Descubriendo a Juarroz

«Romper el límite» es un atractivo ensayo de Alfredo Saldaña para conocer la poesía del argentino Roberto Juarroz.

Texto: Enrique VILLAGRASA

 

El poeta y cátedro Alfredo Saldaña nos (re)descubre, por fin y para bien de las personas lectoras, al poeta argentino Roberto Juarroz (1925-1995) en el atractivo ensayo Romper el límite. La poesía de Roberto Juarroz (Prensas de la Universidad de Zaragoza); por esto, por ello: por ese desafiar los límites del lenguaje, estamos de enhorabuena. Además, nos explica de forma clara e inteligible todo lo que puede brotar de la lectura y conocimiento de la poesía vertical juarrociana. Así pues, ahí tenemos al pensamiento y el poema imbricados, que dice, que es siendo, que rompe límites, sin ir más lejos. ¡Ahí es nada, pensamiento y lenguaje, que brilla por su ausencia en la poesía de hoy!

En el recorrido de esta obra vemos las contradicciones propias del poeta que vive su existencia, comprometido con ese su silencio creativo y con esas sus lecturas, que me lleva a Edmond Jabès, entre otros y otras poetas, y sus estancias en el desierto, para descubrirse y descubrir al ser humano, a la persona. Hay que reflexionar mucho y bien y la poesía nos ayuda a ello. Además, nos señala al otro y lo otro: la otredad, desde la escritura y el pensamiento; desde la realidad a la imaginación; y nos habla de la necesidad de escribir poesía en Juarroz. Saldaña ha realizado un trabajo extraordinario como crítico estudioso y gran conocedor de la poesía del argentino. Si alguien quiera hablar de Juarroz deberá conocer y citar ese Romper el límite, sin duda ninguna.

Es justo y necesario, pues, este ensayo, hay que “estar en el mundo/ pero pisar afuera”, Juarroz dixit; se mire por donde se mire, dado que expone para público conocimiento y con conocimiento de causa el quehacer demiurgo de Juarroz, en estas más de trescientas páginas de brillante escritura. Podemos llegar a entender el esfuerzo del poeta argentino por traducir sus silencios a escritura poética de lo más humana: es la aventura de un ser humano pensante y además poeta o por ello precisamente. Creo que Juarroz tenía claro que había que velar, revelar el nombre de la poesía: aquello que permanece en silencio. El poeta estudiado, según el crítico y profesor Saldaña, desveló los secretos de la poesía al quitar los velos que la cubrían, creando otro lenguaje donde conjugar lo real con lo imaginado. Y como le gusta señalar a Saldaña, desde una poesía desafiadora de los límites. Que es la que nos ocupa y nos alimenta hasta en la propia búsqueda: escritura con enjundia implica lectura reflexiva.

La asombrosa poesía de Juarroz, ese lugar de conflictos y posibilidades es otra forma de mirar el mundo, es otra lectura del mundo. Es lo que entiendo que nos dice Saldaña. Y el poeta, lógicamente lo es siendo. Y las personas lectoras somos leyendo; y ambos, poeta y crítico, nos acercan a esa poesía y a su sencilla lectura, para saber escuchar el silencio y descubrir nuestras interioridades más profundas. Aunque creo que esta poesía de R. Juarroz nos crea más preguntas que certezas. Pero leyendo a Juarroz, según Saldaña, podremos mirar y ver la realidad nuestra de cada día, con unos espejos más limpios, y así poder caminar por ella con más libertad. Sin que nos empañe la visión ese lenguaje político, palio del lenguaje periodístico, crítico y poético, las más de las veces. Pocos poetas y críticos literarios se salvan de ese condicionante paraguas gigante: Juarroz y Saldaña son verdaderos ejemplos sueltos y libres, por ser autores de unas obras que constituyen fulgurantes y coherentes proyectos de la poesía de allende y de aquende.

El libro, ensayo, que nos ocupa Romper el límite tiene siete capítulos en más de trescientas páginas, más las inteligentes, pedagógicas y reflexivas introducción y conclusión. Los títulos de cada capítulo son suficientemente explicativos para saber por dónde se anda Saldaña sobre la poesía de Juarroz: así son El lugar de Roberto Juarroz en la poesía contemporánea; Sobre las conflictivas relaciones entre la escritura y el pensamiento; Escenarios y representaciones de la otredad; Lenguaje poético y contrarrealidad; La verticalidad del abismo; Roberto (entre otros) Juarroz; y Otros registros expresivos. Además del apartado de señeras referencias bibliográficas (págs. 301-314). ¡Ahí es nada!

Esta propuesta de Saldaña, ese romper el límite acercándonos al silencio y al vacío, que construía con gran acierto y eficiencia Valente, sería llegar a romper las palabras y escribir con fragmentos, con pedazos de esas mismas palabras, pues de poco o nada nos han servido las palabras enteras, diríase con Juarroz. Regresar al balbuceo deberíamos. A la profundidad. A lo abismal. Para que todo sea y nos sea descubierto. Acérquense y lean este ensayo de Saldaña que atrae y engancha como pocos y nos lleva a (re)leer al gran Juarroz, personas lectoras. ¡Es uno de los mejores regalos que conozco para nuestro cerebro!

Y así termina el libro: “Desenterrar lo enterrado, airear los sentidos que no se pliegan al más común de los sentidos, exhumar las palabras que yacen bajo la superficie, desempolvar aquello que el polvo del lenguaje más trivial ha ocultado, excavar fosas y hendiduras en las que la vida aún respire, escarbar hasta dar con lo que se halla encubierto, rescatar palabras del naufragio de la historia y exponerlas ahí, en el poema, a la intemperie, y que sean ellas las que desde el fondo atemperen el frío de la nada. No es tiempo de cantos. Balbuceemos”.