El extraño verano de 1816, el más frío de la historia moderna, vio nacer al monstruo más solitario de la historia de la literatura

La erupción del volcán Tambora, en Indonesia arrojó a la atmósfera millones de toneladas de partículas en suspensión que crearon una pantalla que detuvo los rayos del sol y enfrió el planeta. Eso tuvo también consecuencias literarias.

Texto: Antonio ITURBE Ilustración: Alfonso ZAPICO

 

Villa Diodati (Ginebra), 1816

Es verano, pero parece invierno. Desde la ventana de la casa, la orilla del Lago de Ginegra se muestra como la costa gélida de algún territorio polar. Mary Godwyn observa la escarcha en los caminos y la intemperie desolada. Hay algo extraño, incluso ominoso, en esa climatología y pese a la poderosa calefacción de la casa, un escalofrío le recorre la espina dorsal.  Se unen a ella frente al ventanal su prometido, Percy Shelley, y su amigo, el también escritor John Polidori.

Observan ensimismados cómo se arma una tormenta sobre el lago que convierte el día en noche. Han decidido dedicar esos días en que el mal tiempo los tiene encerrados en la casa a leer historias de fantasmas. En ese momento aparece de repente, llevado de ese arrebato suyo tan característico, el dueño de la casa, el poeta George Gordon Byron, al que todos conocen como Lord Byron. Entra agitando un libro en la mano. Les cuenta atropelladamente que en ese libro que está leyendo, un grupo de viajeros se narra mutuamente sus experiencias más sobrenaturales, vividas o soñadas, que viene a ser lo mismo. Todos lo miran y les sonríe de manera pícara: desafía a sus compañeros a escribir un cuento de terror y ver quién es capaz de lograr el más inquietante de todos.

El sonido de los primeros truenos, la luz temblorosa de los candelabros, el láudano… los sumen en un estado de máxima sugestión. Mary sólo tiene 19 años y se siente intimidada de enfrentarse literariamente a tres escritores de ese nivel y no acaba de venirle a la cabeza qué puede contar que sea absolutamente estremecedor. Se retira unas horas a descansar a su habitación y en la cama le sobreviene un sueño agitado: un estudiante de fisiología de aspecto enfermizo manipula un cuerpo armado a partir de la unión de distintos pedazos de cadáveres mutilados y trata, llevado de un impulso febril, de aplicar las modernas técnicas científicas para traer ese cuerpo a la vida. Cuando despierta de esa pesadilla es de madrugada y el aire helado escupe la lluvia contra el ventanal. Sin esperar a que amanezca, a la luz de unas velas que tiemblan tanto como ella, empieza a redactar la historia de un doctor empeñado en convertir la carne muerta en vida humana.

Cuando la tarde siguiente se reúnen todos en el salón de la casa, Polidori sorprende a todos al relatar con su voz grave y algo dubitativa la historia de un muerto que se alimenta de la sangre de los vivos y alcanza de esa manera la inmortalidad. Convierte en materia novelesca por primera vez el mito del vampiro. Ni Lord Byron ni Shelley se han tomado demasiado en serio el encargo. Parece que la velada va a decaer, cuando Mary con un acompañamiento de relámpagos empieza a desgranar la historia de ese ser cosido miembro a miembro por un doctor que cree que puede atravesar la frontera que separa la vida de la muerte. Los rostros de sus compañeros van mostrándose cada vez más asombrados. El amanecer los encuentra sobrecogidos por ese ser con la cabeza atornillada incapaz de distinguir entre el bien y el mal. Mary, que poco tiempo después se casará con Percy y se convertirá en Mary Shelley, gana el desafío. Ha nacido el mito de la criatura del doctor Frankenstein.

 

 ++++++++++++++++ El año sin verano

El verano de 1816 parecía el fin del mundo. La erupción descomunal del volcán Tambora, en Indonesia, -la mayor en 1.300 años- arrojó a la atmósfera millones de toneladas de partículas en suspensión que crearon una pantalla que detuvo los rayos del sol y enfrió el planeta. Eso provocó grandes anomalías climáticas en todo el mundo. Se malograron a causa de las heladas cosechas en China, el Norte de Europa y América, la lluvia se triplicó en algunos lugares y nevó incluso cerca del Ecuador, como en México, Nicaragua o Guatemala. En países, como la propia Suiza, hubo escasez de alimentos y situaciones de emergencia como no se habían vivido en siglos. Pero de todo hundimiento, algo emerge. Se dice que la escasez de forraje para alimentar a los caballos en Alemania, que murieron en gran número, animó a un inventor llamado Karl Drais a perfeccionar un aparato de locomoción impulsado por unos pedales que se dio en llamar velocípedo y que sería el ancestro de las actuales bicicletas. Ese ambiente gélido y amenazante llevó ese verano oscuro a Mary Shelley en la Villa Diodati a crear uno de los arquetipos literarios que han espoleado la imaginación humana durante generaciones.