«La Viena», de Paul Celan

En «Una temporada en el Danubio«, José Aníbal Campos ofrece algunas claves del porqué el poeta Paul Celan dejó Viena y se marchó a París cuando la vida en la ciudad austriaca le sonreía.

Texto: Rebeca GARCÍA NIETO

 

Fueron solo unos meses, desde diciembre de 1947 hasta junio de 1948, pero su estancia en Viena marcó en muchos sentidos a Paul Celan. Allí entabló amistades que durarían toda la vida; conoció a Ingeborg Bachmann, con quien mantendría una relación, principalmente epistolar, durante décadas; vio publicados sus primeros poemas en la revista PLAN y también las primeras reseñas. José Aníbal Campos, editor y traductor de Una temporada en el Danubio (Foro Cultural de Austria en Madrid y editorial La Moderna, 2020), siempre se preguntó por qué Celan decidió marcharse tan pronto a París si en Viena las cosas le estaban yendo razonablemente bien. Los textos que componen esta antología abordan esta cuestión desde distintos puntos de vista, y aunque no se da una respuesta directa (se trata de que el lector extraiga sus propias conclusiones), sí ofrecen algunas pistas al respecto.

La Viena que se encontró el poeta se parecía mucho a la que aparece retratada en El tercer hombre (de hecho, el libro contiene un cómic de Fidel Martínez Nadal sobre un improbable encuentro entre Celan y Graham Greene). Las cicatrices de la guerra eran todavía visibles y el país estaba en pleno proceso de desnazificación –en el libro se alude, por ejemplo, al proceso del escritor Heimito von Doderer–. Pese a ello, el antisemitismo estaba más arraigado de lo que nadie quería reconocer –también en el mundillo literario, donde los prejuicios contra los escritores no alemanes que escribían en alemán eran habituales, más aún en el caso de los escritores judíos como Celan–.

Es conocida la recepción que tuvo su lectura de Fuga de muerte ante el célebre Gruppe 47 en Niendorf en mayo de 1952. En aquella ocasión, la lectura de Celan fue comparada con la letanía de un rabino en una sinagoga, con las actuaciones del cómico Heinz Erhardt o, incluso, con los discursos de Goebbels. Pero ya antes, en la primera reseña que se publicó en el ámbito alemán sobre su poesía –y que se incluye por primera vez traducida al castellano en este libro–, los prejuicios eran apreciables.

Algunos de los textos que se recogen en este volumen están firmados por personas que conocieron al poeta de primera mano, como su amigo Milo Dor (autor de Zona internacional, una novela escrita a cuatro manos junto a Reinhard Federmann en la que Celan aparece retratado como personaje y de la que se incluyen algunos fragmentos). El libro contiene también la crónica del encuentro entre la cineasta Susanne Ayoub y Klaus Demus, el otro gran amigo de Celan en aquella época y con quien mantuvo una relación epistolar hasta el fin de sus días. En una de las cartas, Celan le escribe: “Tienes un gran dominio de la lengua, Klaus, mientras que yo lo voy perdiendo cada vez más. Pronto solo podré pensar con los huesos, si bien ya tengo algo de ejercitación en el asunto”. Esta frase, en la que despunta un pasado que nunca dejó de acechar, y en la que de algún modo asoma ya su futuro, pertenece a la última carta que le envió.

La visión más personal del poeta que ofrecen estos testimonios se complementa con aportaciones de ensayistas como Arnau Pons, uno de los mayores expertos en Celan de nuestro país, o Karl-Markus Gauss, que escribe sobre la correspondencia entre Celan y Bachmann. Tiene razón Gauss cuando dice que poemarios como El tiempo aplazado, de ella, o Amapola y memoria, de él, se entienden mejor si tenemos en cuenta las cartas que se enviaron. No hay que olvidar que la correspondencia se inició con un poema que Celan dedicó a Ingeborg (“En Egipto”). Como afirma Campos en la introducción del libro, hacen falta estudios más serios sobre esta correspondencia, “muchas veces banalizada”. Los pasadizos que hay entre las cartas y la obra de los dos poetas, por ejemplo, no han sido aún lo suficientemente explorados.

Se ha escrito tanto sobre Paul Celan que cada vez que aparece un libro sobre él cabe preguntarse hasta qué punto lo que ofrece es verdaderamente nuevo. En esta ocasión, además de nuevo, Campos ha conseguido recopilar un material muy valioso. Sin duda, los interesados en el poeta estamos de enhorabuena.