«El problema de la paz»… es que nunca es duradera

Llega a las librerías la nueva novela del escritor británico Joe Abercrombie “El problema de la paz”, segundo volumen de la saga “La era de la locura”

Texto: Sara SEGOVIA

 

Eres la dueña del mundo. La empresaria más poderosa. La mujer más deseada y también la más temida. Y por si la sombra de terror que inspiras en quienes te rodean se queda corta, la que proyecta tu padre es aún más larga y abyecta, y a esa nadie se atreve a discutirla.

Por eso te preocupa, te inquieta —por supuesto, no te asusta, no después de lo de Valbeck, no después de haber sobrevivido a aquello—, te incomoda como un picor absurdo bajo los pliegues del corsé, molesto y constante, que tu padre, el archilector Sand dan Glokta, te advierta entre susurros, porque en él sí puedes oler el miedo.

«Prométeme una cosa. Nunca tengas nada que ver con Bayaz. Ni con él ni con ningún otro mago. No aceptes favores suyos, no te endeudes con él, no hagas tratos con él. No lo complazcas. No lo disgustes. Haz todo lo posible por escapar de su atención por completo. Prométemelo». Y lo prometes, aunque no entiendas. Es «uno de esos momentos en los que el mundo revela que quizá no sea del todo como aparenta».

El 25 de febrero llega a librerías de mano de Runas, división de fantástico de Alianza, la nueva novela de Joe Abercrombie: El problema de la paz. Con Manu Viciano en la traducción, Antonio Torrubia en la revisión de galeradas y servidora de ustedes (y del Mal) al boli rojo, el maestro del Grimdark continúa la trilogía de La era de la locura con un volumen que retoma la historia apenas un par de meses después del lapidario final de Un poco de odio. Curiosidad para el lector es que, precisamente, lo primero que leemos en la novela es un “Cuarta parte” que incide en esa sensación de continuidad que quiere generar Abercrombie con esta saga.

Y ha sido, de hecho, algo muy alabado por el público, especialmente por los ávidos lectores que ansían la siguiente parte, el que el autor haya dejado terminados los tres volúmenes de su trilogía antes de lanzarse a la aventura de publicarlos. De ese modo, cuando terminéis este segundo acto, sabréis que la espera no será larga, y ese —creedme— es un gran consuelo.

Febrero de 2020 fue el mes en que veía la luz en español Un poco de odio, la novela con la que Joe Abercrombie volvía al universo de la Primera Ley para continuar desgranándonos su historia. Treinta años separan el final del último libro del comienzo de este, treinta en los que el progreso ha avanzado inexorable y el relevo generacional ha llevado consigo un cambio en la visión del mundo al que es necesario adaptarse.

La novela nos presentó a los hijos, a los sucesores, a aquellos que heredaron las enemistades de sus padres en lugar de elegir las propias, y los situó en un tablero a la vez familiar y extraño. El primer volumen de La era de la locura nos mostraba a unos Orsos, Savines, Leos, Rikkes y Stours todavía ingenuos, para quienes las cargas de la vida no eran más que realidades lejanas a las que algún día deberían enfrentarse.

En El problema de la paz ese día ha llegado. Los pasos tiernos que los personajes dieron en el primer libro, cual los del polluelo que se aleja por primera vez del nido, se han convertido en un caminar contundente, sangriento y afilado. Deberán madurar si quieren sobrevivir, y recordar que «Ninguna alianza, ninguna amistad, ninguna paz, dura para siempre».

Como un experimentado tejedor, Abercrombie entrelaza los hilos de las tramas y alterna los puntos de vista múltiples para hacer avanzar la trama entregándole al lector únicamente lo que le interesa. La información justa para despertar sospechas, para incrementar una tensión que fluctúa a lo largo de la novela para fustigar al lector distraído en cuanto cree que los personajes están a salvo.

Y todo ello enriquecido con la profundización en la nueva realidad que vive Adua y en los conflictos que continúan asolando el mundo: los Quemadores y Rompedores luchan contra un progreso que alcanza solo a los más poderosos y que se extiende a costa de las vidas de los más humildes (nihil novum sub sole), las tensiones políticas con los estados vecinos, a los que conoceremos de un modo más profundo en este volumen —lo cual esperamos que se convierta en tendencia en el próximo—, se estiran y retuercen entre murmullos y conspiraciones, y los ecos de la traición resuenan entre los muros de la corte.

Abercrombie se revela, una vez más, como un narrador maduro, que domina a la perfección el arte de engañar, persuadir y deleitar al lector con tramas que nunca son lo que parecen y con personajes carismáticos que crecen a medida que pasan las páginas. La maestría del autor británico convierte este segundo volumen en una joya de mayor valor aún que el anterior, digna de la corona del mejor rey, y nos deja con un gran interrogante al terminar su lectura: ¿para cuándo el siguiente?

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