Putitos o literatura en carne viva

El sastre de Apollinaire publica el primer libro de Ángel Borreguero.

 

Texto:  Enrique VILLAGRASA

 

No sé el porqué, pero el primer libro de Ángel Borreguero (Badajoz, 1996), Putitos (El sastre de Apollinaire), después de leerlo, me ha hecho pensar en aquellas palabras de Gustavo Guerrero en Cuerpo plural. Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea (Pre-textos, 2010): “A la manera moderna, todavía se sigue esperando que un poema nos conmueva, sentimentalmente hablando, cuando, hoy como ayer, la poesía es capaz de hacer muchas otras cosas: interpelarnos, asombrarnos, dejarnos perplejos, hacernos reír, hacernos pensar, suscitar disgusto, alegría o rechazo. También a la manera moderna, aún se alzan voces para decir que esto o aquello no es poesía, cuando el problema hoy es justamente el de su indeterminación conceptual”.

También, me ha llevado a pensar en la novela El hombre que mira de Alberto Moravia (Plaza & Janés, 1987), supongo que es por la audacia y brillantez con que plantea en este libro de breves textos en prosa, casi poética, el mundo del voyeur y el de los chaperos. Tampoco he pensado en la novela The Sluts (Void Books, 2004) de Dennis Cooper. Y sí que me ha interesado ese planteamiento de paisajes y paisanajes que hace el poeta Borreguero: es como si estuviésemos viendo cuadros, en cada texto casi poético, poesía narrativa tal vez: memoria, mirada y lenguaje es poesía, no sé si amarilla en este caso, pues el color amarillo aparece por doquier en este libro de unas 80 páginas y una sesentena de poemas: “Hay una cosa ahí, se mueve en lo amarillo”.

Igual es un diario de postales, estampas, no al uso de un voyeur que aún siendo su primer libro se plantea escribir buscando esa sencillez sin artificio alguno como en definitiva son todos los géneros literarios, lo que nos trae ecos de Francisco Umbral y su Mortal y rosa. Creo que como Umbral, Ángel Borreguero hace literatura en estos textos casi poéticos y un tanto surrealistas, por aquello de la escritura/imagen automática,  diríase: ¿diario, diario íntimo sin fechas?, solo miradas para hilvanar este gran poema en prosa que es Putitos: “Una vez más: cachitos rubios, rosas, florales, como órganos en miniatura”.

Lo que también me llama poderosamente la atención es que parece que Borreguero se lo ha leído todo, vaya alarde de citas. Qué bien empleado su tiempo en por y para la Literatura. Además los adjetivos corren a sus anchas por esta obra, al contrario que los verbos, como si no hubiese acción y sí contemplación: “Desde la ventana: el campo lejos,/ hoy transparente”. Pero: “Los textos funcionan asimismo como mirada y como gesto hacia el otro: de deseo, de curiosidad, a ratos de repulsión. También hay mucha soledad y tristeza. Y son microrretratos que actúan tal que microrrelatos: la acción que podemos suponer está ausente, implícita; en lo no dicho reside una fuerza que, por condensación de sentido, remite a la poesía”. Navarro dixit.

El objetivo primordial de la poesía es el otro, la otredad, y aquí está. Las personas lectoras que lean este libro dirán si es poesía o no; creo que sí lo es: “PELÓN COMO UNA VEGIJA, un poco verdosa la cara, y/ guapo desde luego en esta mañana radiosa y mojante/ del abril extremeño”. Pero lo más destacable, si cabe es lo que ve e intuye y describe el poeta, para cincelar los personajes, los ambientes: paisanos y paisanaje repito, con apenas dos golpes de martillo: “El torso perfumado, los líquidos florales, puer delicatus rubio y dulce, marrón, las tetinas”.

No dejen de leerlo, les asombrará, les sorprenderá, les interpelará, les hará reír, les dejará perplejos tal vez, les hará pensar, pero leerán Literatura viva y podrán decir que se acercaron a este libro para ver que: “Un santo de goma o azúcar, verde pálido, le hace guiños desde la estantería”.

 

La belleza futura será calva

D’ANNUNZIO

 

MIRA CON LA MIRADA DESVALIDA de calvo prematuro,

de niño calvo casi, la cabeza gorda, limpiamente pre-

calva, y a la vez turbia de turbiedades sexuales.

 

Una nota, en hoja de papel cuadriculada, una confe-

sión de amor, verano de acequias y canales, bicicletas y

muchachos sucios y contentos.