Redescubriendo al poeta Antonio Pereira en su centenario

Siruela reúne la obra poética completa del poeta y cuentista berciano Antonio Pereira en «Todos los poemas».

Dibujo de Encarnación Campesino

Texto: Enrique VILLAGRASA

 

He leído Todos los poemas (Siruela), que reúne la obra poética (1962-2006) de Antonio Pereira (Villafranca del Bierzo, León, 1923-León, 2009), con un epílogo del propio poeta, El poeta hace memoria, donde explica (breve pero muy curiosa, dada su chispa irónica) su trayectoria lírica diríase, y he (re)descubierto a ese poeta auténtico, curioso, que todo lo miraba y lo contaba y cantaba, con un lenguaje sencillo: el que toca y conmueve. Un poeta que puso los cinco sentidos en su obra, con buenas dosis de humor e ironía. Y estuvo atento siempre a la vida, a todo lo que le rodeaba: “La noche está rozando los cristales/ como un lobo de cuento para niños”.

Su poesía es realidad aderezada de imaginación y fantasía. Fue, no me cabe duda alguna, su forma de ser y estar en el mundo, de mirar y ser con el mundo. Sus poemas nos cuentan lo que pasaba y nos pasa, sin ir más lejos. Pues él descubrió su y el mundo para las personas lectoras. Su poesía relata historias de la vida: memoria, mirada, oído y lenguaje. Esta edición conmemora el centenario del nacimiento del poeta y narrador villafranquino, berciano, y cuenta con el inteligente y actualizado prólogo del también poeta Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, 1957), quien ya se ocupó del prólogo a Meteoros (Calambur, 2006), cuya selección fue de Úrsula Rodríguez Hesles, la esposa de Antonio: “No se puede elegir sin descubrirse./ Cuando te dije salte de entre todas/ firmé en cristales mi declaración”.

Los libros El regreso (1964), Del monte y los caminos (1966), Situaciones de ánimo (En Contar y seguir, 1962-1972), Cancionero de Sagres (1969), Memoria de Jean Moulin (En Contar y seguir, 1962-1972), Dibujo de figura (1972), Una tarde a las ocho (1995) y Viva voz (2006) conforman este volumen. Hay que apuntar que Contar y seguir, 1962-1972 (Plaza Janés, 1972) es su primera antología y los títulos citados breves cuadernos poéticos incluidos en ella: Situaciones de ánimo y Memoria de Jean Moulin.

Poco se puede añadir a lo ya dicho sobre la poesía del poeta solemne Pereira de un humor característico: cantando a su tierra natal y su dureza, también al mundo; a la vida modesta y dura de las personas anónimas; al amor y su carpe diem; a su querida Portugal: gentes, historia y ciudades. Creo que es una poesía justa y necesaria, muy personal, con excelentes retratos, estampas, de la vida de la posguerra española; y en su última etapa utiliza también una estética moderna, poemas en prosa; también, es maestro en lo clásico como los romances y sonetos y no se olvida nunca de esa poesía desenfada, dicharachera e irónica, amena y ocurrente, que logra arrancarnos buenas sonrisas, que siempre es de agradecer: “Sabía que en la noche me pensabas/ y en el día mirabas mis cumbres”.

Mestre lo explica al detalle, muy bien, en su excelente prólogo: “Antonio Pereira nombra lo que importa, lo afectuoso de su causa con la humildad de lo lírico, el espacio natal, la ética comprometida con el valor de una sencillez que trasciende la existencia social para convertirse en reivindicación crítica, y hasta utópica, de lo inmemorial. Una conmovedora elocuencia solar que expande su delicada fuerza expresiva sobre la nostalgia del futuro, el discurso amoroso y la sacralidad de los orígenes”.

Y quien no sé si se queda corto en su texto memoria es el propio poeta Pereira al relatar vicisitudes de su vida literaria: “En León radicaba -y radicalizaba- el grupo Espadaña, al que llegué tarde, casi al final de su movida navegación. Sólo tres poemas amorosos señalan mi paso junto a aquella breve y esforzada hueste. De sus poetas, el de voz más contaminante era Crémer, y tuve cuidado de admirarle pero que no me influyera. Mis poemas iban saliendo sueltos en las revistas de la época. En Poesía Española, que gobernaba García Nieto ¡y pagaba puntualmente! Y con frecuencia en Alba, azarosa empresa de mi paisano Ramón González-Alegre”.

Cabe apuntar que el poeta y narrador, admirado cuentista donde los haya, Antonio Pereira comenzó a escribir desde muy joven, aunque habría que esperar hasta los años sesenta para su eclosión como escritor. Su primer poemario El regreso se publica en la colección Adonais, en 1964. Su primer libro de cuentos Una ventana a la carretera, en 1966. Y su novela Un sitio para Soledad, en 1969. A partir de este momento se desarrolla una fructífera producción literaria, refrendada por premios tan prestigiosos como el Fastenrath (1989) de la Real Academia Española, que nadie sabe ni conoce, falta publicidad de este para el gran mercado lector, y el Castilla y León de las Letras (1999), por ejemplo.

Espero que este volumen, Todos los poemas, sirva para que no pase inadvertida esta su poesía en “la soledad mortal de sus alturas”. ¡Léanla por favor! ¡No les defraudará!

 

A vosotros

Todos los que a mi edad no sabéis que la vida nunca fue como era

o como debiera ser ni muchacha que perdiendo

su frescor alcanzara no obstante a servirnos

las horas descansadas de la consolación

 

Todos los que cerráis vuestras memorias clínicas

con la esperanza loca de que no volverán a abrirse

en distintos lugares las mismas cicatrices

 

y subís y subís escaleras de sueños

como los mares y los montes sucesivos

engañan al viajero desde que el mundo es mundo

y al viajero de atrás

 

Los que sois de mi quinta aproximadamente y los días declarados azules

en el fondo del vaso contempláis los muslos memorables

creyendo que todavía falta el último tren.