Niños con vida de perros
Se publica “Rey”, novela ganadora del Premio Edebé de Literatura Infantil de la escritora asturiana Mónica Rodríguez, inspirada en historias reales de niños que fueron acogidos y criados por perros.
Texto: Santiago BIRADO Imagen: Julia FULLERTON-BATTEN
En la nota final del libro, la autora explica que la novela “está inspirada en las historias tristemente reales de niños que fueron acogidos y criados por perros. Señala que el caso más conocido es el de Ivan Mishukov, un niño de cuatro años de la ciudad rusa de Reutov que debido a la insoportable situación familiar en su casa por culpa del alcoholismo, huyó del domicilio y convivió durante dos años con una manada de perros callejeros.
El protagonista de Rey es un niño con una madre que pasa de los gritos histéricos cuando bebe al estado catatónico con la resaca. Pero es peor aún cuando entra en casa Ulric, la nueva pareja de su madre, un individuo violento que la maltrata y siente hacia él celos y rabia. Un día, en un arrebato de furia, lanza al niño contra pared ante la pasividad paralizada de la madre, completamente derrotada y sin fuerzas para luchar por la vida de su hijo. Es entonces cuando decide irse. Irse a ninguna parte, sin nada, a vagar por los suburbios de la ciudad donde pululan indigentes endurecidos por la vida intemperie que pueden resultar peligrosos.
Pronto va a descubrir que los humanos no resultan de ninguna ayuda: sus ropas desastradas y su suciedad los hace desconfiar de él, perseguirlo. Creen que es uno de esos niños callejeros que roban. Aunque a Rey todavía le resultan peores las personas piadosas: “A veces alguna mujer mayor o un hombre de mirada indulgente se apiadaba y era peor. Aquellos hombres y aquellas mujeres querían llevarlo de regreso a su casa o dejarlo en manos de la policía y eso le aterraba. Detestaba la ciudad. Prefería estar en su hueco escondido, cubierto con la manta y masticando yerba, aunque después le doliera la tripa”.
Finalmente, encuentra una forma de vivir acercándose a una manada de perros. Son perros de la calle, resabiados, nada dóciles, que lo mismo te pueden arrebatar la comida que tengas que morderte. Tendrá que aprender las reglas de la manada y adaptarse a la comida de los perros: las sobras de los contenedores de basura, la carne que empieza a oler y la fruta podrida.
Aunque es un libro dirigido a los lectores más jóvenes, no edulcora lo que es una realidad dura: no hay varitas mágicas que obren el milagro de convertir al mendigo en príncipe: Rey lleva las ropas destrozadas porque no hay otras, duerme a la intemperie y ha de estar listo para que no le roben la manta vieja que ha encontrado tirada. A veces la comida que toman del suelo les sienta fatal y aprende de los perros la manera de sacarse esa comida en mal estado: comer hierba del suelo para provocarse el vómito.
Ni siquiera cuando Rey encuentra esa compañía, las cosas son de color de rosa porque estos perros endurecidos no son los de las películas de Disney. Poco a poco actuará como un perro más, pero tampoco eso lo tendrá fácil. Los propios perros de la manada desconfían entre ellos, pelean, y algunos se celarán de él cuando la perra dominante empiece a protegerlo. Pero aun así, hay espacio para la esperanza, porque en la vida real hay dureza pero también hay ternura, aunque llegue de quien menos imaginarías.
Daya es “esa perra que aparecía cada amanecer y cada noche y se miraban. Esa mirada le daba sentido a su espera”. Lidera la manada con firmeza y establece con Rey una conexión. Pese a ser un animal libre, sin ataduras, hallará en ella mucha más compresión y amparo que en todos los seres humanos que ha conocido. Daya es el primer ser en toda su vida que trata de cuidarlo.
Al cabo del tiempo, empieza a murmurarse en la ciudad sobre ese niño medio animal que vive con los perros como si fuera más canino que persona. Y los seres humanos querrán intervenir, eso sí, a su manera. A nuestra manera.
Hace muy valiosa esta lectura que Mónica Rodríguez no se recrea en el drama ni tampoco añade edulcorantes. Es una historia tremenda, pero también nos muestra la capacidad de adaptación de los niños y su intuición para encontrar un camino cuando todo parece derrumbarse a su alrededor. Es un libro para lectores de cualquier edad porque la lectura te golpea con su realismo de cámara al hombro, llevada con buena mano, sin discursos ni buscar efectismos, pero haciendo que el libro siga dando vueltas en la cabeza tiempo después de haber vuelto la última página. Hay mucho que aprender de la historia de Rey y sus perros.
Rey ha sido la novela ganadora del premio Edebé de Literatura Infantil, que este 2022 cumple su XXX edición. En la modalidad de Literatura Juvenil, el Premio Edebé ha recaído en la novela Un ewok en el jardín, de Pedro Ramos, que nos adentra en un tema no demasiado transitado por la literatura pero muy importante: la depresión juvenil, eso sí, con un guiño a la esperanza porque siempre hay luz al final todos los túneles.