José María Micó: “Cualquier motivo es bueno para leer el ‘Quijote’, salvo la obligación”
La Factoría Cultural Martínez se alía con «Librújula» para hablar de clásicos.
Texto: Inés GARCÍA-ALBI Ilustración: Marcos ISAMAT
En la factoría encaramos la cuarta temporada de nuestra peculiar liturgia lectora de los domingos en Barcelona con la madre de los imprescindibles: Don Quijote. Charlamos con nuestro maestro de ceremonias, José María Micó, catedrático de literatura de la UPF, además de poeta, músico y traductor.
¿Cuándo una novela se convierte en clásico?
Depende de lo que entendamos por clásico, pero si le otorgamos el sentido más razonable de obra literaria que trasciende a su tiempo y atraviesa las generaciones, el momento clave es la muerte de su autor: si se sigue leyendo, como ha ocurrido con el Quijote desde 1616 hasta hoy es porque el libro cobró muy pronto vida propia y nunca acaba de decir lo que tiene que decirnos (por recordar la célebre definición de clásico que formuló Italo Calvino).
¿Qué encuentras en el Quijote que no haya en otros clásicos?
El tono afectuoso, conversacional e irónico del narrador, que no es una simple construcción expresiva, porque deja traslucir el genio y el talante del ser de carne y hueso que lo escribió en su día.
¿Por qué hay que leer Don Quijote?
Cualquier motivo es bueno, salvo la obligación. Creo que la razón fundamental es que, habiendo sido escrito con la intención expresa de gustar a todos los públicos (así se dice en el prólogo de la primera parte), es uno de los poquísimos títulos de la literatura universal que lo han conseguido.
¿Recomiendas que se lea por primera vez en una edición comentada o es mejor lectura libre?
Recomiendo que se lea en una edición con un texto fidedigno (no todas lo ofrecen) y una anotación esencial. Las ediciones exhaustivamente anotadas (las hay excelentes) son adecuadas para el estudioso, pero el lector que aborde el Quijote por primera vez, o el que pretenda conservar el libro para frecuentarlo a lo largo de su vida, que es el tipo de lectura que los clásicos exigen y merecen, tendrá bastante con que le aclaren algunos datos históricos y le precisen los matices semánticos de algunas palabras o expresiones que hoy corren el peligro de no ser entendidas (muy pocas, en realidad).
¿Quién es tu personaje favorito de la novela?
Además de la extraña pareja que forman los protagonistas, de la primera parte escogería a Marcela, una de las varias mujeres libres y bravas que gustaban a Cervantes; y de la segunda parte, al bachiller Sansón Carrasco, porque es un lector de la obra que se introduce en la trama y determina el desenlace.
¿Y el episodio?
También aquí escogeré uno de cada parte: de la primera, la batalla con el vizcaíno, cuya interrupción propicia la aparición del “autor” Cide Hamete Benengeli (I, 9) y que permite a Cervantes poner en cuestión los límites de la narración omnisciente; y de la segunda, el de Dulcinea encantada (II, 10), por la socarrona intervención de Sancho y por ser un punto de inflexión estratégico y simbólico: a partir de ese momento, don Quijote ve casi siempre la realidad y son los demás personajes quienes la transforman.
¿Qué nos enseña el Quijote?
Que la existencia no tiene sentido sin ilusión; que nuestra vida puede ser nuestra mejor creación; que la locura es una forma de conocimiento.
¿Por qué sigue siendo en la actualidad, siglo XXI, un referente?
Porque todas sus situaciones, de las más costumbristas a las más fantasiosas, tienen que ver en realidad con nuestra condición de seres humanos (la libertad, la justicia, la moralidad, la fe, el amor…) y porque Cervantes evita envolverlas en un pretencioso debate intelectual y nos las presenta como dilemas que afectan a la vida.
El próximo club de imprescindibles de la Factoría Cultural Martínez estará dedicado a Corazón tan blanco, de Javier Marías, con Ana Rodríguez Fischer, el próximo 27 de noviembre.
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