Sacrificarse en el cómic
Simon Spurrier, Manu Larcenet y Víctor Puchalski tratan en sus recientes novelas gráficas el sacrificio personal por el amor a un ser querido.
Texto: Manu González Ilustración: Matías Bergara y Mat Lopes
No sé si les he llegado a hablar de Simon Spurrier… La verdad es que la memoria me falla y no querría parecer yo ahora uno de esos telepredicadores urbanos que reparten octavillas al grito de “¿ha oído usted hablar de la palabra de nuestro Señor…?”, pero últimamente, en mi colección, no descuido ni uno de los cómics que este autor británico ha guionizado. Es uno de los mejores herederos del mojo del sello Vertigo noventero con obras como El Sueño o su excelente etapa en Hellblazer, ahora retomada, donde inmortaliza a uno de los mejores John Constantine que hemos leído en años. Además, es un amante de la fantasía y hemos podido leer obras suyas como La aguja o Coda, que son auténticas explosiones de modernidad en un género anclado en repetir éxitos y modos de su mágico pasado. También es un artista con los diálogos pero, justamente hoy, les voy a recomendar una obra donde la ausencia de diálogos y textos de apoyo convierten la experiencia de este cómic en una de las mejores novelas gráficas visuales del año.
Después de complementarse a la perfección con el joven dibujante de Montevideo Matías Vergara en la ya comentada Coda, Spurrier supo que el uruguayo era el compañero ideal para publicar una serie de cuatro números en Image, Planeta Cómics en España, completamente silentes. La historia no puede ser más sencilla: una niña es protegida por un gigantesco guardián con armadura en un eterno viaje por un universo repleto de peligros. Bestias imposibles, bandidos, ejércitos imperiales quieren el poder oculto de esa niña, que va creciendo a lo largo del cómic y, en su juventud, reniega de los cuidados y el amor de su guardián. Spurrier se las ingenia para que cada nueva amenaza que se cierne sobre la niña y su guardián sea bastante diversa, desde el peligro bestial y animal del principio hasta la manipulación política y romántica del final. Vergara, por su parte, desbachala su dibujo (verbo inventado en honor al dibujante Chris Bachalo y su costumbre de llenar la página de dibujitos y rayas) y ahorra parte de su arsenal detallista para que el dibujo sea lo más fluido posible y perfectamente entendible. También ayuda el arte al color de Mat Lopes, compañero de los mejores trabajos de Bilquis Evely en DC. Un cómic sobre el sacrificio infinito paterno-filial, sin excusas entre un ser inocente, vulnerable, y un guardián que daría la vida por él.
Pero, si tenemos un libro donde el sacrificio paterno-filial es clave, ahí está el inmenso La carretera de Cormac McCarthy, donde un padre intenta proteger la inocencia de su hijo en un cruel mundo post-apocalíptico. En 2009 tuvimos una notable adaptación al cine de John Hillcoat con Viggo Mortensen, pero es en el lenguaje del cómic donde la desolación de la novela de McCarthy alcanza niveles mucho más crueles y, también, humanos. El francés Manu Larcenet, autor de la muy recomendable serie de Los combates cotidianos, cambia su estilo de dibujo más naíf y cartoonesco por un dibujo gris y ocre más realista para captar toda la fuerza y el horror del relato original. El trayecto de los últimos hombres buenos, un padre y su hijo, se convierte en un canto a la esperanza humana que sabe sobreponerse a las inclemencias del fin del mundo. Publica Norma Editorial.
De sacrificios también sabe el valenciano Víctor Puchalski, quien nos maravilló con esa obra inclasificable llamada Enter The Kann (Autsaider, 2016). Como Kann, Kneel, protagonista que da título a su nueva novela gráfica, acogerá con gusto la violencia más gore para sacrificarse por alguien o algo. En este caso, por la no-emperatriz Kim Tarleen, a la que ama. Puchalski sigue la estela del desaparecido Kentaro Miura, autor de Bersek, y nos entrega un cómic muy épico cercano al manga que supura ultraviolencia por todos sus poros. Publica Inuit, el sello editorial indie maño del guionista Javier Marquina.