La poesía como vacuna contra la estulticia humana
Cántico publica los poemas sociales de Ruiz Amezcua.
Texto: Enrique Villagrasa
El rostro de los vencidos. Poesía social y política 1974-2025 (Cántico) de Manuel Ruiz Amezcua (Jódar, Jaén, 1952) es la mejor vacuna que ustedes personas lectoras pueden tener, en y con su lectura, contra la estulticia humana. Contra el odio y, en definitiva, contra la anemia cerebral y las hemorragias verbales, a las que nos tienen acostumbrados los de siempre en esta España de ellos, que no saben que en y con la otredad, en y con el otro, radica la salvación de este mundo: <<Resucitemos al mundo/ cuidando de su destino./ Cuidando las aguas limpias/ y lo mejor que tuvimos>>.
El poeta Ruiz Amezcua está licenciado en Filología Románica por la Universidad de Granada y durante 35 años ha sido profesor de Lengua y Literatura española en diversos institutos de enseñanza secundaria; además de trabajar también como asesor cultural para la embajada de España en Brasil. Y ha sido y es un poeta bendecido por los grandes de la Literatura, desde Saramago a Muñoz Molina, sin ir más lejos, pues todos los testimonios a los que nos referimos están recogidos en el libro Singularidad en la poesía de Manuel Ruiz Amezcua, 2 tomos y 1.300 páginas, en edición del profesor Christian De Paepe (Mandara, 2025): <<buscando su verdad en este mundo>>.
En este volumen de 380 páginas el poeta reúne una selección de poemas sociopolíticos de enjundia sacados de sus libros, 50 años de poesía sin ir más lejos: desde Humana raíz (1974) al reconocido y traducido a 13 idiomas Enterrad bien a los muertos (2020 y 2021), más 8 poemas de un futuro libro. Que tanto en nuestros años universitarios como hoy fueron y son un grito de resistencia contra ese fascismo que galopa de nuevo por doquier. Esta vacuna poética, esta su singularidad poética, retrata y otorga voz al dolor, al sufrimiento, a la memoria de los marginados, en esa su lucha incansable por la dignidad en todo su dimensión social y política: desde el dolor singular al dolor plural: desde la muerte de la madre del poeta, a Auschwitz y Gaza. Todo poeta que lo sea, y Manuel lo es, busca y persigue la verdad y la belleza de este mundo jalonado por la mentira piadosa y la mentira traicionera, la insensatez y la estulticia: <<Como el que lo pierde todo/ y solo tiene el asombro>>.
Qué seria de la poesía sin la capacidad de asombro de los poetas y más en esta poesía de resistencia ante la barbarie y por la dignidad humana. Esta poesía que rechaza los dogmas y las ideologías y escribe sus versos por la libertad de pensamiento y la otredad en su sufrimiento. En estos poemas nadie queda a la sombra del relato oficial administrativo. Poesía que invita a las personas lectoras a enfrentarse a las tinieblas persiguiendo la esperanza: o sea, una poesía arriesgada, comprometida con el otro: <<Son cofrades de una casta/ que el mundo tiene por casa,/ por espada tiene el miedo/ y por doctrina la rabia>>.
Qué podemos escribir de esta poesía que no sea repetir lo ya dicho… pero, no nos cansaremos, hasta 70 veces 7 o más, que decía el profeta: El rostro de los vencidos es darle voz a los que nunca escriben la historia y constatar el valor, una vez más, de esta obra poética tan coherente con las personas y el tiempo, con una conciencia crítica: <<Este pueblo, aquellos hombres,/ tuvieron su dignidad./ La que les daba el trabajo>>.
Este volumen, El rostro de los vencidos, es el quehacer demiurgo u obra de un poeta de los grandes, repito que merece ser más leída y reconocida. Las personas lectoras que se atrevan a adentrarse en este volumen verán textos y poemas pletóricos de conocimiento, de inteligencia, de emotividad, de versos con nervio y hondo calado. Poemas que vuelan, que nos transportan, para descubrir y descubrirnos como protagonistas de la vida, en estas páginas preñadas de pasión, que hablan de ser, conocer y sentir, y todo aderezado con esperanza, pues: <<Por ella circula la vida.// Sin miedo, y con deseo,/ te ofrecerá el camino>>.
EL DESPRECIADO
Derrotado, pero vivo,
buscó en las palabras
gotas de silencio.
Con el honor de la venganza
y los ropajes del dolor
hurgó en el futuro del pasado.
Y atravesó el desprecio del mundo.
Más allá de la apariencia,
palpó trazos de locura.
La conciencia de la derrota
no consiguió alejarle de la vida.
Se reinventó a sí mismo en la desdicha,
a la que le dio ternura.
Y aquella unión no tuvo condiciones.
Y aquel amor no tuvo decadencia.