Mauricio García Villegas: “En América Latina nuestros planes políticos están plagados de ficciones literarias”

El ensayista y profesor colombiano Mauricio García Villegas publica su último ensayo, «El viejo malestar del nuevo mundo. Ensayo sobre las emociones tristes en América Latina, sus desafueros y sus pesares» (Editorial Ariel).

Texto: David VALIENTE JIMÉNEZ

 

Que las emociones afectan al ser humano es un hecho casi indiscutible, y digo casi porque hay individuos trastornados por ciertas psicopatías o enfermedades mentales derivadas que no se ven afectados por ellas. Pero sorprende descubrir que nuestras emociones pueden marcar la pauta de desarrollo de los países. Sobre esta premisa, el ensayista y profesor colombiano Mauricio García Villegas construye su último ensayo, El viejo malestar del nuevo mundo. Ensayo sobre las emociones tristes en América Latina, sus desafueros y sus pesares (Editorial Ariel).

“Hace algunos años, escribí un libro similar a este: El país de las emociones tristes. Una explicación de los pesares de Colombia desde las emociones, las furias y los odios, en el que a través de la teoría de las emociones individuales de Baruch Spinoza analicé la situación interna de mi país”, arranca Mauricio García Villegas la entrevista concedida a Librújula. “Al igual que un psicólogo analiza las emociones que afectan al ser humana, los especialistas o ensayistas podemos comprobar cuáles son las emociones que apocan a los países”, asegura Mauricio.

“Aunque ponga mi atención en las emociones tristes, no son las únicas que interpelan a los países latinoamericanos, no existe en nosotros una tendencia racial ni nuestra genética está predispuesta a sentir odio, rabia, frustración… Bien podría haber escrito un libro similar sobre Francia, país que conozco bien, e incluso me hubiera sido más fácil hacer lo propio con Estados Unidos. Mi hipótesis es que en Colombia, en particular, y en América Latina, en general, las emociones tristes tienen un peso excesivo en lo político y en el debate público, y podemos rastrear esta tendencia a lo largo de nuestra historia sin tener que remontarnos a las independencias, nuestra reciente historia republicana también puede explicarse mediante estos presupuestos”.

Entonces, ¿cuál es el origen de estas emociones tristes? “En buena medida las emociones tristes se desencadenan por la falta de instituciones legítimas y fuertes (no me malinterprete, al decir ‘fuertes’ no me refiero a gobiernos autoritarios ni despóticos, por desgracia en Latino América ya hemos padecido mucho de esos, sino a instituciones que cuenten con el mayor beneplácito ciudadano posible). En realidad no somos del todo conscientes del daño que causa, no solo a la sociedad, también al individuo, la carencia de estas dos propiedades en las instituciones”, responde el escritor. “Las relaciones sociales deben estar reguladas para que las personas vivan en armonía”. Mauricio García Villegas considera un problema serio que los Estados carezcan de transparencia organizativa, sean incapaces de cobrar impuestos o de proteger a los ciudadanos: “El desorden y la inseguridad alientan las emociones tristes en las personas”. A estas causas, debemos sumarles otras de orden político, jurídico, social y cultural. “Lo ideal sería rastrear país por país y determinar las causas”.

En El viejo malestar del nuevo mundo hay un espacio extenso dedicado a las cuestiones coloniales, pero, sin duda, la idea más destacable guarda relación con el ‘delirio barroco’: “De origen español, fue exportado a Latinoamérica y consiste en la confusión que se produce entre la realidad y la ficción y  la incapacidad de discernir entre ambos. El ‘delirio barroco’ es rastreable en las obras de Cervantes y Calderón de la Barca y ha ocasionado que nuestra literatura sea tan fascinante”.  Sin embargo, “en Latinoamérica no hemos sabido marcar el espacio entre el mundo político y el mundo ficcional y, de hecho, nuestros planes políticos están plagados de ficciones literarias, gobernamos con mucho maximalismo y utopía, provocando desastres y grandes pesares”.

Toda Iberoamérica se vio interpelada en algún momento por ‘el delirio barroco’, pero “en los últimos cincuenta años España se ha transformado en un país más europeo y ha perdido esta cualidad”. La modernidad tocó certeramente en la columna vertebral de España, mientras que los países que componen LATAM siguen respondiendo a los estímulos de la premodernidad. “Por ello, sostengo que los latinoamericanos somos más españoles que los propios españoles. Ustedes se independizaron de la premodernidad y nosotros continuamos inmersos en ella. Nuestra tierra es hibrida, conviven lo moderno y lo premoderno”.

¿Qué medidas podrían implementarse para paliar las emociones tristes? “Construir democracias operantes y funcionales, reacias a los sistemas clientelares sin que por ello los ciudadanos queden desconectados del espacio público; en pocas palabras, Estados legítimos y eficaces”. Precisamente, lamenta Mauricio, “nuestros Estados no andan sobrados de legitimidad y eficiencia”. “Las conductas autoritarias de los gobernantes no han sido esporádicas y su eficacia aún deja mucho que desear: en algunos países el Estado es incapaz de controlar partes del territorio nacional”.

No obstante, la ineficiencia estatal se reduciría y los gobiernos contarían con mayores niveles de legitimidad, “si se incentivara el crecimiento económico, se acabara con la corrupción policial y se combatiera de manera efectiva la criminalidad derivada en muchas ocasiones del narcotráfico”. Es incuestionable que el narcotráfico azota al continente hasta dejarlo extenuado. “Nuestros países son víctimas de las nefastas políticas antidrogas exportadas por Nixon. Una ristra de estudios han demostrado que la prohibición es ineficaz en la lucha contra el tráfico, la venta y el consumo de drogas”.

Latinoamérica no tan cerca de España y viceversa

“El acento relacional entre los países latinoamericanos y España se caracteriza por el desencuentro por las presiones de Estados Unidos”, advierte Mauricio. “Y esto nos ha posicionado en un espacio marginal dentro de la dinámica internacional”. Una autentica lástima, dice el ensayista. “América Latina y España deberían mirarse, percibirse y estrechar lazos más sólidos, pues compartimos una lengua y un pasado común más que suficiente para justificar el acercamiento. Sin embargo, antes los países latinoamericanos deberían de aglutinares y dejar de negociar por separado”.

Aún con los intentos de crear instituciones transnacionales, imitando el modelo europeo, la dispersión de América Latina ha impedido que se resolvieran las enemistades internas. “Es cierto que en la actualidad las instituciones internacionales muestran su falta de ineficacia, empezando por la ONU, pero la creación de una moneda común y la apertura de las fronteras podrían desarrollar una mayor integración en el continente y potenciar las economías locales, uno de los obstáculos principales de la unidad latinoamericana”.