Enrique Villagrasa: “La poesía es pasión y algo más”
En “Fosfenos” el poeta de Burbáguena, afincado desde hace décadas en Tarragona, busca certezas entre fogonazos de luz del pasado, del presente y del futuro.
Texto: Antonio Iturbe Foto: Ramón García
Los fosfenos son esos fogonazos que vemos incluso con los ojos cerrados, como un rastro de luz que se nos ha quedado dentro. Pueden ser simples manchas luminosas, pero a veces forman figuras extravagantes, serpientes de fotones que se deforman y se desvanecen como nubes en la oscuridad. Fosfenos es el título del nuevo poemario de Enrique Villagrasa. En sus intensas páginas nos recuerda que “Hay palabras invisibles”, fosfenos emocionales que bailotean dentro de su cabeza. Como ese río Jiloca que fluye desde su infancia o ese afán de encontrar el verso perfecto. Una lectura donde la melancolía no se espesa ni se estanca sino que es motor de búsqueda de nuevas miradas.
Hay en este poemario, íntimo pero no sensiblero, cargado de verdad poética, mucha reflexión sobre el hecho de escribir como búsqueda de algo que parece que vas a atrapar y siempre se termina escapando:
“La poesía es pasión y algo más,
eso que siempre cambia de lugar”.
Tras haber trabajado durante años en el departamento de comunicación del puerto de Tarragona, su poética ha roto amarras con lo cotidiano y se ha tornado más inmaterial. Pero sin perder ese respeto al trabajo, al poeta como artesano paciente y laborioso. Se agiganta en estas páginas la visión fundacional de su etapa de crecimiento en Burbáguena, un pueblo de Teruel marcado por el paso del río y la presencia perenne del viento del cierzo, pero combinada con su arraigo en Tarragona frente al Mediterráneo, porque tiene su importancia el río pero también el mar. De hecho, en sus versos son la misma materia.
Como termina el libro hablando de “el barrio Moral”, esa es la primera pregunta que le hacemos al poeta tarraco-turolense:
¿El barrio Moral existe?
Sí, claro, en él está la casa madre.
Se habla mucho en estas páginas del hecho de escribir, de perseguir el acto poético. ¿La poesía es revelación o trabajo?
Creo que el primer fosfeno nos viene dado y si existe la inspiración que esta nos pille trabajando. Creo sinceramente que tiene de ambas tres: musa, duende y ángel, que decía Federico García Lorca. Piensa que la magia no existe, tiene truco, pues igual la poesía tiene esfuerzo de lectura y de escritura; de leer mucho y sabiendo leer, de esfuerzo en escribir, y cuando te cansas de todo vuelves a leer, borras y vuelves a escribir. Hay que leer y conocer desde la filosofía antigua hasta hoy: aquello de fantasías animadas de ayer y hoy. Hay que conocerlo todo y quedarte con lo que puedas.
Hablas de podar el lenguaje… ¿A ti te tiembla la mano a la hora de la poda de tus versos?
Para nada. Creo que es justa y necesaria: obligatoria la poda, de lo contrario salen híbridos de cacharrería. La poesía es una cosa sería y a la vez lúdica y lúcida.
Esa “zarza que todo lo consume”, la reivindicación de la metafísica… ¿Dónde está para ti la puerta a lo sagrado?
Si existe lo sagrado, éste existe en la lectura, en el conocimiento, en el otro, en la naturaleza, en la Filosofía. Aquello de Unamuno: piensa el sentimiento, siente el pensamiento.
Es poderosa la presencia de Burbáguena, el río Jiloca y el cierzo. Y, sin embargo, “la infancia no regresa, allá en mi pueblo. Sí en Tarraco”. ¿Tuviste que irte a Tarragona para ver tu lugar de crecimiento?
Sí. Creo que desde la distancia y en la página en blanco, que no deja que te engañes, está la mirada, la memoria y el lenguaje. Todo lo que fuiste, lo que eres y lo que serás. La distancia es necesaria para entender.
¿Y qué ves cuándo miras atrás? ¿A quién ves?
A un niño inquieto, gordito, que no le gustaba el deporte, solo quería leer: que a los 8 años ya se había leído El Quijote, que no le gustaba el fútbol y tenía pocos amigos, claro: cinco. Un niño que quería ser médico hasta que vio que estos también se morían… y empezó a arderse en preguntas… y quiso salir del pueblo. Y para ello dijo que quería ser fraile y fraile franciscano, es que en Burbáguena, mi pueblo, había un colegio franciscano. Llegó el seminario, y después el noviciado, y Filosofía y Teología y … después periodismo y siempre con libros; y publicas uno y escribes otro y lees y escribes de lo bien que escriben los demás y te buscan para escribir críticas literarias. Y así hasta hoy, y de eso hace unos 50 años o más… Mi primera crítica de un libro de poesía y pagada fue en la mítica Hora de poesía de Javier Lentini y después en La Vanguardia, en el Diari de Tarragona… y hasta hoy en Librújula.
Hay una reivindicación de ese lugar de origen en Teruel, pero también está por todas partes el mar. “Al fondo el mar”. ¿Qué te ha aportado vivir cerca del mar?
Casi todo. Quería salir de mi pueblo y encontrar el mar: ese límite infinito; quería ver aquello que leía. Y la primera salida fue a Barcelona y sus playas, viví en la plaza Lesseps. Descubrí su grandeza, la del mar claro, la de Fernando de Lesseps vendría después. El azul lo es todo en poesía, bien lo saben las personas lectoras: el mar también es azul.
Muchos años has trabajado en un puerto, seguramente en asuntos menos románticos que los que suelen cantar los poetas. ¿Hay sensualidad en un puerto o todo es logística?
Hay sensualidad y mucha, los muelles, los barcos, las grúas, solo hace falta mirar, saber mirar: los amaneceres, la puesta del sol; la logística también tiene su qué, pues hace de puente entre el producto y el destino final, el cliente último; y los y las poetas hacen de puente entre la poesía y las personas lectoras. Sin ir más lejos…
Dices que “la poesía sonríe en medio de su desgracia”. ¿Cuál es la desgracia del poeta?
Esa suerte es precisamente su desgracia la de tener que explicarse y explicar el mundo, la de ser el otro, la de estar a su lado, la de reivindicar la belleza y su verdad por encima de todo: lo lúcido anida en lo lúdico diríase.
Aparecen Facebook, Twitter, Instagram… ¿Es posible la intimidad de lo poético en la exposición pública de las redes sociales?
La intimidad de lo poético está en el verso y el verso es lenguaje y las redes están para adquirir conocimiento y son comunicación. Es, pues, de una imbricación máxima. Ahora bien, las redes descubren más fácilmente quién es poeta y quién solo versificador. Creo que las redes han hecho mucho daño a las personas lectoras y han facilitado que casi todo el mundo se crea poeta. Pero sigo pensando que son necesarias y útiles, dependerá del uso que les demos, como en casi todo
En el primer verso que da el tono a todo lo que viene después nos dices: “Ni tan siquiera soy dueño de mis ruinas” ¿De qué somos dueños?
De nada, ni de las propias ruinas. Esos escombros que nos pergeñan…, ni de ese lenguaje, ni de la mirada misma, ni mucho menos de nuestra memoria. Estamos aquí de prestado y para ayudar y ayudarnos.
¿Cuál es tu búsqueda?
Mi búsqueda es encontrar el verso que me haga poeta. Y de verdad, es ser para y por el otro. He nacido para ayudar. Y como digo siempre sin un objetivo claro en esta vida como es ser con el otro, que es mi sueño, no sé si podría seguir. Y como decía aquel: esta noche pago yo, siempre pues a la verita tuya, amigo. La vida es búsqueda, encuentro y celebración y tal es mi poesía, creo. En lo lúdico está lo lúcido, no hay que olvidarlo. Y por favor lean, incluso a mí y mi Fosfenos, no les defraudará