El manifiesto poético de Enrique Cabezón
El escritor Enrique Cabezón publica «Contra la gravedad de los poetas. Manifiesto en 30 contusiones y/o fracturas» (Plataforma de Poetas por Teruel).
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Texto: Enrique Villagrasa
Terminé de leer Contra la gravedad de los poetas. Manifiesto en 30 contusiones y/o fracturas (Plataforma de Poetas por Teruel) del reconocido poeta y agitador o mejor dinamitador cultural, que es de lo que más le gusta ejercer, además de otros oficios como ilustrador, editor, diseñador gráfico, escritor, Enrique Cabezón (Logroño, 1976) y pensaba en Antonin Artaud (Marsella, 1896-Yvry-sur-Seine, 1948) y en su frase lapidaria: <<Si otros proponen obras yo no pretendo más que mostrar mi mente>>; y en la escritora, poeta, periodista y editora uruguaya independiente, Ana Lissardy (Montevideo, 1975), de quien son estos versos: <<¿Qué espera?/ Cualquier respuesta a esta pregunta sería una mentira>>.
No sé el porqué pues aún le doy vueltas a ese todo o esa nada, pero es lo que pensé sobre este <<… sentido, del crimen>>. Y es que Cabezón nos tiene acostumbrados a obras así, como su asombrosa Historia universal de ninguna parte. Olvido, territorio y mapa de una periferia histórica (La cabaña del loco). ¡No dejen de leerla, personas lectoras, lo agradecerán! Es un libro que se quiera o no hace pensar y nos acerca a los demás, a los otros.
El caso es que no deja de tener razón en los planteamientos poéticos de Contra la gravedad de los poetas. Ya este título Contra la gravedad de los poetas lo dice todo y así lo explica en el inteligente prólogo del filósofo Pablo Lópiz Cantó. No tiene desperdicio y concluye con estas palabras: <<Como escribe Enrique Cabezón –pero es un sujeto colectivo quien habla, el yo de esa generación sin generación ni fecha que nos diga, lo que en nosotros hay de pueblo olvidado, el espectro que este manifiesto invoca, el último fantasma, un fantasma que recorre la poesía–, “declaro públicamente que ya no quiero ser yo”. Al fin y al cabo, como todo el mundo sabe, “un poema es una güija”>>.
Cabe apuntar que el libro comienza con este verso, tras el citado prólogo: <<Reunidos todos para celebrar y celebrarnos la alegría>>, un tono realmente franciscano, sin ir más lejos, y termina con esta pregunta: <<Quién se viene?>>, donde podríamos leer: quién me sique, quien me acompaña. Para ello, curiosamente, el libro termina con una tabla de adhesiones para rellenar: nombre y apellidos, DNI y firma, y este texto: <<Los abajo firmantes, tanto si son una Administración Pública, una institución, o eres parte de la sociedad civil, incluso si eres poeta, filósofo, actor, novelista, editor u otra persona de mal vivir, puedes subscribir las iluminaciones del manifiesto Contra la gravedad de los poetas y hacer visible tu compromiso por una sociedad más antigravitatoria, antimatérica, metamórfica y soportable. Únanse a la resistencia. Sean el margen de un margen>>.
Bien pues, a pesar de esta boutade justa y necesaria por otra parte, que ya se sabe que es una intervención pretendidamente ingeniosa, destinada por lo común a impresionar (RAE, dixit) no hay que perder de vista el poemario manifiesto que nos ocupa y aunque no sea un manifiesto de carga (conocemos el mundo marítimo portuario) lleva cargas potentes y de profundidad. Así pues desde esas iluminaciones, con eco del tal Rimbaud de turno hasta esos ecos del Hesse de esa estirpe de Caín hay de todo y no son o sí encogimientos espirituales diríase: <<Nosotros, la estirpe de Caín, los del desespero,/ Los de si he de morir ahora, sea, los de un qué sentido/ tiene esto>>.
Lo cierto es que el poeta Enrique Cabezón sí sabe que urge la necesidad de un planteamiento poético de la realidad, a la vez que urge un planteamiento poético del lenguaje y sabe que de ahora en adelante el lenguaje será nuestro medio de ruptura y así lo explica en esta sesentena de páginas que tiene el libro, pues: <<Vamos a ensalzar esta falsificada belleza,/ esta manera de alambicar el no decir nada,/ esta presunta pericia en domeñar la palabra,/ y comerciaremos como las putas que somos>>.
Es un libro divertido, irónico, también serio muy serio en su juego, con poemas certeros, arriesgados; no olvidemos que en lo lúdico anida la lucidez, que hay que leer aunque solo sea por la sinceridad del poeta, Pessoa aparte, pues en el mismo está la enjundia del propósito: <<Dejo aquí la palabra civilización/ de la que los poetas somos notarios>>. Los periodistas son notarios del acontecer diario, no mezclar. Lo cierto es que es un libro que desde Teruel y escrito por un poeta riojano, llega para confundirnos en esa gravedad de gravedades, en este horizonte de sucesos en: <<el alunizar contra el mundo de las ideas>>.
12
Este manifiesto explora una realidad,
de cuya existencia efectiva duda.
Este manifiesto niega que esté ocurriendo
verdaderamente. Y si no ha pasado,
y si nadie lo ha visto, ¿no existe?
Dejo aquí la palabra
sistema.






