Kim Ho-yeon: “¿Quién se atrevería a contratar a un indigente en su negocio?”

El escritor coreano publica “La asombrosa tienda de la señora Yeom” (Duomo Ediciones).

Texto: David VALIENTE  Foto: Son-Hong-Ju

 

“Para mí, el Don Quijote de la Mancha es un libro sagrado y sus personajes ejercen una fuerte influencia en mi obra literaria. La novela de Miguel de Cervantes versa sobre la amistad y la búsqueda de los sueños, y en La asombrosa tienda de la señora Yeom la relación de amistad y solidaridad que mantienen la señora Yeom y Dokgo se inspira en los estrechos lazos entre Alonso Quijano y Sancho Panza”, comenta el escritor y dibujante de comic, Kim Ho-yeon (Seúl, 1974) de visita en España para promocionar su primer libro publicado en la lengua de su escritor admirado: La asombrosa tienda de la señora Yeom (Duomo Ediciones).

La asombrosa tienda de la señora Yeom ha vendido en Corea del Sur un millón de ejemplares. Y no es para menos, sobre todo porque en los actuales momentos de zozobra, tensión y guerra, estaría bien que los pueblos del mundo recuerden ciertos valores en sintonía con la convivencia, la solidaridad y el civismo. Ho-yeon nos ayuda en esta misión, contando la historia de una antigua profesora que, una vez jubilada, abre una pequeña tienda de 24 h no tanto para complementar su pensión, sino para permitir que sus empleados, una cuadrilla un tanto especial, no pierdan la esperanza y encuentren detrás del mostrador y entre las estanterías abarrotadas de productos un hogar donde recalar cuando las tormentas de la vida azotan sin compasión. La energía altruista de la señora Yeom irradia el corazón de un vagabundo llamado Dokgo, quien tiene una historia traumática borrada por el alcohol. Tras una serie de adversidades, Yeong-suk Yeom ve más allá de las apariencias y descubre en Dokgo una persona afín a su modo de ver la vida.

“En mis novelas, los personajes van en busca de sus sueños, esa es una actitud muy quijotesca; en esta caso, la encarnan la señora Yeom y Dogko, que son algo diferentes a las personas que solemos ver por la calle”, atestigua el ganador de la novena edición del Premio Literario Segye.

Lo primero que pondría de relieve es la ambientación, ¿por qué eligió como escenario principal para el desarrollo de la obra una pequeña tienda de 24 h?

En Corea del Sur se pueden encontrar muchas tiendas de conveniencia de 24 h. Hace unos treinta años, llegó una marca llamada 7-Evelen, un símbolo del capitalismo que los coreanos veíamos como un artificio que hacía la competencia a las pequeñas tiendas coreanas de toda la vida. Veinte años después, 7-Eleven terminó por sustituir a los comercios tradicionales. Además, empezamos a sentirlos lugares cómodos, donde reunirnos con otras personas hasta las tantas de la noche. Entonces, se me ocurrió la idea de escribir una novela que tuviera este tipo de tiendas como telón de fondo y que me permitiera enlazar entre sí historias de personas corrientes. Sentí en mis carnes ese ambiente de comodidad y confirmé con las personas a las que entrevisté que sentían lo mismo.

 

¿Hizo entrevistas?

Así es. Algunos amigos abandonaron su empleo y comenzaron una nueva andadura laboral en estos comercios, incluso, hay alguno por ahí que se convirtió en el propietario de una tienda. Esto me ha permitido entrevistar a personas que no conocía de nada. De hecho, intenté trabajar de dependiente en el local de uno de mis amigos, pero me dijo que no creía que fuera a desempeñar bien el oficio.

 

¿La sociedad coreana actual es un ecosistema propicio para el desarrollo de los valores que expresa en la novela, tales como la amistad, la honestidad, el compromiso…?

Creo que la sociedad coreana tiene muchas posibilidades de desarrollar esos valores. Durante mucho tiempo nos hemos centrado en el desarrollo económico, haciendo mucho hincapié en la competitividad, y no solo en el campo laboral, también hemos sumergido a nuestros estudiantes en ese ambiente competitivo. Como consecuencia, la honestidad, la solidaridad y la empatía se encuentran dañadas. Sin embargo, estoy convencido de que los coreanos contamos con la suficiente fuerza para sanar estos principios, y confío en que cuando llegue el momento, nosotros podamos recuperarlos en su totalidad.

 

¿Qué significa para usted la amistad?

Tiene mucho valor. La amistad no son solo los lazos que se establecen entre los amigos, sino que son la base de cualquier relación que las personas establecen. Así lo transmito en mi novela mediante los vínculos que se crean primero entre Dokgo y la señora Yeom y, después, entre Dokgo y la señora Seon-suk. Sigo creyendo en la amistad, pero debo reconocer que con cada año que me concede la vida se rompe el vínculo con algún amigo; lo que no significa que haya dejado de soñar con la posibilidad de forjar nuevas amistades.

 

La que no parece tener muchos amigos es Si-hyeon…

Su carácter introvertido contrasta un poco con la importancia que, por lo general, los coreanos damos a las relaciones y a nuestra capacidad de reunirnos en grupos. Por supuesto, estas asociaciones tienen su lado bueno y su lado malo. En las protestas, la gente hace piña en las plazas, aunque muchos coreanos se estresan por esta peculiaridad. Si-hyeon se automargina de la sociedad deliberadamente y representa a un tipo de persona con la que me cruzo todos los días cuando salgo de casa.

 

¿Y sueles encontrar por la calle a gente con el mismo buen carácter que la señora Yeom? Porque, no sé si estará de acuerdo conmigo, es una empresaria un tanto atípica…

Sí que lo es, resulta complicado encontrar a una persona así en la sociedad actual. Creo que representa el carácter ideal al que todo adulto ya entrado en años debería aspirar. No sé… ¿Quién se atrevería a contratar a un indigente en su negocio? Yo desde luego ni se me pasaría por la cabeza. Más señoras Yeom son necesarias tanto en Corea del Sur como en España, y existen porque debo reconocer que he recibido ayuda de gente así. Pergeñé a la señora Yeom como una profesora jubilada y católica para que la gente entendiera ese afán que el personaje tiene por cuidar a los demás.

 

Es curioso que haya hecho a su personaje cristiano en un país donde la religión de Cristo no es mayoritaria…

He querido dotar a la señora de Yeom de esa aura de buen samaritano. Soy cristiano y de algún modo mis creencias se han impregnado en la novela. En este mundo existen otras religiones muy buenas e iguales de válidas que la mía. Sin embargo, este no es un libro religioso; tan solo he pretendido mostrar que un buen creyente puede influir de manera muy positiva en la sociedad.

 

Seon-suk está convencida de que las personas no pueden cambiar, ¿está de acuerdo?

Seon-suk tan solo confía en su perro. Pero Dokgo sí experimenta una transformación. Mi corazón está dividido entre dos posturas: por un lado, creo que las personas mayores de quince años sólo cambian si experimentan una situación radical, como le sucede al protagonista de mi libro; pero, por otro lado, con mi novela he querido mostrar que los seres humanos sí podemos cambiar sin importar las circunstancias.

 

Seon-suk, al principio, tiene una imagen prejuiciosa y sesgada de Dogko, y no es la única ¿Así somos los seres humanos: creamos prejuicios de lo desconocido?

Los prejuicios son parte de nuestra naturaleza. Las personas vivimos en grupos y si alguien no encaja en el arquetipo al que estamos acostumbrados, saltan las alarmas del prejuicio; y no siempre esto es malo, no podemos olvidar que son una herramienta de supervivencia. Sin embargo, nuestro intelecto debería ayudarnos a controlarlo o, incluso, a eliminarlo. Yo no tenía grandes prejuicios contra los vagabundos porque los he visto desde muy joven, pero seguramente tendré prejuicios hacia otro tipo de personas. Muchos lectores tras leer mi libro han reconocido sus recelos hacia los vagabundos porque nunca habían pensado que detrás de esas imágenes destartaladas hay historias personales. Desde luego, estos comentarios me halagan, he conseguido que mis lectores piensen de forma diferente.

 

Algunos de sus personajes han perdido toda la capacidad de comunicarse entre ellos, ¿por qué?

Si se fija, en La asombrosa tienda de la señora Yeom, la falta de comunicación se produce dentro de los núcleos familiares; y este déficit comunicativo es más común de lo que creemos en Corea, por eso he reflexionado mucho sobre los motivos que lo originan, tarde o temprano los coreanos deberemos afrontar el sufrimiento que esta falta de diálogo provoca. Con mi libro me he limitado a lanzar la pregunta, no a dar respuesta.

 

¿Y me la daría ahora?

En nuestro caso, se debe, en gran medida, a que la sociedad coreana ya no se guía por los principios del confucionismo, que situaba a la familia en el centro del tablero social. Las familias extensas han dado paso a las familias nucleares, provocando un conflicto generacional entre las personas con cierta edad y las futuras generaciones. Los mayores siguen exigiendo a sus hijos las mismas dinámicas de antaño, mientras que los jóvenes están convencidos de que ya hacen lo suficiente. Nos enfrentamos a un conflicto importante y así trato de reflejarlo en mi novela. Estoy convencido de que la mayoría de los desentendimientos entre las personas tienen su origen en este hecho, incluso muchas disputas matrimoniales se enraízan en las tensiones que generan las familias de ambos cónyuges.

 

¿Estamos en un mundo avaricioso?

Muy avaricioso. Los bienes están mal repartidos entre las personas y los países y esto nos conduce a guerras. Como escritor tengo el deber de hablar de los valores trascendentales del mundo y transmitirlos en mis historias para hacer pensar a los lectores. Este es mi deber. Creo que hay esperanzas porque a mucha gente le ha gustado mi libro y eso significa que estos valores fundamentales se mantienen latentes. De hecho, muchos más lectores deben leer mi libro, también los españoles (risas).

 

Habla sobre la corrupción en el mundo de la cirugía estética, ¿le inspiró algún caso en concreto?

Es una cuestión importante en mi país, aunque no lo desarrollé con la intención de hacer una crítica, solo pretendía usarlo para caracterizar Dokgo y mostrar a la sociedad lo que está sucediendo. Aquí encontramos una consecuencia del sistema: una persona deja su valor en manos de otra y encima debe pagar mucho dinero. Estamos hablando de un tema ilícito como los cirujanos, unos monstruos creados por el capitalismo. En mi país se publican muchas noticias de personas muertas a manos de estos cirujanos fantasmas, y al verlas me enervo y lamento mucho su muerte. Las personas que han descubierto la verdad que esconde Dokgo me han escrito diciéndome que no le pueden perdonar, y estoy de acuerdo con ellos. En el libro planteo un dilema y quiero que las personas piensen que soluciones se pueden dar a este problema que afecta a toda la sociedad.

 

Entonces, si nadie te va a perdonar, ¿merece la pena arrepentirse, buscar el perdón?

Para Dokgo sí tiene sentido. La ayuda de la señora Yeom evitó su muerte y le dio el coraje necesario para revivir. Al final del libro el Dokgo dice: “Seguiría recordando que la vida de alguna manera tiene sentido. Seguiría viviendo como pudiera”. Muestra su arrepentimiento, aunque es consciente de la carga que lleva en su conciencia y ni siquiera le aliviará que el resto de personas le perdonen. Él no muere, pero su vida ya no es como antes, el arrepentimiento le perseguirá hasta el final de sus días. Muchos estudiantes de instituto en Corea del Sur están leyendo La asombrosa tienda de la señora Yeom y también en clubes de lectura varios. Después de debatir sobre el tema, vienen a preguntarme sobre qué sentido tiene el arrepentimiento o hasta qué punto podemos perdonar a alguien que ha cometido una falta grave; mi respuesta no cambia: un escritor solo lanza las preguntas que luego la sociedad debe debatir. Todo este proceso es muy valioso y nos permite cambiar nuestra manera de ser poco a poco.