Mario Obrero, el poeta que atrapa la luz

Mario Obrero publica el ensayo «Con e de curcuspín» (Anagrama), en el que declara su admiración por todas las lenguas habladas en España y su amor por las palabras.

Texto: Javier Pintor  Foto: Asís G. Ayerbe

 

Mario Obrero es uno de los talentos más precoces de nuestras letras. Nacido en Madrid hace veintidós años, ya ha publicado varios libros de poesía con los que ha obtenido galardones tan relevantes como el XIV Premio de Poesía Joven Félix Grande por el poemario Carpintería de armónicos (2018), el XXXIII Premio Loewe a la Creación Joven por Peachtree City (2021) o, en 2023, el Premio Nacional de Juventud en la categoría de Cultura. También ha colaborado en Radio Nacional de España y en el 2022 empezó a presentar en la segunda cadena de RTVE el programa Un país para leerlo. Resulta asombroso que alguien con esa edad tenga una trayectoria tan prolífica y destacada en el campo de la literatura.

Mario se crio en un barrio de Getafe, cursó sus estudios en centros públicos de esa localidad y se empapó de la experiencia que da el vivir en una de las ciudades más comprometidas con la lucha obrera debido a la gran cantidad de población que trabaja en la industria local. Su apellido lo delata y él es muy consciente de sus orígenes y de la importancia que la educación pública ha jugado en su vida. Cuando
se le presenta la ocasión, defiende el papel que desempeñó la escuela en su formación vital y literaria. Comenta que el mejor legado que le ha dejado su familia ha sido la cultura.

En 2003, año en que nació este joven poeta, se inauguró el Centro de Poesía José Hierro de esta localidad y la línea 12 del metro de Madrid permitió acercar la periferia al centro. Unos años antes comenzó a funcionar el Conservatorio Profesional de Música de Getafe, único conservatorio de la zona sur de Madrid. Mario supo aprovecharse y disfrutar de todos estos servicios públicos. Estudió guitarra clásica en el citado Conservatorio, fue alumno del instituto La Senda en Getafe y desde niño asistió a los eventos culturales que se organizaban en el Centro José Hierro. Él recuerda que sus primeras visitas a este centro cultural tuvieron más que ver con los ágapes que se organizaban allí con motivo de alguna presentación que con la actividad literaria propiamente dicha. Años después se matricularía en alguno de los talleres de poesía que allí se organizaban. De esta forma, la nutrición alimenticia de un principio se transformó de manera natural en nutrición poética y literaria. No es de extrañar que todo este caldo de cultivo desembocase en una vocación firme hacia el mundo de la cultura y las humanidades.

Ahora se ha atrevido a escribir un ensayo que ha titulado, de forma muy ingeniosa, Con e de curcuspín (Anagrama, 2025) y en el que declara su admiración por todas las lenguas habladas en España y su amor por las palabras. De estas dice que son la herencia de los pobres y que una lluvia de idiomas acumula la más valiosa herencia del género humano. Este libro es una carta a esas lenguas que nutren unas raíces algo secas tras años de uniformidad. Esas lenguas que cuidan al poeta y que se abren ante él mostrándole amor y memoria. Mario defiende que la presencia de todas las lenguas habladas en España es un acontecimiento que deberíamos celebrar, porque la cultura es el eje de una ciudadanía educada en los valores democráticos.

La poeta Ana Rosseti afirma que la poesía le vino con el lenguaje. En estos mismos términos se expresa Mario Obrero al recordar su fascinación por el mundo de las palabras desde su misma infancia. Ser poeta es una forma de estar en la vida porque la poesía cambia la relación que uno tiene con el mundo.

Mario concibe la literatura como una forma de expresión que acarrea una responsabilidad cívica y ciudadana. Para él, el poeta es un testigo de las generaciones que ya no están y un altavoz desde donde recuperar la memoria olvidada de los ausentes. Su literatura está fundada en esos vacíos y esas carencias constitutivos que forman parte de nuestra existencia. La ética humanista constituye uno de los ejes desde los que concibe la literatura.

En la actualidad, Mario Obrero está finalizando el grado de Filología, lo que no le impide realizar otras muchas actividades nacidas de su espíritu inquieto y creativo. Tanto toca la guitarra acompañado de una violonchelista en un recital de poesía como traduce textos del gallego y del catalán. De su afición por la pintura son muestra algunos poemarios suyos acompañados de sus propias ilustraciones. Mario es un activista del lenguaje con una gran sensibilidad literaria, un creador infatigable y un ciudadano comprometido que camina hacia la luz modulando sus pasos como si siguiese las pautas de un metrónomo.