Benjamín Labatut: “La sensación necesaria en este momento es el pánico”

En “MANIAC”, la última sensación de las letras chilenas prosigue su exploración de los momentos estelares de la ciencia moderna en su intento por domar la realidad, jugando a ser dioses (o demonios).

Texto: Antonio LOZANO  Foto: Asís G. AYERBE

 

Cuando la literatura, con todo su andamiaje de recursos poéticos y estrategias creativas, su sensibilidad e infinita capacidad de fabulación, posa la vista sobre aquellos fundamentos científicos tan complejos y asombrosos que rozan lo inefable, en ocasiones, talento mediante, lo mejor de ambos mundos -lo racional y lo misterioso- se fusiona en obras que parecen transmitir desde una frecuencia aparte. Ocurrió con Un verdor terrible y es de nuevo el caso con MANIAC, dos sugerentes aproximaciones a la belleza, terror y locura resultantes de los esfuerzos de las grandes mentes científicas por descifrar el mundo. MANIAC, que toma su título de una máquina de computación avanzada, pivota sobre la figura del matemático húngaro John von Neumann, cuyos estudios sobre la matemática cuántica redefinieron cuanto nos rodea y sentaron las bases de nuestro presente amenazado por la Inteligencia Artificial. Benjamín Labatut (Rotterdam, 1980), de una inteligencia y locuacidad evidentes, y al que por momentos se le intuye tan convencido de su genialidad como algunos de sus sujetos de estudio (peaje quizá inevitable para alumbrarlos como lo hace), charló con LIBRÚJULA en la terraza del cuartel general de Anagrama, en Barcelona.

 

Antes de establecerte en Chile, viviste hasta los catorce años en los Países Bajos, ¿ocurre algo ahí que explica luego tu carrera literaria? 

No, lo que sí explica tal vez es el gusto por los libros porque yo viví una infancia relativamente feliz, que se quebró cuando viajé, tuve entonces que aprender un idioma nuevo, el inglés, y fueron muchos meses sin hablar cuando precisamente es algo que se me da bien. Hay una tristeza en esa parte del mundo que no te sacas con nada y que creo que está muy conectada con el pensamiento, no se puede pensar si no es desde una situación de tristeza. Hay un afán por explicar a los escritores desde la biografía que no comparto pues es el mundo interno el que determina lo que escribes y lo que no, no las experiencias. O al menos ese es mi caso, no hay nada de mi vida en mis libros.

¿Dónde situarías el origen de tu interés por la ciencia?

Lo que a mí me interesa desde siempre son los fundamentos, los absolutos, las esencias de las cosas, lo que te lleva hasta ciertas áreas: la religiosidad, el misticismo, la filosofía y a la ciencia, que no deja de ser algo con lo que escudriñar en los fundamentos. Y a lo largo de este camino al final caí en la literatura, que es una forma muy particular de entender el mundo pues es capaz de recoger las lecciones de todo el ámbito humano sin tener una verdad propia, como una religión sin credo. La literatura es como creer en un dios que no tiene nombre.

Llegas a la ciencia a través de la literatura y luego das un paso más y desembocas en las matemáticas. ¿Cómo se retroalimenten dos modelos a priori en las antípodas?

Las matemáticas son la esencia de la ciencia, además de algo profundamente esotérico. Sobre las matemáticas, que me son misteriosas, puedo proyectar todas mis inquietudes. Me interesa cuando se extreman las cosas, estoy intentando aprehender singularidades, que en matemáticas se producen en el momento en que las ecuaciones tienden al infinito, colapsan los modelos y sólo nos quedan puntos ciegos. El colmo de la ciencia tiene lugar cuando se topa con su reverso, la literatura, algo que se alimenta de paradojas, mantiene vivo el espíritu del alquimista, contiene el afán de la magia y su propósito es construir sentido, algo que carece de método y que queda fuera de la codificación de las otras áreas del saber.

¿Dirías que la ambivalencia de la ciencia, su condición simultánea de dios y demonio, es una de las facetas de la misma que te interesa más indagar?

Siempre estamos tratando de escapar de dualidades y resultan inescapables. Si ahondas en cualquier aspecto del mundo, acabarás topándote con ellas. Muchas de ellas surgen de cómo funciona nuestra mente, pero otras lo hacen de cómo funciona el universo. En nuestro afán por encontrar la unidad en toda dualidad vamos profundizando en las cosas y en este proceso resulta imposible no toparse con monstruos, conceptos para los que antes contábamos con un lenguaje, sin ninguna base en la realidad, de cara a describir su complejidad y sus paradojas. Al quedarnos sin ese vocabulario, nos hemos quedado sólo con la ciencia. Lo que necesitamos son operaciones diferentes; la ciencia se practica, es un método -como el budismo, que mucha gente se equivoca al pensar que es una creencia-, y luego hay cosas que se viven, que se sienten… La única operación que creo que sobra, por los males que trae, es la creencia. La gente que cree en Dios o que cree en la ciencia, esa es la gente para mí peligrosa. Si nos limitáramos a pensar en Dios o en la ciencia, nos ahorraríamos un montón de demonios.

¿Cómo hacer literatura de la ciencia, qué tipo de narrativa exige esta que le es ajena a otros géneros?

La literatura tiene los mismos trucos para cualquier objeto, es omnívora, depreda, las estrategias son las de la casa, es completamente intuitivo. El saber de la ciencia es delirante, las estrategias con las que aborda el mundo están basadas en el inconsciente, y los mecanismos de este son bien antiguos. La posesión, por ejemplo: los niños no juegan, sino que se convierten en lo que están jugando, el escritor debe hacer lo mismo, es un saber de cuerpo entero. Y luego hay operaciones contrarias, que vienen de la alquimia: la literatura debe disolver las cosas en su esencia para poder escudriñar los fundamentos y finalmente rearmar todo eso en un sentido mayor.

¿Hay algo en la física o las matemáticas inaprensible por el lenguaje, o quizá al contrario, sólo a través de la ficción se puede intentar llegar a su verdad?

Estoy absolutamente convencido de que hay límites, que son precisamente lo que hace fecundo el pensamiento humano, lo que le da fuerza a la literatura es aquello que no se puede poner en palabras y que es mucho. Me interesan los límites de todos los sistemas racionales, que es una de las obsesiones en el centro de MANIAC, qué no pueden apresar las matemáticas, en qué agujeros caemos al desplazarnos por determinadas estructuras, esto es el corazón de la literatura, lo que no puede ponerse en palabras es lo que le da la vida y contra esto se escribe. La vida vale la pena ser vivida porque siempre va haber enormes agujeros en nuestra comprensión e interacción con el mundo. Todo esto que es inaprensible aviva nuestro deseo, que es el motor que nos mantiene en marcha. Es como abrazar a alguien que quieres mucho y saber que hay una parte de esa persona que nunca vas a poder tocar. Si pudiéramos saberlo todo, sería como firmar nuestra sentencia de muerte.

¿Cómo quieres que opere la tensión entre realidad y ficción?

Creo que cuando tú trabajas basándote en la realidad primero tienes que lograr una simpatía muy grande con tu objeto de estudio y esta simpatía implica ponerse al servicio de algo, requiere de una cierta reverencia y humildad, es decir, que te expones a algo que te excede y con lo que en realidad no podrás comulgar (especialmente en los ámbitos tan abstractos en los que yo me muevo). El primer movimiento es de absoluta entrega, estás tratando de que se traspase algo, que te infecte algo, se te vuelva carne, como enfermarse voluntariamente. Una vez has enfermado has de sanar, lo que significa entender lo que tienes entre manos de la forma más profunda, exorcizarla con palabras, te curas comprendiéndolo. Los libros son como un hechizo con el cual te curas de la enfermedad que tú mismo te has provocado.  Es un enamoramiento del cual te has de curar escribiendo un libro. En una primera etapa es un proceso omnívoro, consumo todo cuanto puedo del tema y luego es una labor de jardinería, o de naturalista, uno recoge lo más bello, lo más lleno de sentido, los tesoros más brillantes y alrededor de todo esto construye algo que, en su última fase, la más compleja, sabe que implica traicionar, lleva los tesoros al altar de la literatura y ahí los sacrifica, se queda prácticamente con nada.

¿Qué importancia tiene lo factual en este proceso?

Es fundamental. No traiciono la esencia de lo que estoy explicando en términos científicos y tampoco el alma de las personas, que no está en los datos, sino que te la da la literatura, te la enseñan los libros, que están escritos por almas sobre almas. Con estas esencias sabes que no vas a traicionar los sentidos más profundos y luego los detalles los doblas levemente para que te conduzcan a Roma.

Tanto en Ese verdor terrible como en MANIAC retratas la obsesión enfermiza y cuasi locura que toma posesión del científico brillante. ¿El genio no puede desarrollar todo su potencial sin caer en algún grado de deterioro mental?

Es un cliché que en muchas ocasiones se revela cierto. Ahondo en él porque creo que el delirio y la locura nos entregan perspectivas sobre la realidad que son muy valiosas, pese a lo destructivas que puedan ser en paralelo para la persona.

Pones en boca de Gödel: «uno tenía que ser desequilibrado para poder pensar de esa manera».

No podríamos sobrevivir si nos basáramos exclusivamente en las lecciones de la razón. Hemos llegado hasta donde estamos porque hay gente que cree en locuras. Mi énfasis en el delirio y la locura es porque son los métodos a través de los cuales se manifiesta nuestro inconsciente, la parte más importante de nosotros, sin la que no podemos vivir. Somos animales hechizados por la razón, pero en cuanto cerramos los ojos empezamos a delirar. También me interesa el genio, que es otro tema, el genio entendido como brillantez excesiva, aquellos momentos en que en lo humano se manifiesta algo que es más grande que lo humano.

En un momento de Maniac citas a T.S. Eliot paseando por Princeton mientras trabaja en The Cocktail Party. ¿Los avances de los poetas modernistas serían el equivalente literario de lo que hacen los matemáticos y físicos en es el mismo momento histórico?

Para mí el modernismo es una de esas maravillas de las que nos seguimos alimentando.  En aquel momento histórico estaba teniendo lugar una nueva operación de la mente que abarcaba a distintas diciplinas que se influenciaban entre sí. Como individuos somos víctimas de esos procesos, no los podemos instanciar. Por desgracia, las operaciones del modernismo se han abandonado, no veo obras con ese mismo nivel de ambición y belleza. ¡Cómo trajeron el pasado remoto! Picasso estaba mirando las pinturas rupestres y Ezra Pound rescatando los ideogramas chinos. Ahora, en cambio, estamos lamentablemente enfermos de un presente empobrecido. Parece que no hay lugar para la poesía de T.S. Eliot, que es hechizo y desafío, todo debe ser transparente y comprensible para cualquiera.

En un momento de MANIAC, von Neumann, tras probar la bomba atómica, declara: «Lo que estamos creando ahora es un monstruo cuya influencia va a cambiar la historia (…) Pero es imposible no llevarlo a cabo. No solo por razones militares, también sería una falta de ética, desde el punto de vista científico, no hacer lo que sabemos que es factible, sin importar cuán terribles sean las consecuencias». ¿Este imperativo, ejecutar lo que la ciencia hace posible por encima de cualquier otra consideración, ha estado tradicionalmente en el centro del pensamiento científico?

Esa cita es textual. Una manera de responder a esta pregunta es entender que no hablamos de una estrategia de la naturaleza humana, sino de la Naturaleza, la cual, en tanto que sistema, prueba todo lo que es posible, recorre todos los caminos. La Naturaleza misma ha creado, desde el punto de vista humano, numerosos horrores (enfermedades, depredadores…), y llevamos esa memoria dentro (los depredadores nos comían), de manera que somos parte de un fenómeno que nos antecede y el cual hemos trasladado parcialmente a la ciencia. El arte moderno también opera desde el mandato de que no hay límites, no hay nada sagrado, nos vamos a cagar en Dios y la Virgen. La ciencia también está infectada un poco de eso porque si no estuviéramos llegando al borde del abismo, a los límites de lo humano, no conoceríamos nuestros límites ni desarrollaríamos la sabiduría necesaria para continuar viendo en el mundo. Somos muy frágiles y la ciencia nos lleva una y otra vez a estos abismos. Ha pasado con la guerra nuclear y está pasando con la Inteligencia Artificial. Muchos de los descubrimientos que nos puede destruir también nos pueden salvar porque somos prisioneros de estas dualidades. Muchas veces la forma de saber lo que no hay que hacer es haciéndolo. Así avanza el ser humano, quemándose las manos.

¿Crees que el debate actual acerca de la Inteligencia Artificial -ángel o demonio para simplificarlo al máximo- se está enfocando correctamente o deberíamos estar planteándonos otro tipo de preguntas?

La pregunta fundamental no es si se va a parecer a nosotros o no -lo cual es puro chovinismo humanoide-, sino qué va a poder hacer, ver y exhibir, es decir, qué va a traer al mundo y qué va hacer con nosotros.

Nunca hay que olvidar cómo cambió el mundo desde el momento en que los humanos empezamos a colocar palabras sobre la materia, cuando escribimos sobre tabletas de arcilla, cuando trasplantamos el lenguaje de las bocas a un soporte físico. Uno de los puntos a partir de los cuales surge la civilización. Chat GTP es como esos libros hablando entre ellos, como si esa biblioteca tuviera su propia voz, no es un salto menor. En MANIAC recurro a un lenguaje espiritual para tratar esto porque creo que es la relación que debemos establecer, debemos pensar en estas cosas no simplemente como tecnología, sino que hay una parte que hemos llamado espíritu que ahora hemos exteriorizado y que está funcionando en servidores y bancos de datos.

No ver que lo que está ocurriendo es revolucionario supone una ingenuidad. Al mismo tiempo, mi única conclusión personal acerca de los actuales sistemas de Inteligencia Artificial es que en esencia son seres matemáticos y por eso las preguntas en el centro de MANIAC es dónde están los límites de los sistemas formales. La humanidad debe empezar a preguntarse cuáles son los demonios y los misterios que hay en las matemáticas, qué no se puede llegar a comprender de los sistemas formales. Si la Inteligencia Artificial se sigue desarrollando habrá sombras y delirios, pecados y vicios, aspectos irracionales que habrá que abordar desde la política y desde la literatura. Quizá no sean un reflejo de los nuestros, sino cien por cien propios. Es algo tan grande y misterioso que todo el mundo debería pensar en ello, no sólo los que van a tomar las decisiones -los mismos tecnólogos no acaban de entenderlo y son los primeros en dar la alarma-, es un punto ciego, una singularidad que nos interpela a todos. O encontramos soluciones mancomunadas para seguir adelante o quizá nos dirijamos a un mundo que nos dejará de lado. Estamos habitando un momento histórico que sólo se puede calificar de «milagroso» y los tiempos milagrosos son aterrorizantes. La sensación necesaria en este momento es el pánico, atravesamos un periodo de máxima incertidumbre, con grandes saltos hacia adelante y grandes saltos hacia atrás.

¿Planeas abandonar la ciencia como motor literario, o al contrario, te queda mucho por explorar?

Lo más preciado es cuando tú no tomas las decisiones de escritura. Antes de hacer un proyecto, uno pide, uno reza, uno pregunta. Los libros que salen de la decisión o de la voluntad son pobres, hay que dejarse infectar y esto implica un periodo en el que estás abierto. Lo que creo que es más importante de cara a inspirarse es alejarse de otros seres humanos y de sus palabras, siento una atracción casi erótica por la Naturaleza, ahí puedo abrirle un espacio a las cosas que hablan en el silencio. Si se me abre próximamente un campo más fértil, misterioso y raro que la ciencia, voy a escribir sobre eso, por el momento estoy completamente poseído por la lógica y las matemáticas, se me ha impuesto.