La mejor poesía de 2024

Seis brillantes poemarios destacan en su apuesta ética y estética.

Texto: Enrique Villagrasa

 

Más allá de la literatura está la poesía y creo que en este dudoso y tenebroso año poético, en un mar del frío polar, la poesía andaba en su más hondo sueño crepuscular y no encontró ese lugar umbrío o no, en que brotase una viva fuente de agua clara que alegrase el laberinto del verso. Y, es que la memoria, enemiga de tus años y los míos, persona lectora; también enemiga del olvido, quien a nuestro pesar guarda todas nuestras cosas, queramos o no, es donde anidan esas y otras chispitas y esos fosfenos, ese sol y sus estrellas, esa luz y música que llevan dentro los versos, los poemas. Y es en estos donde encontramos belleza y verdad, temor y temblor, azar y necesidad: inteligente poesía pura, que conmueve.

 

Durante este año en Librújula y librujula.com hemos dedicado especial atención a las novedades de poesía, de las que cabe destacar estos seis libros: La vida más allá del crepúsculo (Carena) de Fernando de Villena; En el jardín del poema (Acantilado) de Juan Antonio Masoliver Ródenas; Chispitas de carne (La Bella Varsovia) de Bibiana Collado Cabrera; El sol y las otras estrellas (Visor) de Raquel Lanseros; Leonora dentro (Diputación de Soria) Josefina Aguilar Recuenco y Frío polar (Tusquets) de Isabel Bono. Poemarios escritos por unos y unas poetas extraordinarias. Y es que en todos estos libros hay esencia, enjundia, apuesta ética y estética, en ese diálogo con la muerte que es cada poema.

 

También podemos citar Himnos a los altos (José Manuel Lara, Vandalia) de Fernando Plata y con prólogo de José Luis Rey; Geografía de la ventura (Antología) (Bartleby) de Miguel Sánchez-Ostiz, con edición y prólogo de Alfredo Rodríguez; La piel cantaba (Menocuarto) de Elisa Martín Ortega y Dondequiera (Pte-Textos) de Sergi Gros. Además de Teoría y práctica del funambulismo (Luces del Gálibo) de Ferran Fernández; y Yo no estuve en Auschwitz (Huerga y Fierro) de Concha Pérez Rojas. También, la Antología (1991-2023) (Canente) de Paloma Fernandez Gomá, con prólogo es del poeta Albert Torés.

 

Asimismo, el premiado Piedra que mengua (Ayuntamiento de Lodosa) de Marina Tapia; Montblanc en sombra y piedra (Olé) de Rosa Lentini; Muda (Mahalta-Añil) de Eva Hiernaux, con prologo de Lola Andrés; Arquitectura del sueño (Huerga y Fierro) de Javier Mateo Hidalgo; Letras grandes (Chamán) de Pedro Serrano, con prólogo de Katy Parra; y el premiado Carreteras que Brillan en el Bosque (Reino de Cordelia) de Ramiro Gairín.

 

Otros de los destacados libros de este año y escritos por poetas son la tremenda historia de ella misma, La mujer incierta (Alfaguara), de la reconocida poeta, Piedad Bonnett, galardonada con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2024; y el audaz ensayo, Crítica ética. Derivas en el campo cultural (español) contemporáneo (Prensas de la Universidad de Zaragoza) del también poeta Nacho Escuín. Además de, Para no ceder a la hipnosis. Crítica y revelación en la poesía de Jorge Riechmann (Lastura) de Alberto García-Teresa. Y en traducción, la antología La piel del paisajista de Carlos de Oliveira, de cuya versión se ha ocupado inteligentemente el también poeta José Ángel Cilleruelo: la edición es bilingüe; y esa novela de aventuras en verso que es Jerusalén liberada (Acantilado) de Torquato Tasso, en edición, notas y traducción de José María Micó. ¡Ahí es nada!

 

En fin, esto es lo que ha dado este año que nos deja: poesía para encontrarse uno mismo. Y ya lo saben, personas lectoras, salir de aquí es mi destino. Pero como decía Horacio, no por salir de tu casa sales de ti mismo. Y en este invierno largo, duro y frío, estos y no otros, son los libros que se pueden leer en poesía, sabiendo que hay otras propuestas. Termino ya: ¡Próspero 2025, personas lectoras!