la pérdida de un hijo pequeño por un accidente en la guardería, la implicación injusta en un acto criminal que no se ha cometido, el momento en el que una madre se da cuenta de que no conoce realmente a su hijo adolescente o el principio del desamor en una relación de años de convivencia, son algunas de las rupturas de lo cotidiano sobre las que la autora construye sus cuentos. A modo de instantánea, los textos de Kim Ae-ran se revelan pasado un tiempo de exposición muy corto, normalmente apenas superior a quince páginas, dejándonos con una imagen fija en la cabeza que permanece allí como un recuerdo implantado.
Decía Julio Cortázar que en ese combate que se entabla entre un texto apasionante y su lector, la novela gana siempre por puntos, mientras que el cuento debe ganar por knock-out. Los relatos de Kim Ae-ran no te sorprenden con un golpe final que te deja KO, de hecho el lector parte de ese mismo estado ya desde los primeros párrafos; son más bien las posibilidades que quedan fuera del relato las que se ciernen sobre ti como una amenaza lenta e impredecible, que no terminas de ver por completo pero a la que le notas las dimensiones. En una entrevista para la revista Azalea, Kim Ae-ran mencionó que sus historias tienden a desarrollarse en la periferia o en los campos magnéticos de los acontecimientos centrales, no tanto en los acontecimientos en sí. Por eso, decía, «cuando escribo sobre una ciudad, acabo escribiendo sobre todo menos sobre la ciudad, y cuando escribo sobre padres, las familias que retrato contienen todo menos al padre». Esto resulta especialmente evidente también en la otra antología de relatos de la autora publicada por la misma editorial en 2018, Corre, papá, corre (ambas traducidas también al catalán).
Maternidades no canónicas, lenguas minorizadas o tragedias nacionales son otros de los temas que la autora trata desde los márgenes, introduciendo algunas referencias culturales específicamente coreanas —como no puede ser de otra manera— que enriquecen la experiencia lectora y que a pesar de su especificidad transmiten sensaciones profundamente humanas y universales. Los relatos de Kim Ae-ran recogidos en esta poderosa antología, podríamos decir que son como un juego de jenga en el que la estructura de bloques de madera sería la estructura familiar, núcleo de la experiencia vital de todo ser humano, u otras estructuras como la laboral o afectiva, en las que la autora va quitando bloques para ver si la torre se mantiene o se derrumba. Normalmente, y esto no es ningún spoiler, las torres se mantienen, pero es en ese temblor previo donde habitan los relatos de Kim Ae-ran.