«El barco», de Antón Castro

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Antón Castro (Santa Mariña de Lañas-Arteixo, A Coruña, 1959) reside en Zaragoza desde el otoño de 1978; entonces tuvo su primera experiencia laboral en la vendimia en Cariñena y Alfamén. Ha publicado más de cuarenta libros de narrativa y poesía, de periodismo, biografías y ensayos. En Destino publicó cuatro libros de narrativa; en 2011 reeditaba El testamento de amor de Patricio Julve (Xordica), de cuentos. En 2013 firmó El dibujante de relatos (Pregunta), con dibujos de Juan Tudela. Es autor de seis poemarios: Vivir del aire (Olifante, 2010), El paseo en bicicleta (Olifante, 2011. Josema Carrasco lo convirtió en un cómic en 2024), Seducción (Olifante, 2014), El musgo del bosque (Prensas Universitarias de Zaragoza, 2016) Vino del mar (Olifante, y El cazador de ángeles (Olifante, 2021). Ha publicado libros de literatura infantil y juvenil, como El niño, el viento y el miedo (Nalvay, 2013), La leyenda de la ciudad sumergida (Nalvay, 2014) y El tango de Doroteo (Libros de Ida y vuelta, 2017), ilustrados por Javier Hernández. En 2012 apareció su novela de formación Cariñena (Ediciones 94), que ha sido reeditada por Pregunta en 2018. Y en 2017 reeditó una nueva edición, ampliada y ya definitiva, de su libro de relatos Golpes de mar (Ediciones del Viento, 2017), el libro de una vida. Publicó con el naturalista y fotógrafo Eduardo Viñuales el volumen Aragón. Excursiones a lugares mágicos (Sua, 2018). También es autor de varios libros de artista: Los sitios de la Zaragoza inadvertida , con fotografías de Andrés Ferrer, Amor. La loca de Montalbán (Prames, 2018), con Natalio Bayo, y Mujeres soñadas (Aladrada, 2018), con fotografías de Rafael Navarro. En 2020 publicó, con Ángel Guinda, El escritor de mi vida: Gustavo Adolfo Bécquer (Olifante). Coordina desde el año 2002 el suplemento ‘Artes & Letras’ de Heraldo de Aragón. En 2013 recibió el Premio Nacional de Periodismo Cultural, en 2020 el premio José Antonio Labordeta de Comunicación y en 2022 el premio Pilar Narvión por su trabajo en periodismo cultural. Justo cuando ponía fin a este poemario en verso y prosa, Javier Calvo Torrecilla empezó a montar una película inspirada en su novela Cariñena.

Para comprender la poesía de Antón Castro, sus poemas en prosa, su lirismo, hay que aceptar su total inconformidad con la vida, su posición ante la vida. A mí me parece, pues creo en él y sus textos, que su sinceridad y su verdad es su belleza. Creo que son estos poemas un regalo el que nos hace este poeta a las personas lectoras. Su ser lírico, poético, narrativo, es tan prodigioso como la existencia misma. Creo que su ingenuidad de gran calado es una manera de ser siendo, de pureza, con una mirada inocente sobre este mundo que no es dado. Creo pues, que la poesía de Castro refulge ante nosotros, sus personas lectoras como un sol del mediodía tras la galerna y sus poemas, sus versos, son, no cabe duda, la mejor de las sonrisas con la que saludar al milagro de vivir cada día: “Esto es y no es un sueño. Es un regalo. Llámalo como quieras, pero si quieres podría ser la isla del paraíso”.

Ni que decir tiene que Antón Castro siente por el poema en prosa una especial predilección y uno de sus secretos a voces es este poemario que nos ocupa, En el centro del Jardín, sin ir más lejos. Aunque esa luna que le persigue, hecha de oro blanco, irrumpa para él y sus lectores como un vendaval incontenible del fuego del deseo. Pienso que Antón apuesta por esa búsqueda de lo primigenio en sus textos y en estos poemas en prosa es donde aflora con mayor claridad si cabe. Escribir un poema para él, es apresar el todo: “Sobre ti, como una aparición, pasaron las gaviotas,
los cormoranes, incluso el albatros”.  Enrique Villagrasa.

 

El barco

Hay cosas insólitas que solo suceden en las novelas de Manuel Vilas. Amores desmesurados y un poco sangrientos, viajes por

las ciudades del mar, diálogos con espectros del ayer, como el que puede vivirse en el cementerio de Sétte ante la tumba de

Paul Valéry, bañada por el oro del sol. Hay cosas inesperadas que fecundan la imaginación de irrealidad. De repente, recibí

un wasap de una mujer que se ha acostumbrado a abrazar las utopías. No estaba lejos, y me reservaba una sorpresa. Otra

más. Me esperaba en un café donde la música no dejaba de sonar, más bien suave y preñada de imágenes. Apenas me dejó

entrar; en cuanto me vio llegar, vino hacia mí y salimos. «¿No me vas a invitar ni a café ni a una cerveza?». «Calla, calla».

Le encantaba decir eso: era como si me pidiese no pierdas el tiempo, no digas vaguedades, anda anda, andanda, otro vocablo

que parecía hacerla feliz y empoderada a su modo. Salimos a la calle, atravesamos una avenida principal, ingresamos en callejas

secundarias con moreras, y dos ermitas, y muchos comercios.

Y niños jugando a todo, hasta a hacer cine con el móvil.

No sé de qué hablamos ni qué me quería contar.

No tardamos en llegar a una de las últimas casas donde terminaba el pueblo y empezaban las eras y los campos de perales

y manzanos. Aún brillaba la plata del agua de las acequias como un puñal que se deslíe. Entramos en una especie de corral, que

más bien era jardín donde había un barco. Sí, como lo digo: un barco, que en algún momento debió llamarse Navegar la

Noche. Cualquier comentario de asombro que haga parecerá parco. Pobre de emoción y de deslumbramiento. Era realmente

bonito y perfecto. Casi un anacronismo visual o una alucinación a la intemperie. Y bastante grande. «Pero ¿esto qué es?». Me

empujó suavemente. Entramos, y era como una mansión reducida donde no faltaba ni un detalle. Una casa del mar que se

había instalado en tierra firme. No faltaban ni los fanales ni las redes ni las brújulas; no faltaban las linternas ni las cartas de

navegación ni el mapa del mundo. Ni por supuesto faltaban un amplio lecho ni una escotilla que se abría hacia cubierta. Ella

dijo: «Esto es y no es un sueño. Es un regalo. Llámalo como quieras, pero si quieres podría ser la isla del paraíso. Cuando

necesites la compañía de una sirena solo tienes que llamarme».

Aunque suene retórico, dije: «Ahora».

 

En el centro del jardín

Antón Castro

Olifante

160 págs. 15€