HORIZONTE

Barry López

Capitán Swing

624 págs.  27 €

 

Unas páginas que tienen la belleza, la profundidad y la melancolía de una larga despedida. Un viaje que empieza por su propia infancia a la busca de un padre que no estaba. Una juventud desorientada en la que no sabía si quería ser ingeniero aeronáutico o actor de teatro, hasta que un día se puso en marcha: “el viaje me hizo comprender, calmó algo que había en mi interior”.  Nos habla del afán de sus primeros viajes por transmitir grandes relatos para ser útil al lector hasta que comprendió que “uno nunca puede comprender por completo un lugar”. Y de la misma manera que el agua del río suaviza los cantos de las piedras, se va a ir moldeando el naturalista y escritor de viajes que no va a los sitios para contarlos sino para escucharlos.

Hay una humildad en la manera de narrar el planeta de Barry Lopez que resulta enternecedora, un respeto profundo y sincero por la sabiduría de las gentes. Te das cuenta de que cuanto más viaja y más conoce, menos sabe, menos seguro está de todo: “el mundo a nuestro alrededor es demasiado cambiante, demasiado polifacético, demasiado ramificado, para que nadie pueda captarlo por completo. No está hecho para que lo comprendamos”. Lamenta de manera amarga la mezquindad humana, la pobreza de la riqueza de occidente, el desastre medioambiental para satisfacer una avaricia glotona y estéril. Aun así, no deja de asombrarse de todo lo que ve, oye y siente en el planeta. Cuando habla de su infancia, se define a sí mismo como “un niño desbordado por su deseo de conocer el mundo, de nadar más allá de donde alcanza la vista”. Barry Lopez nunca dejó de ser ese niño, hasta el final.

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