La bella poesía sonora y trascendida de Pere Gimferrer en «Tristissima noctis imago»

La Fundación José Manuel Lara publica su nuevo libro de poemas «Tristissima noctis imago» en su colección Vandalia.

Texto: Enrique VILLAGRASA  Foto: Luis SERRANO

 

Leer la poesía de máxima madurez de Pere Gimferrer (Barcelona, 1945) es sentir que sus versos graban en mi mente tatuajes de luz. Todo esto se repite libro tras libro del poeta y así ha ocurrido de nuevo esta mañana nublada de diciembre. He terminado su Tristissima noctis imago (2018-2022) (Fundación José Manuel Lara-Vandalia), con sabio epílogo, Arde el ser, de José Luis Rey, conocedor como pocos del quehacer demiurgo de Gimferrer. Por su parte, Justo Navarro se ha ocupado de verter inteligentemente al español los cuatro poemas en catalán que figuran en el libro.

La poesía del siempre maduro poeta Gimferrer, recién ganador del Premio José Luis Giménez Frontín, entregado por la ACEC; es todo significado y además aspira a ser, permanecer, siendo. Imbricación total, como demuestra en estos dieciséis poemas, que no dejan de ser un homenaje al latino Ovidio, ya desde el título del libro, porque esa noche poblada de silencios y estrellas, de gritos y susurros, no deja de ser y en este caso triste; y aún debió ser más, pues la imagen de aquella noche que nos da el poeta Ovidio era tristísima. Ovidio, por cierto, fue expulsado, desterrado, de Roma por el césar Augusto, quien en su día gozó de la eterna primavera de Tarraco, hoy Tarragona, provincia donde está Poblet y su reconocido monasterio; y en este poemario figura ese sentido poema titulado Poblet 2022 dedicado a la memoria de Jorge Trias Sagnier, quien falleció el 13 de abril de este año y el poema en cuestión está fechado el día 17 de abril, cuatro días después: “Las últimas hogueras del estío/ en la campana de la primavera:/ el tañido del viento de la luz”. ¡Ahí son nada, las poderosas imágenes, visibles todas, de estos endecasílabos!

El poemario cuenta con un poema fechado en 2018, dos en 2021 y 13 en este año. Y los poemas con un gran sentido poético cuentan con versos con sonidos maravillosamente hilvanados: “Fléchame, flechador, flecha mi cuerpo”. Y todo con, bajo, sobre, tras esa “caída lenta del azul” de “El ángel de párpados azules”, esa “La noche de las cántaras de fuego,/ estampada en los ojos del azul”. Todo epifanías de esa otra realidad íntima del sabio poeta Gimferrer. Pues, toda su admirable poesía es memoria, mirada y lenguaje. Es una poesía sencilla, no fácil, y estos poemas cortos, los más, son admirables: pues dice, y cómo lo dice, todo un mundo: latigazos cerebrales, vendal en el trigal. Escritos por y para poetas inteligentes e inteligentes personas lectoras de poesía, que saben gozar de estos significados versos de extraordinaria belleza, en esta su travesía de lectura, si es el caso: “Con la muchacha ciega de las nieves,/ en el velero de la oscuridad”.

Creo que es uno de sus mejores libros de poesía, y como en todos, también en este, debemos no hacer caso de esas citas o referencias pretendidamente ingeniosas de la clásica y popular cultura, destinadas por lo común a impresionar; pero que en su deber y haber es por ser lector impenitente y no puede ni quiere privar al lector de esas referencias a Dante, siempre: aquí, en este libro:  “Io venni in luogo d’ogni luce muto”; y en este también a Bob Dylan, en su canción Farewell Angelina, aunque me gusta más la versión de Joan Báez; o aquellas palabras que Jesucristo, tras resucitar, dirige a María Magdalena: Noli me tangere (no me toques); entre otras y sin ir más lejos. ¡Lean por favor, Tristissima noctis imago!

Para concluir, estoy de acuerdo con Rey cuando en el epílogo señala que: “Estamos aquí para decir, dijo Rilke. Y Gimferrer dice cosas que solo él podía decir, pues le es dado su enigma y le es dada su claridad”. Y bien que lo dice nuestro poeta, merecedor como pocos del Nobel de Literatura: “Viviremos tan poco en el sobrado,/ tan poco hay que vivir en la gardenia:/ el jardinero de los lobos muertos/ barre las hojas de la alfarería”. La vida nos ha dado esta suerte, la de ser contemporáneos de esta su admirable poesía, la de Gimferrer, donde discurre la calidad, la sonoridad y la belleza, sin costuras: “Don Juan, encapuchado de sirena,/ se descalza en la noche de los nichos.// Festín de piedra para el cormorán./ Alas de hierro para el camarón”.

 

D’OGNI LUCE MUTO

… o que canavial sin aprende do mar

Joao Cabral de Melo Neto

A educaçao pela Pedra

 

Es un fragmento de luz que calca

lo que pide la noche al cabañal:

una esquirla entre nubes que no miran

nuestras agitaciones de tití,

un desgarrón, al sesgo, de las rosas

que condenan la puerta de poniente

en la esgrima floral del aire trémulo,

un caminar de luz resquebrajada

de sí misma a sí misma, la túnica inconsútil

tras la pantalla de las chirimías,

en el cañaveral mudo de luz.