El Teruel soñado de Enrique Villagrasa: “sin sueños no se resiste esta tragicomedia que nos ha tocado vivir”

El poeta y periodista cultural de Burbáguena, afincado desde hace décadas en Tarragona, ha sido galardonado con el premio Casa Bukowski por su labor como crítico de poesía.

Texto: Antonio ITURBE

 

Casa Bukowski Internacional, una organización de artistas y profesionales de la cultura repartidos por distintos puntos del planeta, organiza la Segunda edición del Festival Panhispánico de Poesía 2022, que tendrá lugar a partir del próximo 20 de noviembre. Entre los premiados de este año figura el experto en poesía de Librújula, Enrique Villagrasa, que ha recibido el Galardón Especial Casa Bukowski Internacional Crítica Literaria 2022.

Villagrasa lleva desde el arranque de Librújula acompañándonos con su megáfono poético, tanto en la edición bimestral en papel con su sección fija como con sus artículos y el Club de Poesía de la edición digital, que enciende una luz cada tarde de domingo con un poema. Él es un malabarista risueño que lleva muchos años combinando la comunicación corporativa del puerto de Tarragona con el mundo poético, como crítico literario y como autor de una obra muy sólida. Su trabajo ha aparecido recientemente en la antología La tierra y la nada, publicada por Bala Perdida y próximamente verán la luz hasta tres poemarios: Qué, Cavilacions y Cementerio de Burbáguena. Burbáguena, el pueblo de Teruel cruzado por el río Jiloca donde acompañaba a su padre a cuidar de las viñas, forma parte de su paisaje interior de manera muy intensa. Poeta apasionado pero con manos minuciosas de relojero, nos dice en su libro Límite infinito que “Todo reside en la palabra, como fuego provocado”. Y que, en definitiva: “La vida es poesía”. Lo asaltamos en su base de operaciones en Tarragona.

¿Qué tal te ha sentado este Premio de Casa Bukowski?

Muy bien. Gracias. Me pilló en casa leyendo. Al cabo de un rato empecé a dar gritos por los pasillos y las gatas me miraban expectantes. Mi hijo, Arnau, estaba en casa y le hice partícipe de mi alegría. Todo esto tras muchos años de leer y escribir. ¡Genial, resistir es vencer que decía mi padre que decía Negrín!

Conseguir prestigio como crítico de poesía me parece muy complicado. Si escribir poesía es difícil aún parece más difícil saber juzgarla y separar el grano de las pajas. ¿Cómo se juzga una poesía? ¿Con qué raseros?

No hay raseros. Hay versos y nadie es quién para juzgar. Sólo hay muchas horas de lectura y de codos pelados para leer, comprender y explicar a la persona lectora. A veces aciertas y otras no, como en todo. Pero, la poesía debe conmover y llevar pensamiento: o sea, ser inteligente o no es poesía: aquello de Unamuno: “Piensa el sentimiento, siente el pensamiento;/ que tus cantos tengan nidos en la tierra,/ y que cuando en vuelo a los cielos suban/ tras las nubes no se pierdan”. No vale todo ni todo es poesía, aunque en la tapa del libro ponga poesía.

En 2023 se cumplirán 40 años de la publicación de tu primer poemario, Arpegios. ¡Habrá que celebrarlo!

No lo había pensado. Habrá que celebrarlo.

¿En qué se diferencia aquel poeta veinteañero del de ahora?

En casi todo he mudado varias veces de voz. Hay más lectura, más escritura. Ejercicio. Aquello de ningún día sin escribir una línea y ningún día sin romper un papel. De hecho, mi último libro publicado, Arpegios y mudanzas (Instituto de Estudios Turolenses y Libros del gato negro) se titula así, pues comprende ese mi devenir telúrico de mi silencio. Mi poesía es silencio; pero un silencio esencial de versos, gestos, metáforas, espero que con enjundia para las personas lectoras, que a mi poesía se acercan, para leerla, claro.

Mucho se ha tardado en reconocerte el talento y el esfuerzo continuado durante tantos años para que la poesía tuviera su lugar en el mundo. Uno de tus últimos libros de poemas se titulaba La poesía sabe esperar. ¿El que espera no desespera?

La poesía sabe esperar (Igitur). Está visto y comprobado. La tardanza es lo de menos. El día que escribir sobre lo bueno que leo me aburra, lo dejaré. Me divierte mi trabajo de lector de poesía y poder hacer felices a los demás, si mis palabras valen para que se lea tal o cual libro.

¿Tu poesía surge de la meditación o del arrebato?

Hay arrebato y meditación.

¿Corriges mucho o dejas la erupción sobre la página?

Corrijo muchísimo. Cada lectura me lleva a la corrección. Hasta que me digo, ¡ya está bien, Enrique! Siempre estoy corrigiendo: me piden un poema y lo cambio antes de enviarlo. Eso me pasa siempre. Casi nunca estoy de acuerdo conmigo mismo ni con lo que escribo. Soy una duda impenitente.

En tu poesía hay una mirada a ese momento de construcción personal de la infancia e incluso a ese territorio casi mítico del Jiloca, en lo profundo de Teruel. ¿Tuviste que irte de Burbáguena para poder volver como poeta?

La poesía, o mi poesía es memoria, mirada y lectura. Y la infancia: paisaje y paisanaje es mi lugar ideal: mi lugar ameno, donde gozo. Es posible que haya sido bueno marchar. En la diáspora, en la distancia, se ven las cosas con otra perspectiva, como desde la viña de mi padre, en el pueblo. O sea, que no sé si sí o si no; y no soy poeta aún. Estoy en el camino, eso sí.

En uno de tus libros dices algo enigmático: “solo la palabra es el infinito”. ¿Pero realmente las palabras importan o se las lleva el viento?

Creo firmemente en que la plenitud del lenguaje es alcanzada en el verso: ese límite infinito. Las palabras sanan o destruyen, enaltecen o degradan, no se pierden tras las nubes, bien lo sabemos los periodistas, admirado Antonio. La palabra se encarna y nombra y lo nombrado existe.

En tus poemas también se habla mucho del sentido profundo de la poesía. ¿Qué sentido tiene ser poeta en el año 2022 en medio de Google, las redes sociales, el auge de las series de televisión y la subida de la luz?

Escribiremos con luz de velas o de candiles si es necesario. Pero la poesía debe seguir existiendo, para ser leída, escuchada, vivida. Esa poesía que es silencio, que te hace ver quién eres o quién no eres: ante ella no hay engaño que valga. En este 2022, la poesía es más necesaria que nunca. Hay que darle sentido a la vida, en libertad. No dejarnos llevar por las patrañas y sandeces de tantos y tantos anémicos cerebrales o hemorrágicos verbales, que haberlos haylos. La poesía nos potencia para gestionar la inteligencia emocional, si es que la hay.

Te traslado una pregunta que te gusta hacer a otros poetas: En poesía, ¿es importante la generosidad?

La generosidad es lo mejor que te puede ocurrir en esta vida. Ser generoso es un don que debemos repartir con los demás. Los poetas deberían ser más generosos. Los lectores de poesía estamos en el camino de ser y gozar de la generosidad. Tamaña generosidad la de Casa Bukowski y de Ivo Maldonado al darme esta tan alta distinción, sin ir más lejos. ¡Ahí es nada!

 ¿Los sueños nacen para festejar la agonía?

Pues claro, sin sueños no hay lucha (agonía) que resista esta tragicomedia que nos ha tocado vivir.