“Cosas tristes», de Eduardo Moga
Eduardo Moga es un poeta al que hay que leer con tranquilidad y con lápiz en la mano, pues en este Poemas enumerativos (Olifante), al que pertenece el poema que destacamos, Cosas tristes, ha sido capaz de conciliar entre sí o desconciliar, la persona lectora decidirá, esos puntos de vista no solo sociales, sino también individuales, psicológicos, antropológicos, filosóficos, aunque más metafísicos. Me gusta leerle, y en este caso me gustan sobremanera los poemas Ventajas e inconvenientes del suicidio: “No me preocuparía el destino de mi biblioteca tras mi muerte./ Me salen más ventajas que inconvenientes” y A veces me dan ganas de gritar: por sus versos aforísticos: “No digáis más de lo necesario: las demasiadas palabras embotan/ la inteligencia” y por sus ecos reivindicativos, también: Denunciad la clausura de los asilos y la inauguración de las/ jaurías”.
Algún día hay que ir pensando en darle el Premio de la Crítica o el Nacional de Poesía, que el Nobel ya llegará. Siempre diré dónde me encuentre que Moga es uno de los poetas más reconocidos de este país nuestro. Y en su poesía proteica lo deja claro pues escribe para vivir, para (re)conocerse y (re)conocer en este tiempo presente la sociedad en la que vive, cual Merlín con escudo, quien se protegía hasta de él mismo. Y en estos poemas enumerativos la vida la asalta sin miramientos en esta estrategia discursiva. Él es un hombre que escribe, al que el dolor le dice, lo define; y también se jacta de sus luchas y tristezas, hasta del censo enfitéutico (los arrendamientos diríase) y las personas lectoras lo agradecemos: “Venerad lo impuro/ Dudad/ Rebelaos”.
Y lo bueno que tiene Eduardo es que sus poemas los termina la persona lectora en franca complicidad. Atrévanse y léanlo pues sus poemas son de los buenos regalo que hay para el cerebro, sabiendo que hay que: “Ser poco pudoroso: el pudor es un gran enemigo de la literatura”. Enrique Villagrasa
Eduardo Moga (Barcelona, 1962) es poeta y escritor, licenciado en Derecho y doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Ha publicado diversos poemarios, como La luz oída (premio Adonáis, 1996), Las horas y los labios (2003), Cuerpo sin mí (2007), Bajo la piel, los días (2010), Insumisión (Latino Book Award, EE. UU., 2013), El corazón, la nada (Antología poética 1994-2014) (2014), Muerte y amapolas en Alexandra Avenue (2017), Mi padre (2019; Translation Choice de la Poetry Book Society [Gran Bretaña], por My father [2021]), Tú no morirás (2021) y Hombre solo (2022).
Ha traducido a numerosos autores, como Frank O’Hara, Yoel Hoffmann, Évariste Parny, Carl Sandburg, Charles Bukowski, Richard Aldington, Billy Collins, Tess Gallagher, Ramon Llull, Jaume Roig, Arthur Rimbaud, William Faulkner, Walt Whitman, Penelope Fitzgerald, Diane Wakowski, Evan S. Connell o Harold Norse. También ha publicado diarios (Expón, que algo queda, 2021), libros de viajes (Americaneando. Un viaje por los Estados Unidos después de Trump, 2023) y ensayos (Lector que rumia, 2023). Practica la crítica literaria en revistas como Letras Libres, Cuadernos Hispanoamericanos, Quimera y Turia, entre otros medios. Su obra poética ha sido traducida al inglés, francés, italiano, portugués, polaco, checo, eslovaco, albanés, ruso y ucraniano. Codirigió la colección de poesía de DVD ediciones desde 2003 hasta 2012. En febrero de 2016 fue nombrado director de la Editora Regional de Extremadura y coordinador del Plan de Fomento de la Lectura en Extremadura. En abril de 2018 dimitió de su puesto. Mantiene el blog Corónicas de Españia (eduardomoga1.blogspot.com.es).
COSAS TRISTES
Perchas vacías en un armario. Llegar a un aeropuerto y que no haya nadie esperándote. Un guante solo. Un pájaro con un
ala rota. Un perro mojado por la lluvia. Mandar un mensaje de amor y que no te contesten. «Lacrimosa», del Requiem de
Mozart. Dormir solo. Una ciudad bombardeada. Un libro mordido y desencuadernado. Una carta en la que alguien, a quien
ya no recuerdas, te dice que te quiere. La carretera, de Cormac McCarthy. Una patera llena de gente. Una patera volcada en la
playa. Alguien que llora en silencio. Una anciana que apenas puede moverse y, con esfuerzo, te sonríe. Un cajón con cosas
de alguien que ya no está. Una pluma estilográfica sin tinta. La escena de La lista de Schindler en la que los judíos le regalan
a Oskar un anillo de oro, hecho con el metal de los dientes que algunos de ellos se han arrancado. Que alguien te pida algo
con la mirada turbia, extraviada, y siga mirándote mientras tú te alejas. Una planta mustia. Una pelota deshinchada. El cadá-
ver de alguien a quien has querido. Un paisaje quemado. Una agenda antigua, llena de números de teléfono. Pensar en quien
no piensa en ti. Una amistad rota. Un helado que se deshace.
Una familia que huye por una carretera con unos pocos enseres a cuestas. Un niño calvo. Un pájaro caído del nido. Un velatorio sin nadie.
Una llave que ya no sabes qué puerta abre. Los puentes de Madison. Que la persona de la que podrías enamorarte te diga que quiere una
relación abierta. La sirena de una ambulancia. Que nadie se levante para cederle el asiento a un anciano. Reír a destiempo. Un tren que pasa
y no para. Una lámpara de mucho brazos en la que solo funciona una bombilla.
Que tu madre no recuerde tu nombre. Que no asista nadie a la presentación de un libro. Las campanadas a muerto. Una cola
en un banco de alimentos. No poder honrar un cuerpo hermoso.
Que alguien te diga adiós desde una estación de tren. Que Vox crezca en España. Que el neofascismo crezca en el mundo. No poder acabar
una frase. Una mancha de sangre en el suelo. Que no te acepten un regalo, o que te lo devuelvan. Un imán que predica el horror. Una tarde de
domingo en casa sin nada que hacer. The Boxer, de Simon & Garfunkel. La imagen de miles de hectáreas devastadas en la Amazonia. Morir
de hambre o de ébola o de tifus en África. Un atardecer lluvioso en un pueblo olvidado. Que nadie se acuerde de tu cumpleaños. Enfermar.
El olor a cárcel y orfanato. El gemido de alguien que sufre. Las fotos de los lugares que han desaparecido en las ciudades. Un
lápiz sin punta. Una ofensa gratuita.
[Corónicas de España]
Poemas enumerativos
Eduardo Moga
Olifante
136 págs. 14’80€