Ponga un Dicker en su vida
El escritor suizo Joël Dicker, que se dio a conocer con su exitosa novela “La verdad sobre el caso Harry Quebert” , vuelve al territorio thriller con “Un animal salvaje”.
Texto: Pere SUREDA Foto: Rim RELING
Con la irrupción hace ya más de diez años de su primera novela traducida en español, La verdad sobre el caso Harry Quebert (Alfaguara 2013) Joël Dicker nos sorprendió a todos, o a muchos/as lectores. Venía precedida del Premio Goncourt des Lycéens, El Gran Premio de Novela de la Academia Francesa, etc., etc. En nuestro país se leyó mucho y se suscitó en pequeño debate en torno a si era literatura o era un buen artefacto donde la trama mandaba sobre la forma. Eso fue a más con la publicación de su anterior novela, y sus posteriores. Y en general rodea a todas sus novelas.
La pregunta que yo me hago es si eso es muy importante o forma parte de un debate totalmente lícito sobre el porvenir de la novela. Pero creo que cada lector/a tiene su propia idea sobre el tema y que darle más vueltas no cambiará la forma que tiene Joël Dicker de atraparnos en la lectura de sus novelas.
Se podrá decir que unas son más potentes que otras, que es un escritor irregular, y todo lo que ustedes quieran, pero Dicker se lee como se bebe el agua fresca de un manantial. ¿Es literaria el agua fresca? Pues no lo sé, si sé que me sacia y me gusta beberla cuantas más veces mejor. Y eso es lo que me ocurre con la obra de este suizo nacido en 1985.
Mi opinión es que es un maestro de la trama y de los desenlaces imprevisibles. Sabe sorprenderte aun cuando ya estás prevenido sobre ello. Y eso, señoras y señores, no es fácil y tiene mérito. He hablado con varios escritores y escritoras vivos y publicando y más de uno me ha reconocido la dificultad que entraña escribir un “bestseller”, o un libro en el que la trama te lleva de la mano y no te importa la forma, ni te das cuenta que existe.
En el caso de esta última novela publicada me ha pasado lo mismo que en muchas, no todas, de las que ha escrito. Me la he tragado como agua fresca. Lo que me importaba durante la lectura es el qué y no el cómo. ¿Cómo reaccionará Arpad ante determinada situación? ¿Cómo se puede solucionar con verosimilitud determinada situación? ¿Hacía donde me lleva el autor? ¿Qué pretende?
Creo que pretende engatusarnos, liarnos, meternos en un rompecabezas, en un crucigrama donde las reglas las pone previamente el escritor.
Un animal salvaje me engañó ya desde el título, pues yo suponía que se podía referir a determinado personaje y me robó la cartera sin darme cuenta. Eso lo sabe hacer magistralmente Joël Dicker. Sorprenderte y dejarte con la “necesidad” de continuar la lectura para entender esa sorpresa. En esta novela utiliza mucho, y le da resultado, el arma del flashback -interrumpe una acción en curso y te remite a hechos ocurridos en el pasado- que personalmente detesto. No me gusta. Soy de los que prefieren que la novela fluya linealmente, como por ejemplo David Copperfield o Drácula o cientos de novela que no me zarandean tanto. Suelen aburrirme e irritarme esos regresos al pasado. Soy un clásico, prefiero que haya principio, nudo y desenlace. Pero Dicker sabe recompensarme para que no me irrite demasiado. Lo que revela del pasado de la historia es pertinente revelarlo cuando, y no antes ni después, él lo decide. Cuadra con la complejidad aparente de los hechos que nos va desvelando de tal forma que nos arrastra hacia un final, como siempre, imprevisible. Pero no por imprevisible menos certero, menos inverosímil, no cierra su novela con un ardid que te decepciona. Al menos en mi lectura no me ha ocurrido. Bien está lo que Joël Dicker bien acaba.
Recomiendo que lean, al menos, una de sus novelas. Creo que no les dejará indiferentes. Y también creo que puede gustarles o disgustarles, pero no les dejará indiferentes. Tendrán opinión propia sobre este joven escritor suizo que sorprende a medio mundo. Y puestos a leer una de sus novelas, Un animal salvaje es una excelente posibilidad. Contiene todo lo que Dicker sabe entregar al lector/a. Ni le sobra ni le falta.
Y le dejo al tiempo, ese juez implacable, la decisión de si es literario o no. A mí no me ha preocupado en absoluto.