Asun Perruca y su poesía al cierzo del insomnio

El sello Loto azul de Olé libros publica «Crónicas del maldormir».

 

Texto: Enrique Villagrasa

 

Dice Charles Baudelaire en el poema El albatros que “El poeta es parecido al príncipe de las nubes/ Que acecha la tormenta y se ríe del arquero;/ exiliado en el suelo entre abucheos,/ sus alas de gigante le impiden caminar>>. A nuestra poeta le hacen escribir y escribir de ese mal dormir, ese insomnio, con verso ágil, humilde, sencillo pero que llega y de qué manera; y también la cita de Colette, que abre el poemario es clave: “El insomnio es casi un oasis en el que se refugian aquellos que tienen que pensar o sufrir oscuramente”, lo que me lleva a pensar en el poema Ciudad sin sueño. Nocturno del Brooklyn Bridge de Federico García Lorca en Poeta en Nueva York (Galaxia Gutenberg, 2015): “No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie./ No duerme nadie”.

Ese paisaje sin sueño, al cierzo del insomnio, seis veces citado en Crónicas del maldormir (Loto azul-Olé libros), segundo poemario de la maestra, Asun Perruca Hurtado (Molina de Aragón, Guadalajara, 1964 – afincada en Calamocha en su labor como docente), libro que nos ocupa, es pues ese y no otro, ese cierzo: “El VIENTO hace temblar/ la piel del agua”. Y es así, bien lo sabemos, y por eso nos dice Asun que, no es sueño la vida y que hay que estar alerta en ese “escenario de realidad y anhelos”. Y contradiciendo a nuestro Calderón de la Barca, pues eso, no toda la vida es sueño, ni todos los sueños sueños son. Aunque, necesitamos tener sueños para poder resistir esta tragicomedia que nos ha tocado en suerte. En este caso el insomnio se convierte en quehacer demiurgo y es un bien del que disfrutamos las personas lectoras. La poeta  Perruca, no sé si tanto o sí, pues “sigue queriendo pisar el suelo/
y envolverse en el olor/
de la existencia”. ¡Ahí es nada!

El cuarteto citado de Baudelaire está incluido en su obra Las flores del mal. Poemario que todo el mundo conoce y es posible que sea uno de los libros que mayor influencia ha ejercido sobre la poesía mundial, con lo que no es extraño que lo cite entre sus versos Asun Perruca, lo que nos da pie para pensar que ha leído y mucho. Para saber escribir hace falta saber leer y leer; y para escribir poemas más si cabe, sin ir más lejos. La poesía necesita que el poeta haya leído mucho y de todo. Y luego ya se verá si el duende, el ángel y la musa la tienen en consideración: “No cae tan negra la noche”.

En el poema Las estrellas me miran están estos versos a los que hago referencia: <<Vivienda de bohemios,/
templo de culto a santa maría,/ devoción que llena el aire/
de humo y poesía/
mientras se deshojan/
las flores del mal./
De pronto el albatros/
huye por la ventana,/
y me arrastra en su vuelo>>. Nueve versos que dan para mucho y que me llevan a pensar en Horacio y en Kafka. Horacio nos dice que “no porque el hombre salga de su casa sale de sí mismo”. Y Kafka nos cuenta que conoce su meta, “partir siempre, salir de aquí, sólo así puedo alcanzar mi meta”. Y la poeta Asun Perruca, aquí y ahora, cerca de la laguna de Gallocanta, se ve arrastrada en el vuelo metafórico del albatros: “dudando entre quedarse/
o buscar una salida”. ¡Mágica imagen, personas lectoras, sabiendo que la magia siempre es un truco! El yo poético sabe cual es su meta en estas Crónicas del maldormir que llaman tan y tan poderosamente la atención: “DESPERTAR es todavía/
lo inevitable del sueño”.

La poesía de Asun Perruca es la que es siendo en este su verso ágil. Es testimonio. Es esfuerzo y no menor en los poema casi redondos. Es el quehacer demiurgo de una determinada persona, de ella, Asun Perruca. Y aquí no hay más que una causa: el insomnio y en este caso y por ahora el insomnio creador. Y, creo que tras la lectura de este intenso, con enjundia, e interesante poemario escrito al insomnio del cierzo gana la poesía y pierde la psiquiatría y la psicología. Con lo que podemos decir que la poesía sí cura, en tanto y cuanto ayuda en el proceso de la curación: “Las manos del invierno se van”.

 

EL VIENTO hace temblar

la piel del agua.

Los versos tiemblan en la noche

con el silencio distinto

de los grillos.

La voz ausente tiembla en el humo

y mancha el techo.

Un rostro se pixela en la pantalla

y tiembla un recuerdo

en el vacío imposible

del insomnio.

Otra taza de café

tiembla entre las manos.

Concurren las horas de fuego,

cuando tiemblan las llamas

y en la pared se dibujan

dos cuerpos que tiemblan,

no se sabe si de amor

o de miedo.