Eloy Tizón: “El malditismo es una carrera, es igual que una oposición”

Tizón ha publicado “Plegarias para un pirómano”, cuentos de una narratividad exuberante conectados por la figura de Erizo, a veces protagonista y otras, comparsa; a veces en un oficio y otras, en otro. Erizo a veces pincha y a veces sufre, muta, como mutamos todos.

Texto: Antonio ITURBE  Foto: Isabel WAGEMANN

 

Tizón tiene otro tipo de combustión, no lenta sino con su propia respiración. Es un escritor que por su ritmo de publicación da la impresión de que aparece y desaparece como los ojos del Guadiana pero es una sensación errónea del ojo, que considera que solo existe lo que brilla ahí afuera, lo que ruge en el furor de las redes sociales. Porque mientras no lo vemos, incluso durante años, Eloy Tizón anota, escribe, se divierte, imagina vorazmente.

En Plegaria para pirómanos se dice que “nada es del todo real hasta que lo escribes o dibujas”… ¿pero no estamos hablando de ficción?

El lenguaje tiene la capacidad no solo de reflejar la realidad, sino de crearla. Las personas del mundo literario sentimos cierta irrealidad con el mundo que nos rodea y se aminora cuando pasa por el filtro de la escritura. El mundo adquiere peso al pasar por las palabras.

Erizo, tu personaje que va apareciendo y desapareciendo, incluso mutando a través de los distintos cuentos, dice que es de cuaderno. ¿Tú eres de cuadernos y anotar?

Yo tengo muchos cuadernos, toda mi vida he escrito en ellos. Creo que el germen de la escritura está en el trabajo de generar ideas, imágenes, frases sueltas cazadas al vuelo en la calle, transcripciones de sueños. He sido muy de cuadernos. Ahora más contagiado de lo digital, sigo llevando un cuaderno y un diario, pero en el ordenador.

Erizo va dejando un rastro de hilos sueltos. Pasa de ser guionista a fotógrafo…

Me gustaba la idea de suprimir las transiciones.

En un momento nos dices: “En Detroit llueven gallinas”. Y cuando lo lees, en ese momento te parece de lo más normal.  ¿Una frase así la piensas para buscar cierto efecto o emerge de manera imprevista?

Esa frase en concreto surge al calor de la escritura. Hay frases que no te pueden venir en frío. En proceso de escribir te encuentras con cosas inesperadas a veces para uno mismo. Esa frase pertenece a esos pequeños regalos, inmerecidos, que te hace el texto. Esa frase tiene mucha fuerza porque sale de un lugar desconocido y por eso tiene ese peso.

Parece que una cosa te lleva a otra, a un fraseo con su ritmo interno. Al poco, se tosen plumas…

Me fío mucho de las asociaciones libres de ideas. Empiezas por algo y ese algo te conduce a otra cosa. Suelo recurrir a las enumeraciones, que me parecen una fiesta del lenguaje y de la imaginación donde me permito disparates, lo discordante… eso me genera un momento de felicidad. Estructurar me cuesta más esfuerzo, también es necesario, pero es un trabajo de la conciencia. En esos momentos de enumeración me abandono a la libertad, al soltar amarras.

¿Es correcta la percepción de que es un libro donde se deja que broten las palabras como vienen pero que también hay un trabajo de pulido minucioso?

Muchas escrituras son la mezcla entre lo volcánico y lo arquitectónico. Muchas escrituras no dejan de ser un caos controlado. Hay una parte intuitiva que viene de lugares desconocidos, de huellas que han quedado en el subconsciente, un magma nocturno. Pero también tiene mucha importancia la parte diurna de crear un cierto armazón para no caer en una verborrea informe. La tensión entre el afán de control y el descontrol creo que es donde está el cuento.

Impartes taller de escritura de relato breve, pero los profesores de escritura de cuento suelen decantarse más hacia Chejov, hacia ese clavo que cuando se clava en la primera escena algo acabará colgando de él. No parece tu línea…

En mis cuentos hay muchos clavos que no sirven para colgar nada. Los talleres trato de impartirlos de la manera menos dogmática posible, aunque con el paso del tiempo todos desarrollamos manías y preferencias procuro no proyectar demasiado en la persona que viene al taller. Trato de darle el máximo abanico de que soy capaz de diferentes visiones a cargo de todo tipo de autores, clásicos y contemporáneos, para que vean una paleta muy amplia. Ver malos ejemplos de literatura también es útil.

¿Se puede explicar la literatura?

Yo creo que podemos analizar por qué un texto nos parece hermoso o fallido, al menos hasta cierto punto. Ver por qué un escritor toma determinadas intenciones, por una intención estética o moral. Ese leer entre líneas a otros autores nos ayuda a encontrar nuestra propia voz. Es importante que sean conscientes los alumnos de la importancia que tiene la voz, la manera en que llegamos a la respiración del texto, a la música por la que podemos sentir sintonía. Es un trabajo de tiempo, paciencia, hallazgos, errores… lo que menos me preocupa en los talleres es que escriban un cuento como tal, que puede ser restrictivo. Yo les sugiero que lo que escribamos no lo llamemos ni siquiera cuento, porque entonces parece que hay que estar pendientes del conflicto, el punto de giro, el arco de transformación del personaje, la transformación del protagonista. Yo propongo: ¡vamos a producir textos! Sin esa carga de tener que crear un cuento. Escribir sin ese peso.

Dice el narrador: “me ha faltado disciplina para el malditismo”. Tú cuando empezaste en los años 90 aparecías en los reportajes de nuevos narradores junto a los autores emergentes del momento. Sin embargo, después no se te ha visto en todas las salsas y trifulcas como a otros.

El malditismo es una carrera, es una igual que una oposición. Hay que cultivar la imagen de maldito y a mí no me ha interesado mucho. Yo he ido haciendo mis libros a mi ritmo, que seguramente no es el ritmo que demanda el mercado. En eso soy terco: hasta que no considero que el libro tiene la madurez suficiente no lo publico, y no me importa si estoy siete años sin publicar nada. Creo que hay algo de rebeldía ante el cliché del maldito, que es algo que me resulta aberrante: el artista borracho, drogadicto, de mala vida… me parece muy narcisista. Estos personajes a veces a los que tenían alrededor les hicieron la vida imposible. Entonces, maldito malditismo.

En un cuento hay una pequeña lluvia de citas de escritores. Una de Ursula K Leguin dice: “Nada tiene tanto éxito como el éxito”

Es de La mano izquierda de la oscuridad.

¿Qué es para ti el éxito?

¿El éxito es ganar muchos galardones y dinero? ¿O es la posibilidad de escribir con libertad, un editor que te apoye y un número de lectores que no es masivo pero te permite seguir? Si esto no es el éxito me parece algo muy cercano.

Francisco Umbral, al final de su vida, después de ser alguien tan famoso y ser el centro de atención de tantos saraos, afirmaba con tristeza que “el éxito está vacío”.

Me gustaría llegar a cierta edad sin cinismo ni esa amargura de que el mundo me debe algo. El mundo no le debe nada a nadie. Si ves el éxito desde un punto de vista de reconocimiento material siempre vas a querer más.

Tú das la impresión de ser una persona más satisfecha que tus personajes, porque Erizo va de desencanto en desencanto…

La literatura tal vez nos sirve de drenaje de esas pasiones más oscuras. Son más interesantes los personajes que cojean y no encajan en el molde que los felices y satisfechos. Me gustan los personajes que vagabundean en busca de algo que no encuentran, que tal vez no saben ni lo que es, pero que en el camino encuentran belleza. Esa belleza inesperada que encuentran los personajes es una de las razones que me impulsan a escribir.

Podemos leer “Se necesitan agallas para callar”. ¿En el mundo del ruido y la lluvia de opiniones, el silencio es valiente?

El silencio es casi revolucionario. Me interesa la potencia del susurro.  Vivimos en un mundo con demasiados decibelios. Yo tengo la idea romántica de que la literatura puede servir para un diálogo murmurado con los demás. No me interesa la literatura que grita, la literatura susurrada me conmueve más.

Plegaria para pirómanos… ¿quiénes son los pirómanos o quiénes somos?

Todos podemos ser pirómanos, no literalmente, pero todos tenemos una sombra que nos acompaña.

En el libro uno de los personajes dice: “Cuando al fin empiece a ver…” ¿Cuando llegues a tu máximo de sabiduría qué esperas ver?

Es difícil saber qué veremos si llegamos a alcanzar ese momento de revelación. Yo querría que fuera un momento de belleza serena.

En esos merodeos reflexivos del libro, en un momento dado se dice que “caminamos en círculos”. Se plantea cuál es el sentido de la vida. ¿Tú has llegado a encontrarlo?

Para los metidos en la literatura, el sentido es construir una narración.