El novelista que más libros ha vendido en la historia es una mujer
Agatha Christie ha hecho leer a varias generaciones en 109 países con sus magistrales intrigas diseñadas con la precisión de un rompecabezas. Seguimos calentando motores para el arranque de BCNegra.
Texto: Sabina FRIELDJUDSSËN
“He aquí un rebaño de sospechosos entre los cuales debo escoger al malvado. Vea el lector si es capaz de detectar a la oveja negra», escribió Agatha Christie. Un lugar cerrado, un asesinato misterioso, una serie de indicios, un círculo limitado de sospechosos y finalmente el descubrimiento del asesino. Este es el esquema canónico del llamado de manera casera “Whodunit” (El “who has done it?” de los anglos). Se trata, en definitiva, de la novela acertijo.
Algunos puristas ponen en cuestión si esta novela acertijo que funciona como un artefacto narrativo ha de considerarse novela negra, porque consideran que le falta ambigüedad moral y crítica social. Lo miren como lo miren, Agatha Christie es una maestra absoluta en el arte de la intriga. Muchos lectores tienen mucho que agradecerle en esos largos veranos sin redes sociales, series y ni siquiera vídeo en que era capaz de tenernos en vilo durante horas hasta la última página en sus agudos enigmas escritos con precisión de relojera.
A Agatha Christie (1890-1976) el Libro Guinness de los Récords la calificó como la novelista que más obras ha vendido de todos los tiempos. Traducida en 109 países, se han vendido dos mil millones de copias de sus intrigas, solo superada por el teatro de William Shakespeare y la Biblia. Su nieto se hizo millonario sólo con los derechos de La ratonera, que le cedió con 8 años. 68 novelas policiacas entre Poirot y Miss Marple la contemplan.
Mientras se recuperaba en la cama de una enfermedad, escribió su primer cuento, The House of Beauty, sobre el mundo de la locura y los sueños. Algunos de sus relatos posteriores ilustraron su interés por el espiritismo y lo paranormal. Conoció a Archibald Christie —aviador de la Royal Flying Corps— en un baile y se casaron enseguida. En 1914, con el estallido de la Primera Guerra Mundial, su marido fue enviado a Francia para combatir a las fuerzas alemanas. Agatha también colaboró durante la guerra y se unió a la Voluntary Aid Detachment (VAD), donde atendió soldados heridos en el Hospital de Torquay. En su desempeño como enfermera, aprendió sobre narcóticos y envenenamientos, lo que le iba a ser muy útil más adelante para sus libros (en más de 50 interviene algún tipo de veneno)
Después de leer La dama de blanco y La piedra lunar de Wilkie Collins y las primeras historias de Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, Christie se convirtió en seguidora de los relatos detectivescos.
«Me apuesto cualquier cosa a que no logras escribir un buen relato de detectives». Todo empezó con ese desafío que le lanzó su hermana Madge. Fue así como en 1920 escribió su primera novela policíaca, El misterioso caso de Styles, donde presentó al detective belga Hércules Poirot, bigotudo y un poco redicho, que se va a repartir en el futuro las investigaciones de sus novelas con la señorita Marple, ofreciendo dos modelos de ingenio deductivo similares pero con maneras distintas.
Esa primera novela no fue aceptada por seis editoriales, pero la séptima aceptó publicarla con un contrato leonino e hicieron una modesta tirada de 2.000 ejemplares. El resto, ya es historia.
En su debut con El misterioso caso de Styles Agatha Christie ya aprovecha los conocimientos en venenos adquiridos en la Cruz Roja. De hecho, la víctima es envenenada con estricnina. En este libro aparecen tres de sus más relevantes personajes: Poirot; Hastings, su fiel amigo y ayudante, y el Inspector Japp. Pero no solo hay misterio en las novelas de Agatha Christie. También lo hubo en su vida. Uno de los episodios más intrigantes es el de su desaparición en 1926.
Su marido le confesó que estaba enamorado de otra mujer y solicitó el divorcio. La pareja tuvo una fuerte discusión el 3 de diciembre y él abandonó su residencia de Berkshire para pasar el fin de semana con su amante. Esa misma noche, Christie desapareció. Su automóvil, un Morris Cowley, fue encontrado más tarde en Newlands Corner al lado de un lago cercano a Guildford, junto con prendas de ropa y un permiso de conducir caducado.
El hecho provocó una severa conmoción entre sus seguidores y atrajo la atención de la prensa. El ministro del Interior presionó a la policía y un periódico ofreció 100 libras como recompensa. Más de mil agentes de policía, 15 000 voluntarios y varios aviones rastrillaron e investigaron la zona rural. Sir Arthur Conan Doyle, inclusive, tan creyente en las cosas paranormales, le dio uno de los guantes de Christie a un médium para que lograra percibirla. Se dragaron estanques, arroyos, se utilizaron perros rastreadores. Finalmente, tras todo el revuelo organizado, once días después Agatha Christie apareció plácidamente en un elegante hotel donde se había registrado con otro nombre y dijo estar en un estado de amnesia y no recordar cómo había llegado hasta allí. Nunca quedó claro si fue una maniobra publicitaria para promocionar su nueva novela como denunciaron algunos diarios sensacionalistas, un shock nervioso o montó todo el lío para fastidiar a su volátil esposo. Ella, que nunca descuidaba un detalle, se inscribió en el hotel con el apellido de la amante de su marido.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Christie se desempeñó en la farmacia del University College de Londres, donde adquirió más conocimientos sobre los venenos y productos químicos que se sumaron a los que había recopilado durante su trabajo anterior. En sus libros todo está medido al milímetro, como la dosis de una inyección.
Su última aparición pública ocurrió en 1974 cuando asistió al estreno de la versión cinematográfica de Asesinato en el Orient Express protagonizada por Albert Finney. Mañana, seguimos en Librújula con Dashiell Hammett en este repaso a algunos de los momentos estelares de la historia del género negro para prepararnos para el festival de novela policiaca BCNegra, que se inicia el 3 de febrero en Barcelona.