Los Pirineos, un lugar mágico retratado por Kris Ubach

La fotoperiodista y viajera Kris Ubach debuta en la literatura de viajes con “Pirineos. Más allá de las montañas” (Editorial Península).

Texto: David VALIENTE  Fotografía: Kris UBACH

 

“Tras veinte años escribiendo sobre mis periplos por el mundo en diferentes medios de comunicación, he querido dar el salto a la literatura de viajes y lo que ello implica que es pasar de escribir un reportaje de diez o doce folios a un libro de trescientas páginas”, dice la viajera profesional, fotoperiodista y, ahora también, escritora de literatura de viajes Kris Ubach en una entrevista concedida a Librújula.

Kris se ha iniciado en este género tan selecto narrando su recorrido por el sistema pirenaico, desde Irún a Cap de Creus, un lugar que muchos aventureros alóctonos califican como uno de los puntos más mágicos y misteriosos de España. Pirineos. Más allá de las montañas (Editorial Península) no es solo un libro de viajes donde se cuenta un recorrido al tuntún y sin atender la idiosincrasia del lugar, sino que imbuye al lector en el pasado y el presente de un paisaje rico en matices y con muchas voces dispuestas a contar (o callar) su historia. “Esa cordillera que separa España del resto del continente europeo es mi tierra y, por lo tanto, un lugar cercano”. Puede parecer fácil hablar de lo conocido, pero en realidad es una tarea que a veces encierra una serie de dificultades: “Inicias el viaje con ciertos prejuicios, la mente no se muestra tan abierta como cuando visitas paisajes nunca antes vistos, por eso siempre me resulta más fácil hacer una panorámica de parajes lejanos”.

Su avezado conocimiento de la exploración y la aventura le permiten colaborar con medios de renombre como National Geographic, La Vanguardia, El Mundo, Viajar, Condé Nast Traveler, RAC1 o Catalunya Ràdio.

Al comienzo del libro, habla de su descubrimiento de la literatura de viaje, ¿cuál es el autor que más le ha incitado a emprender el camino?

Son dos los autores que me han marcado a la hora de aventurarme por el mundo. Uno de ellos es Paul Theroux y su libro El gran bazar del ferrocarril; su viaje en tren por parte de Europa, Oriente Medio y Asia fue toda una revelación para mí. De hecho, considero que este libro debería ser el manual de cabecera de todo viajero. El otro autor que también me ha animado a viajar es John Steinbeck, que escribió Viaje con Charley, donde narra su periplo por los Estados Unidos de los años sesenta junto a su perro.

 

Kris realizó su viaje iniciático cuando tenía 19 años: “Por motivos personales, viajé a Estados Unidos completamente sola. Este fue mi primer viaje a escala mayor y el que me hizo darme cuenta de que esta vida seminómada se iba a convertir en mi droga dura”.

Entonces, ¿es cierto lo que afirma John Dos Passos: ‘Viajar, como todas las drogas, requiere de un aumento constante de dosis’?

¡Totalmente! Al que le gusta viajar siente esa misma sensación. Quienes somos apasionados de los viajes buscamos siempre ese fin de semana largo y esas ofertas de vuelo o de tren que nos lleven a lugares desconocidos. Mi madre siempre me dice: ‘Hija, a ti nunca se te va a caer la casa encima’. Por ciertas circunstancias, este julio me voy a quedar en tierra, pero ya estoy buscando próximo destino para agosto.

 

A su memoria viene la primera travesía que realizó con la intención de dedicarse profesionalmente a viajar y escribir: “Le dije al director de la revista Rutas del mundo que quería escribir un reportaje sobre Eslovenia y Croacia, y le pareció muy buena idea, tanto fue así que pusieron mi reportaje en portada, aunque dudo que lo escogieran por la brillantez de mis fotos o de mi texto, acababa de empezar y no tenía mucha experiencia. Fue más bien porque, por aquel entonces, año 2000, muy poca gente sabía localizar en el mapa los países de Europa del Este: hacía pocos años que la Guerra Fría había llegado a su fin y no era un lugar turístico, en las ciudades aún se podía apreciar ciertos signos de devastación”.

Y desde entonces, Kris se ha convertido en una viajera profesional, siempre atenta a lo que el paisaje o las gentes que lo habitan le quieren contar. Una vida, al menos desde fuera, atractiva, exótica, con ciertos toques de glamour, pero que no deja de ser una existencia atada al trabajo. Por eso, en algún momento sentirá que ya ha hecho muchos viajes y querrá poner freno a las andanzas: “Nunca me ha pasado y espero que nunca me ocurra, aunque sí he experimentado cansancio. En un mes puedo hacer tres viajes, un día me encuentro en Canadá y al siguiente estoy en el avión camino de Londres. He llegado a un momento vital en el que me gustaría dejar los viajes exprés, reducir su número y centrarme en viajes más largos que me permitan descubrir el país con más profundidad”. Pero claro, “mi trabajo me condiciona. Si me llaman tres revistas pidiéndome reportajes, debo responder”. Precisamente, la necesidad de adentrarse hasta las entrañas de una región geográfica ha sido uno de los motivos de escribir Pirineos. Más allá de las montañas.

Y es que en este mundo de redes sociales, comida basura, hedonismo salvaje y vuelos baratísimos, parece que el hecho de viajar está perdiendo su encanto. “No lo creo. Sin embargo, estamos perdiendo la capacidad de improvisar y de sorprendernos en nuestros viajes. Mucha gente escoge un destino porque lo ha visto en una foto y quiere ir allí para replicar esa misma foto. Al no estar abiertos a descubrir nuevos lugares, se pierden la panoplia de maravillas que alberga un país o una región geográfica”, responde Kris Ubach dejando claro que no lo critica, solo hace una evaluación objetiva.

Kris Ubach tampoco cree que el cambio producido en el modo de viajar haya afectado a la literatura de viajes: “En realidad, los escritores siguen trabajando igual que hace cincuenta años, en todo caso son los lectores quienes han sufrido una alteración en sus hábitos de lectura, que ahora, por el ritmo tan rápido de vida en el que estamos inmersos, prefieren la brevedad de los textos”.

 

De su recorrido por los Pirineos, ¿cuál ha sido el momento que peor lo ha pasado?

En realidad en ninguno. Quizá lo más complicado ha sido compaginar la escritura del libro con las múltiples colaboraciones que tengo en diferentes medios. Yo no pertenezco al club de escritores que pueden vivir solo de escribir libros de viajes, he tenido que robar horas para poder sumergirme en profundidad en mi tema. Un libro no se puede escribir un poquito cada día, un libro requiere de una inmersión mental de como mínimo diez quince días para profundizar en el conocimiento que debe desprender.

 

Cuando hizo la trashumancia pareció que no lo pasó muy bien…

¡Fue un momento top y me encantó! Por lo demandante que es a nivel físico, esos pastores me parecieron auténticos héroes homéricos. Salimos de Llívia e hicimos treinta kilómetros cuesta arriba; en algunos momentos las vacas echaban a correr y, claro, nosotros teníamos que seguirlas el ritmo y procurar que no se perdiera ninguna. Fue una experiencia dura a la par que divertida. Además, es una profesión que no está lo suficiente valorada, vivir del pastoreo en pleno siglo XXI es vivir al pie del cañón.

 

Cuenta que se alojó en el hotel del Burguete y le dejaron visitar la habitación donde pernoctó Ernest Hemingway…

No soy una gran fan de Hemingway. Considero que su discurso y la forma que tuvo de enfrentarse a la realidad de las cosas han pasado de moda. Aun así, forma parte de la pléyade de escritores americanos y ganó un Premio Nobel, y, por lo tanto, recibe los respetos de esta escritora que acaba de zambullirse en el mundo literario. Me fascinó que el cuarto siguiera tal cual él lo describe en Fiesta. No ha cambiado nada, salvo por una cómoda que se deshicieron porque ocupaba mucho espacio. Si decidiéramos ir tras las huellas de Hemingway por el mundo, no terminaríamos en la vida, no hay lugar que no haya visitado ese señor. De hecho, cuando estuve en La Habana también tuve la oportunidad de ver una habitación del hotel donde él se hospedó.

 

¿El problema de la despoblación en los Pirineos es tan serio como dicen?

Lo fue en la década de los sesenta y los setenta, cuando muchos pueblos quedaron deshabitados. Tan solo en la región de Sobrarbe (Huesca) hubo cientos de pueblos abandonados que compró el Estado para repoblar las laderas con árboles, y así impedir que los movimientos de tierra, propiciados por la acción meteorológica, colmataran los pantanos. Aún todavía encuentras alguna que otra población con tres abuelitos. Sin embargo, desde hace dos lustros las personas están regresando a los pueblos pirenaicos. En Huesca, encontré por sorpresa gente que regresó al pueblo para abrir una quesería, una escuela Waldorf o un hostal. Para que la gente retorne, necesitan apoyo administrativo, que les den facilidades para que vuelvan a abrir negocios. Durante la pandemia mucha gente expresó su intención de retornar a la vida rural, aunque creo que el crecimiento actual no equivale al deseo de antaño, pero aun así soy bastante optimista.

 

En el libro se refiere a los agotes…

Me da mucha pena que su historia sea tan poco conocida. Ahora, la gente que lee mi libro está poniendo atención al tema, otros periodistas, que desconocían este pueblo, me preguntaron sobre el asunto. Es una población que ha pasado marginada gran parte de la historia, les da cierto pudor hablar sobre su condición y prefieren no mostrar su identidad, pues por ella han sido mal vistos y castigados. En el libro, entrevisto a Xabier Santxotena, un agote bastante reconocido por su obra escultórica, posiblemente la persona que más ha estudiado, leído y escrito sobre los agotes. Xabier me reconoció que los agotes no quieren hablar del tema, es más, él ha tenido algún problema con gente de su comunidad porque su trabajo les ha dado alguna que otra notoriedad.

 

¿Vio los efectos del cambio climático en los Pirineos?

Pues sí. Soy montañera, me gusta mucho hacer cimas y, precisamente, los Pirineos son un escenario que he repetido a lo largo de mi vida. En el libro, cuento la ascensión que hice por la brecha de Rolando; habré subido por esa oquedad unas cuatro o cinco veces, pues de la primera vez que subí a esta última he podido comprobar la desaparición de los neveros. No soy experta en glaciares, pero cualquier ser humanos que haya visitado la zona en varias ocasiones te podrá confirmar lo que estoy diciendo. De hecho, un experto llamado Jordi Camins asegura que para el 2040 hay muchas posibilidades de que los glaciares en los Pirineos hayan desaparecido. Da miedo solo de pensarlo.

 

¿Hay grandes diferencias entre los Pirineos españoles y los Pirineos franceses?

Existen diferencias y similitudes. En cuento a lo primero, lo más visible es la situación socioeconómica muy marcada en un lado y otro de la frontera: mientras que en el norte de España contamos con lugares como la Cerdanya, donde los ricos construyen sus casas y tienen sus estaciones de esquí, el sur de Francia es la zona pirenaica más pobre y más alejada de la mano de Dios. En cuanto a las similitudes, comparten la misma cultura, la lengua en Navarra es el Euskera y en el sur de Aquitania también. La frontera fijada en el Tratado de los Pirineos no ha acabado con la total homogeneidad de la región, pero sí ha producido algunas diferencias significativas.

 

¿Qué ha aprendido de la gente de los Pirineos?

¡Mil cosas! Emprendí este proyecto pensando que conocía los Pirineos, pero me di cuenta de que mi desconocimiento es muy amplio. Cada pequeño pueblo cuenta una historia, hay personas con miles de recuerdos profundos y curiosidades. Como decía Sócrates: ‘Solo sé que no sé nada’ sobre los Pirineos.  Y a pesar de haber estado dos años y medio inmersa en la escritura de este libro (entre documentación, viajes y proceso de escritura) sigo desconociendo muchas cosas.

 

Un lugar mágico los Pirineos.

Es una tierra mágica en muchos sentidos. Ahora disfrutamos de carreteras que nos hacen el medio accesible, pero durante siglos en la zona no hubo luz eléctrica. Las poblaciones se encontraban muy aisladas y cuando ocurre esto se crean muchos fantasmas alrededor de los núcleos poblacionales. Las personas que viven en los Pirineos albergan profundos conocimientos ancestrales y conviven con tradiciones que datan de tiempos antiguos. Por ejemplo, da igual que viajes por Navarra, Aragón o Cataluña, la flor Carlina la vas a encontrar todavía colgada en las puertas de los hogares para ahuyentar a los malos espíritus; a las chimeneas todavía las llaman ‘espantabrujas’ y las fiestas, Patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad, no han perdido su carácter pagano. Desde luego es una tierra mágica y espero que lo siga siendo durante muchos años.