Los comuneros y otras revoluciones fallidas

Nueve propuestas de libros: desde los Comuneros de Castilla hasta la Comuna de París o la Rusia de Stalin

 

Texto: José Ángel LÓPEZ JIMÉNEZ

 

Hace quinientos años , el 23 de abril de 1521, finalizaba en Villalar el primer experimento revolucionario moderno en España y, como señalaba José Antonio Maravall en su clásico Las Comunidades de Castilla, reeditado por Alianza Editorial –con prólogo del profesor Álvarez Junco- probablemente también de Europa. Las características del mismo, poco tenían que ver con las protestas gremiales de la Edad Media. Este trabajo constituyó, en el momento de su publicación, el primer enfoque global, desde el ámbito de la Historia del Pensamiento Político y Social. No se trata de un trabajo histórico-cronológico de los acontecimientos sino, más bien, lo que significó dentro de la tipología revolucionaria, resaltando los elementos esenciales de un movimiento urbano y el desarrollo de un sentimiento protonacional. La relación entre el objetivo de consecución del “bien público” y la fórmula utilizada bajo el encaje de “Comunidad” venía a cuestionar un conjunto de principios básicos como los de representación política, poder, gobierno compartido, tiranía, derecho de resistencia, libertad, o la capacidad de estructuración de diversos grupos sociales. Sostenía Maravall que la aversión de Castilla hacia Carlos V se mantuvo después de la derrota de las Comunidades, proyectando la imagen de un monarca extranjero, que vivía de espaldas a una Castilla a la que consideraba un mero apéndice del imperio en construcción. Salvador Rus y Eduardo Fernández insisten en alguno de estos aspectos en su trabajo recién publicado La rebelión de las Comunidades. Monarquía, Comunidad y participación política (ed. Tecnos). No obstante, su investigación actualiza desde la perspectiva del análisis de los movimientos sociales y del pensamiento político, todo un conjunto de categorías en torno a las Comunidades como, por ejemplo, las ideas y los hechos en la teoría política, la legalidad de la autoproclamación del monarca, el orden jurídico, las consecuencias de este movimiento político y social o la disputa conceptual entre revuelta, movimiento social o revolución. Todo desde la dificultad que comporta, como advierten los autores,  hablar de ideología en los inicios de la Edad Moderna. El análisis de los principales actores políticos se complementa con un capítulo en el que se rastrean los principales influjos que recibió la Comunidad, como definición de un espacio político, de la tradición Aristotélica, de Cicerón y Agustín de Hipona y, entre los contemporáneos a los acontecimientos, de Erasmo y Maquiavelo.

Merece la pena rescatar en estos días, como una excelente, asequible y amena introducción al tema otro clásico como Los Comuneros, del hispanista francés Joseph Pérez – recientemente fallecido- en la editorial La Esfera de los Libros. Con un formato histórico-cronológico estructura el libro –en menos de trescientas páginas- en ocho capítulos que analizan desde la herencia de los Reyes Católicos hasta el significado histórico de las Comunidades y su vigencia en la actualidad. De Ávila a Tordesillas, de Tordesillas a Villalar, la importancia de Toledo, la Castilla comunera, la contienda entre comuneros y anti-comuneros, o la Santa Comunidad nos ofrecen un fresco completo de un acontecimiento que pudo cambiar la historia de España. Por último, en clave de novela histórica pero también entreverado de reflexiones personales en torno a la identidad y los rasgos que remiten a una pertenencia común tenemos el libro de Lorenzo Silva, Castellano (ed. Destino). Toledo tiene una relevancia especial en la novela. Protagonista de la revuelta contra Carlos V, agitada por algunos franciscanos desde el monasterio que aún está en pie en la ciudad al grito de ¡Viva el pueblo! , repasa también las figuras individuales como Juan Bravo, María Pacheco, Juan de Padilla, Antonio de Acuña o Francisco Maldonado. La resistencia de María Pacheco- viuda de Padilla- en Toledo hasta el mes de febrero de 1522 intentó negociar una rendición sin humillación ni represalias. Sin embargo, la represión fue muy dura y el monarca ganó un imperio pero perdió el favor de Castilla. Una excelente novela que da para la reflexión en tiempos de contiendas identitarias.

La Comuna de París constituyó uno de los grandes experimentos revolucionarios de carácter urbano, desarrollado entre los meses de marzo y mayo de 1871. Tras la derrota de Napoleón III frente a Guillermo I de Prusia y la entrada de sus tropas en París la convulsión política derivó en la primera experiencia de socialismo autogestionario, antes de la ruptura entre marxistas y anarquistas-que se apropiaron del liderazgo de la revuelta-. Con más de 20.000 fallecidos, el doble de arrestados y multitud de de exiliados y ajusticiados, fue considerada como el primer ejemplo de la dictadura del proletariado propugnada por Marx. En el libro Historia de la Comuna de París de 1871, el autor Prosper-Olivier Lissagaray (ed. Capitán Swing), narra su experiencia como periodista desde dentro del acontecimiento. Invirtió cinco años en el trabajo, tras escapar a Bélgica. Se trata de una visión romántica desde el punto de vista de un ferviente partidario del proyecto político, pero nos lleva a un período histórico que anticipaba la revolución rusa de 1917. Se acaba de reeditar un clásico sobre la historia del pensamiento socialista, desde Vico hasta Lenin y Trotsky. Edmund Wilson– con prólogo de Vargas Llosa- traza esta historia como si se tratase de una novela. Hacia la estación de Finlandia (ed. Debate). Este crítico literario, ensayista poliglota y traductor norteamericano avanza con una prosa extraordinaria a través de pensadores y teóricos como Babeuf, Renan, Fourier, Saint-Simon, Owen, Marx, Engels, Lasalle, Bakunin, Lenin o Trotsky. Ya en 1940 Wilson hablaba de eclipse del marxismo, cuando solo se intuían alguno de los grandes errores-y horrores- del denominado socialismo real. Sin embargo, resulta de interés recordar el recorrido de la ideología mediante las aportaciones de sus principales autores para poder contrastar la teoría con la experiencia real. En esta dirección se encuentra el extraordinario libro de Yuri Slezkine, La casa eterna (ed. Acantilado). Traducción al castellano del original inglés publicado hace cuatro años como The House of Goverment nos ofrece una visión monumental del mundo de la nomenklatura durante el período estalinista. El profesor de Historia de Rusia en la Universidad de Berkeley nos narra la intrahistoria del edificio inaugurado en el año 1931 frente al Kremlin, en la otra orilla del río Moscova, en el que transcurrían las vidas familiares y políticas- en sus más de quinientos apartamentos- de la intelectualidad y las élites del Partido Comunista de la Unión Soviética. En este microcosmos se vivía una realidad al margen de la existencia real que llevaban el resto de los ciudadanos que compartían el experimento soviético. Slezkine teje un texto en el que se combinan la historia, la política, la biografía, el costumbrismo, la crítica literaria y, en definitiva, el desnudo de un régimen que plagó de fantasmas de desaparecidos, víctimas de las purgas, hambrunas y gulag el vasto territorio del Estado, pero también el propio edificio de los líderes del experimento. En una línea parecida, pero a través de su crónica familiar, el historiador y especialista en Relaciones Internacionales Mark Mazower traza el itinerario vital de una familia rusa y el camino de regreso a su casa. En Lo que no me contaste (ed. Crítica) se recogen acontecimientos como el sitio de Leningrado, el gueto de Vilnius, la revolución rusa, las purgas, el París ocupado por las tropas alemanas, la vida en Londres y la reconstrucción de la memoria histórica familiar, que son relatados en este trabajo, en paralelo con la propia historia continental de buena parte del siglo XX. Una última aportación viene de la mano de la literatura rusa. Yuri Buida, novelista contemporáneo nacido en Kaliningrado, acaba de publicar en castellano La novia prusiana (Automática Editorial). En ella recrea historias y personajes que destilan fantasía en combinación con la amargura de vidas de extrema dureza. La ubicación geográfica de estas historias confiere singularidad a las mismas. Kaliningrado, enclave de la antigua Prusia Oriental, quedó integrada en la Unión Soviética. Con la desaparición de la misma en el año 1991 pasó a ser una “isla territorial” en medio de la Unión Europea, desconectada del resto de la Federación Rusa. Caprichos de la historia y de los vaivenes territoriales fruto de las revoluciones y de los conflictos bélicos.