“Exorcismo», de Nuno Júdice

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La literatura y la poesía portuguesa están de luto, el poeta y catedrático de Literatura Nuno Júdice (Mexilhoeira Grande, El Algarve, 1949-Lisboa, 2024), quien desencarnó el pasado domingo, y quien fue galardonado con el XXII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, es posiblemente el poeta que mejor se pregunta y explica qué es un poema y en esa antología crítica de su obra: Devastación de sílabas (Universidad de Salamanca-Patrimonio Nacional, 2013), publicada tras el Premio citado se da buena cuenta de ello. Una acertada, lúcida y lúdica propuesta de lectura bilingüe. Eso es Devastación de sílabas, en edición, introducción y selección excelente de Pedro Serra. Es pues la revelación poética de la palabra en más de doscientas páginas muy bien traducidas por diversos autores, entre ellos José Luis Puerto. Los versos de Júdice son señeros y se dirigen al lector, como esencia que todo lo transforma, y tras la lectura de estos poemas todo se ve de otra manera: “que no caiga la noche.” Y para que esto no se produzca leamos a este poeta de grande y cualificado talento poético, quien fue enorme innovador de la poesía actual portuguesa, con todo su resplandor de temor y temblor: “Encontré el secreto, la llave de vidrio/ de las palabras que escribo; y tengo miedo”. Enrique Villagrasa

 

EXORCISMO

Una línea de sombra me trae, de nuevo, la voz

que escuché en una infancia de piedras y agua. Dentro

de ella, un huevo se ha partido como un sueño, dejando

salir secretos y serpientes. Acompaño el surco

de tinta que esconde su timbre, cuyos

tentáculos me envuelven mientras escudriño

el silencio final de la tarde. Aquí, la vida tiene

un centro, preciso como el norte polar; y

una luz de fuente brota de esa herida abstracta,

sin nombre, de cuya costra siempre viva los poetas

han arrancado sus versos. Mi lugar está

un poco más adelante, donde el sol, que aún

no ha pasado hacia el otro lado de la colina, tiñe

de rojo los campos. Respiro su bostezo

luminoso; y acecho, en el horizonte,

una fermentación de coágulos.

 

La infancia me ha dejado el dogma de la incertidumbre. He corrido

por los patios sombríos del conocimiento; he contado

cada una de las piedras que fueron cayendo,

con el tiempo, dejando a la vista el yeso

de la memoria. ¿Estaré preparado para la noche?

Entonces el musgo inicia su tela; y

los pasos se repiten con la monotonía

de un trabajo invisible. Los sigo, sin embargo,

mientras la luz me deja. La voz me ha abierto su pozo

en la brevedad de un eco; y su agua negra

me refleja un rostro cuyos ojos ciegos

no encuentran la cima. Sé que nunca han tenido

la lección de la mañana: el abecedario de las aves migratorias,

la sabia violencia del viento… Basta, no obstante, que

este otoño los párpados caigan; o que

un reflejo se deje atrapar en la red del sueño:

para que la imagen regrese con su

transparencia entera.

 

Y vuelvo a abrir la herida de donde, como

antigua fuente, corre el pus de las vocales. Echo

vinagre y ceniza en el centro de la figura:

la vid seca de la infancia. Y

la voz se calla.

 

(De la antología citada, Devastación de sílabas. El poema está traducido por José Luis Puerto.)

 

Devastación de sílabas

Nuno Júdice

Ediciones Universidad de Salamanca

347 págs. 17’10€