«De la nimiedad», de Sara Martín

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Sara Martín (Madrid, 1983) es poeta y creadora escénica. Sus poemas han sido publicados en revistas como Nayagua, Kokoro y Transtierros. En 2019 es galardonada con el XXI Premio Nicolás del Hierro de Poesía por el libro Por la escalera de incendios. Junto con el músico y compositor Jose Pablo Polo forma el grupo de arte sonoro OVERture, con el que recibe la beca Injuve 2018 y actúa en diversos festivales de poesía y música contemporánea. Desde los 18 años ha trabajado en teatro físico y performance, participando en diversas ediciones de festivales como Escena Contemporánea y Festival de Otoño.

Sara piensa que la poesía y la denuncia social pueden ir de la mano, pues bailan juntas, conviven; para ella tienen una relación muy placentera y estrecha. Cree firmemente que toda creación es política quiera o no quiera. La poesía cuestiona per se, es algo inherente a ella. Opina que es posible que del poeta a los dioses haya un verso; pero, que al igual que el teatro, lo poético viene y converge en el ritual, transita otros mundos que no son tan estrechos como los nuestros, eso es seguro, dice. Y que en poesía es importante la generosidad, ya que es importante dejar que fluya, ella sabe dar sin pensar que se le quita nada y recibir sin sentirse en deuda.  Enrique Villagrasa

 

de la nimiedad

Cuando era niña solía sentarme en el suelo a esperar, cocinar con tierra y jugar con otro niño desconocido a que éramos padres y abandonábamos a nuestro bebé de plástico en el banco de un parque. Vestía con ropa que no había elegido, a veces me tiraba del pelo o bajaba las escaleras de dos en dos. Comía hormigas y meaba entre los coches, no sabía los nombres de muchas cosas y me inventaba para qué servían. En lugar de hablar gritaba, tenía manchas en la falda y costras en las rodillas, comía con hambre y bebía con sed. Una vez fui a misa y me dio miedo. Besaba la almohada antes de dormir, imaginaba que era mi amante y el futuro padre de más niños de plástico. No pensaba si era guapa o fea y tampoco si las otras niñas lo eran. Estaba convencida de que justo antes de morir, habría un fallo del sistema, y seguiría viviendo de incógnito. A veces me apretaba fuerte la carne para saber hasta cuándo era capaz de hacerme daño. Rezaba (a escondidas). Me mojaba la ropa cuando bebía de las fuentes, no entendía qué se esperaba de mí y no sabía montar en bicicleta.

 

LA NIMIEDAD

Sara Martín

Huerga & Fierro

78 págs. 13,50 €