Póquer femenino con as en la manga en los Premios 42

Anoche se fallaron los premios del fantástico Festival 42.

Ganadores del festival 42. Icub

Texto: Milo J. Krmpotic

 

Ha querido el azar (o, para el caso, los hados, las moiras o cualquier otra encarnación imaginaria de los caprichos del destino) que en una de las dos mesas redondas que me han invitado a moderar en la edición de este año del 42, el Festival de Géneros Fantásticos de Barcelona, coincidieran dos de sus flamantes ganadoras: la cubana Elaine Vilar Madruga, mejor obra original por El cielo de la selva (Lava), y la salmantina Beatriz Alcaná, premio revelación por Teseo en llamas (Ed del Viento). A su lado, en el palmarés en español, otras dos mujeres: Catriona Ward, mejor obra traducida por La bahía del espejo (Runas), y Patricia García-Rojo, mejor título juvenil por El verano en que llegaron los lobos (SM). Y, como Premio 42 honorífico, el gran César Mallorquí, que estos últimos años viene prodigándose sobre todo en la literatura infantil y juvenil, pero que antes se había ganado ya la consideración de ser uno de los grandes del género patrio con relatos y novelas como El coleccionista de sellos o La catedral.

 

En el momento de escribir estas líneas aún no he moderado las citadas mesas (de hecho, su preparación, con siete autores y nueve libros en total, me ha impedido pasar por las primeras jornadas del festival), pero, a falta de preguntar a Vilar Madruga y Alcaná por sus obras, puedo avanzar que El cielo de la selva es una auténtica salvajada, una fábula truculenta, carnívora y feminista con una voz poderosísima, una pesadilla frondosa y tropical de una fuerza, una elocuencia y un sentido lírico que me han retrotraído a Pedro Páramo y al Horacio Quiroga más deprimente y un poco a Manuel Puig y García Lorca, y algo al realismo mágico y… un festival pan-hispanoamericano, vamos. Pero, sobre todo, es uno de esos libros en los que pueden confluir muchas cosas, pero que a la vez saben volverse únicos y, por a priori impensables, acaban siendo indispensables. Lo malo de que sea tan potente es que a ver cómo se quita uno toda esa sangre y violencia y dolor de encima.

 

Teseo en llamas, que ya fue el XXVII Premio Ciudad de Salamanca, es un título menos incómodo, no hay en él sacrificios infantiles, ni selvas sedientas de carne humana, ni mujeres que son un lobo para otras mujeres,  pero también sabe volverse memorable con la historia de Berta, una joven no muy agraciada que, allá por 1950, logra escapar a la vida de pueblo y la violencia de sus padres gracias a su tío, que le ofrece hospedaje en su casa madrileña y trabajo en su farmacia. Pero el bienestar conduce a la rutina, y esta al aburrimiento, y este a la curiosidad, y Berta acaba abriendo puertas (literales y metafóricas) que deberían haber permanecido cerradas y que revelarán una maldición que hunde sus raíces en la Cuba colonial y en ciertas prácticas contranatura a vueltas con el tránsito entre la vida y la muerte. Alcaná demuestra aquí un pulso narrativo envidiable y una notable capacidad para hacer que los clásicos góticos-románticos de Mary Shelley, Robert Louis Stevenson, Oscar Wilde o Bram Stoker reverdezcan laureles ante el lector contemporáneo.

 

Y, antes de revelar el palmarés al completo, que en total el 42 entrega hasta diez galardones, aprovecho que tengo a Cristina Macía, la traductora de Catriona Ward, a tiro de WhatsApp para preguntarle por las bondades de La bahía del espejo: “Los lectores de Catriona Ward ya estamos prevenidos y a la espera del «giro inesperado» marca de la casa, ese que hace que encajen en su sitio todas las piezas, el que no ha faltado en ninguna novela de Ward desde Rawblood. Y da igual lo prevenido que estés y lo mucho que intentes adelantarte a la autora, porque se las arregla para meter otra vez gol, aquí con una pirueta no solo argumental, sino estilística y literaria, metaliteraria. Y nos deja con las ganas de la siguiente novela, en la que de nuevo trataremos de ser más listos que ella. Empiezo a dudar de que lo logremos algún día. Por suerte, probablemente”.

 

El Festival 42 se celebra hasta mañana, domingo día 10, en la Fábrica de creación Fabra i Coats de Barcelona. Aquí, la programación de los actos que aún se han de realizar durante estos últimos dos días, con nombres tan interesantes como Ted Chiang, Marc Pastor, Edgar Cantero, José Ovejero, Ana Merino, Manuel Vilas y, claro está, la plana mayor de los premiados:

https://www.barcelona.cat/festival42/es/programacion/programacion-42

 

Palmarés:

 

Mejor obra original en español: El cielo de la selva (Lava), de Elaine Vilar Madruga.

Mejor obra traducida al español: La bahía del espejo (Runas), de Catriona Ward, con traducción de Cristina Macía.

Premio Revelación en español: Beatriz Alcaná por Teseo en llamas (Ediciones del Viento).

Premio Alba 42 a la mejor obra juvenil en español: El verano en que llegaron los lobos (SM), de Patricia García-Rojo.

Premio 42 honorífico: César Mallorquí.

 

Mejor obra original en catalán: Sota el fang (La Magrana), de Joan Roca.

Mejor obra traducida al catalán: Pregària per als tímids com els arbres (Mai Més), de Becky Chambers, con traducción de Anna Llisterri.

Mejor clásico traducido al catalán: La paret (Angle), de Marien Haushofer, con traducción de Carlota Gurt.

Premio Alba 42 a la mejor obra juvenil en catalán: Sota la cendra (Obscura), de Mireia Lleó.

Premio Revelación en catalán: Edgar Cotes por Un Àngel Cruel (Spècula).