10 libros de poesía para leer en verano

Recomendaciones poéticas para todas las edades.

 

Texto: Enrique VILLAGRASA  Foto: Darío GONZÁLEZ

 

Dicen que no hablan las plantas (Anaya) es una de las mejores propuestas poéticas, para todas las edades, que han caído en mis manos. Florilegium de poetas y poemas exquisitos seleccionados por Raquel Lanseros (Jerez de la Frontera, 1973) y Fernando Marías (Bilbao, 1958), y bellamente ilustrados por Raquel Lagartos. Las cuatro estaciones tienen su capítulo. De la primavera al invierno, de Rosalía de Castro a Antonio Machado: cuarenta poetas del mundo. La poesía y la naturaleza hablan de y con las personas.

Nadar hasta la orilla (Olifante) de Nacho Escuín (Teruel, 1981) está lleno de vida y da cuenta de que escribir poesía es un ejercicio casi extremo de supervivencia. Aquí hay concentración semántica y profundidad poética, pues son varios y diversos los tesoros verbales. Creo que es el poemario de madurez de este poeta transtemporal. En estos poemas uno puede leer su propia vida como si fuera la de otro: “Bajo la tierra/ no hay día ni noche/ ni existe más tiempo/ que el de la angustia/y el llanto”.

Poema del bajo continuo (La Garúa) de María Salvador (Granada, 1986), o la codificación de la armonía en la Magdalena penitente de Pedro de Mena (1628-1688). La poeta aprovecha esta imagen para teorizar sobre el amor y el dolor, sobre lo que ve y experimenta en este eco del ser. Un poemario brillante, que abre y cierra su teodicea: “Ella se hizo ceniza y encontró/ las formas rápidas del agua”. Arquitectura verbal e ironía: “Arrancándole la materia viva/ a la madera tallada”.

Ritual del laberinto (Bartleby) de Julio Mas Alcaraz (Madrid, 1970), con inteligente epílogo de Jordi Doce. Calidad y belleza en esta poesía narrativa. Un magnífico guión o unos apuntes magistrales para un paisaje de ayer y hoy. También un buen monólogo dramático con voz en off. Dos mujeres, abuela y nieta: “El asombro de ser,/ cada una, un sueño de la otra”. Lenguaje, mirada y memoria: “Os he visto quitar los caramelos de las bocas de los fusilados”. Poesía justa y necesaria que se pega a la piel.

Ensayo para una misión (Versátiles) de Fran Ignacio Mendoza (Orellana-Extremadura, 1968), con explicativo prólogo de Agustín Calvo Galán es un canto al poema de Frost, El camino…, en un “No saber si me atrae la noche o tu locura”. Calidad y belleza que señala el sendero a seguir en y con el sentido de la poesía: darle voz al amor, al encuentro, a la existencia: demostrando que hay fuerzas que pasan por el laberinto del saber: “En esta maniobra de atravesar/y definir el contorno de tu geografía”.

Saturn darrere nostre: el glaç, el got, el buit, l’acte verge es un poema río (catalán castellano) en cincuenta págs. y un vinilo de 12 pulgadas con cincuenta pistas: de igual formato libro y disco, de Ginebra Raventós. Inspirado en la belleza fatal de Saturno, con un lenguaje a la medida del tiempo, de la poesía, en esa necesidad de emigrar y encontrar espacios abiertos: creando paisaje genial: alma y cosmos. El soporte que contiene al poema en entredicho: cabe otro continente: lo demuestra esta joven artista.

Sumergirse en el naufragio (Sexto piso) de Adrienne Rich (Baltimore, 1929-Santa Cruz, California, 2012), con traducción de Patricia Gonzalo. Poemas de 1971 y 1972 donde aparece el reconocido poema que da título al libro. Posiblemente este poema sea uno de los más emblemáticos de ella. Creo que esta poeta deja claro que la escritura y la poesía fueron su lugar de actividad frenética. Anhelaba que la poesía fuese un lugar de encuentro para el mundo, adonde llegar: “He venido a explorar el naufragio”.

Humo de té (Diputación de Soria) de Verónica Aranda (Madrid, 1982). Poemario que ha sido galardonado con el Premio Leonor 2020. Ecos de Corredor-Matheos en esta poesía que nos sumerge en la tradición oriental, con poemas breves de trazos sugestivos y electrizantes: meditativos. Economía de lenguaje, eliminando lo narrativo y buscando esa esencia del verso. Se mueve esta poeta en la poesía de la síntesis, de la desnudez, que se centra en captar la iluminación del instante: “En el silencio encalado”.

Ocho veces al día (Devenir) de Jacques Ancet (Lyon, 1942), edición bilingüe con traducción de Cristina Madero y Paulina Vinderman, y prólogo de Mario Buchbinder. Ocho poemas en prosa contiene cada una de las ocho partes de este libro que alcanza la grácil cima de la poesía por su intensidad: pasión y luminosidad, contención verbal y elegancia expresiva en el límite del verso: “A veces, se oye su lluvia inversa. Otras veces, es un coro silencioso. Una torsión negra y gimiente”.

Alejandra Pizarnik y sus múltiples voces (Huso), edición y selección a cargo de Mayda Bustamante. Hasta 85 voces amigas de quince países se abrazan al privilegio de celebrar su 85 aniversario. Un trabajo magnífico: el sutil lugar del amor: prosa y poesía de necesaria y justa lectura, desde Chantall Maillard y Myriam Pizarnik hasta Amalia Iglesias y Mercedes de Vega. Lástima que no figure en este florilegium una poeta que hasta tiene una obra con este título Leyendo a Alejandra Pizarnik, Rosa Lentini.