Dita Kraus, su vida antes y después de Auschwitz

Roca Editorial publica las memorias de la bibliotecaria en Auschwitz  en “Yo, Dita Kraus”, un testimonio de un siglo contra los totalitarismos.

Acuarela de Dita Kraus

 

Texto: Antonio ITURBE

 

Para la pequeña Dita, de diez años, el de 1939 fue un verano maravilloso en el campo, en la pequeña ciudad de Zd’ár. Checoslovaquia había sido invadida por los alemanes, pero sus padres quisieron que tuviera un último verano de infancia. A partir de entonces, todo fue una caída por el precipicio de la guerra: la llegada de las SS a Praga, las restricciones a los judíos, las primeras deportaciones.

Dita Kraus es una persona contenida,” alguien que nunca se deja llevar”. Resulta asombroso que relate en su libro de memorias, Yo Dita Kraus (Roca Editorial), las cosas que le han pasado sin aspavientos: la deportación al gueto de Terezín, el traslado a un Auschwitz que apesta a carne humana quemada, la muerte de sus padres, la etapa final en los devastadores campos de Alemania. En Auschwitz, en el Bloque 31 del Campo Familiar, fue la bibliotecaria de la biblioteca pública más pequeña de la historia, con ocho viejos volúmenes conseguidos de manera clandestina.

Una de las cosas importantes de su libro de memorias es mostrar que la guerra no termina con el fin de los combates. Llega la victoria y los discursos acompañados de la fanfarria de las bandas de música. Pero enseguida se hace un silencio ensordecedor.

A su regreso a Praga, tras cinco años de guerra y encierro, Dita se mueve como sonámbula en una ciudad donde nadie la espera ni sabe muy bien dónde ubicar a esos retornados. Huérfana, con un vestido de los servicios sociales aliados, sin un céntimo, se para delante de un escaparate y desde el cristal la mira una joven delgada a la que no reconoce. Lleva años sin verse en un espejo. Tras la bota de los nazis llega el martillo del comunismo, y finalmente emigra a Israel. La tierra prometida tampoco es el paraíso de la propaganda sionista.

A sus 91 años, Dita Kraus no ha perdido la sonrisa y sigue pintando cuadros de flores. Un ejemplo de entereza y dignidad para todos.