La transición española según el embajador estadounidense Wells Stabler

«La Transición según los Espías» (Akal) es un libro que abre nuevos enfoques para el estudio del periodo que transcurrió desde la muerte de Franco a la consumación de la democracia española. Su autor, Jorge Urdánoz Ganuza, filósofo, politólogo y jurista, lo escribió tras encontrar un artículo que le condujo a unos cables desclasificados de quien fuera el embajador estadounidense en España durante los años de la Transición, Wells Stabler.

De izda a dcha. Wells Stabler, Francisco Franco y Henry Kissinger

Texto: David VALIENTE  

 

“Durante meses buceé en la página web donde se alojaban los cables, una especie de Google Search Advanced con una herramienta de búsqueda de fácil manejo. Los cables que Stabler enviaba a Kissinger desmontan los dos relatos que explican la Transición”, comenta Jorge Urdánoz Ganuza para Librújula. Los investigadores críticos sostienen que “Adolfo Suárez manipuló el sistema electoral para obtener una ventaja significativa y conseguir una sobrerrepresentación en el Congreso, cosa que sucedió”. Por su parte, aquellos que dan por válida la versión oficial no cuestionan que el ejercicio democrático resultante fuese un pacto entre ‘los hombres del rey’ y la oposición. “Siempre me he decantado por la versión crítica, aunque debo reconocer que hay una serie de cabos sueltos que nunca llegaron a cuadrarme”, reconoce el profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Pública de Navarra, de Ciencia Política en la UNED, profesor visitante en Columbia University y en el New York University y colaborador en varios medios españoles de renombre. Gracias al descubrimiento de los cables de Stabler, “me he animado a escribir tres capítulos: uno sobre el sistema electoral, otro sobre la legalización del Partido Comunista y el tercero sobre la figura del rey”.

 

A lo largo del ensayo comenta que hay miles de cables con información reveladora sobre los años de la Transición. (De hecho, usted anima a futuros historiadores a que estudien las comunicaciones de Stabler con la Secretaría de Estado estadounidense). Entonces, ¿por qué solo ha investigado estos tres temas en concreto?

Me sentí más capaz de expresar una opinión sólida y fundamentada sobre la configuración del sistema electoral, debido a mi trayectoria académica, que ha estado enfocada en examinar la Teoría de la representatividad política, el Principio de Mayoría, los Sistemas Electorales y la Teoría de la Democracia. Por otro lado, los cables de Stabler cuestionan la versión oficial sobre la legalización del Partido Comunista, que aún enseñan a mi hijo en el instituto, y que dice que la Matanza de Atocha de 1977 motivó a Adolfo Suárez a sacar al partido de la clandestinidad y darle una oportunidad en las urnas. La reforma y las disposiciones institucionales las llevaron a cabo Suárez, Juan Carlos I y el resto de aperturistas, es decir, el último Gobierno de la dictadura, y se plasmaron en la Constitución del 78. Así que el sistema se configura no tanto por la actividad política de la oposición, como por la propia inercia heredada del régimen anterior.

 

Imagino que tendrá una opinión fundamentada sobre Wells Stabler.

No soy homosexual, pero estoy enamorado del personaje. Leyendo los cables, me di cuenta de que quien los había escrito tenía una capacidad de análisis, de síntesis, y una clarividencia sorprendente. En el libro recojo un cable (lo llamo el ‘Informe Transición’) de gran importancia porque Stabler explica el 1 de marzo de 1977, es decir, unos meses antes de las elecciones a las Cortes constituyentes, las mayorías que se formarán y que serán las encargadas de votar el texto constitucional. Él ya vaticinó que se producirían mayorías solapadas y que habría un partido de centro ganador de las elecciones, pero obligado en ciertos momentos a buscar apoyos en la derecha. Es un personaje fascinante, acertó en todo.

 

Es comprensible que Kissinger lo eligiera como embajador de una España en transición y con tanto valor geoestratégico para Washington.

No he indagado mucho sobre esa cuestión, como tampoco lo he hecho en por qué este lote de cables que comprenden desde el 1973 hasta el 1979 se desclasificó. Un profesor me dijo que se debe a que pasados un cierto tiempo el Gobierno de Estados Unidos desclasifica los documentos oficiales. Pero no tengo tan claro que haya sido por eso. Quizá, se deba a que previamente los filtró Julian Assange, y como ya circulaban en la red, decidieron hacerlos públicos.

 

Los protagonistas de la Transición acudían a parlamentar con Stabler y le contaban cada movimiento que se estaba dando en lo relacionado con la política nacional. Ellos sabían perfectamente que toda esa información iba a terminar en manos de Kissinger.

Yo creo que es una demostración clara del significado de la palabra ‘poder’ en todo su sentido. Cuando el poder funciona, no es necesario que el poderoso indique sus deseos; la gente los sabe. Sucede en las empresas: cuando un jefe tiene su autoridad bien cimentada, no anda detrás de sus empleados, sino que ellos actúan porque saben lo que se les exige. Stabler no necesitó expresar sus deseos, ya que todos los protagonistas de la Transición los conocían. Con esto pretendían ganarse el favor de Estados Unidos, una de las grandes potencias de la bipolaridad.

 

¿El sistema electoral diseñado en la Transición ha jugado en contra de la democracia?

No creo que sea acertado expresarse de un modo tan radical, pero es verdad que se pueden apreciar déficits democráticos evidentes. La dinámica institucional que ha favorecido no es para nada positiva. También considero que los casi 50 años de democracia han sido un éxito desconocido en la historia de España, y sin duda el hecho de que por primera vez en nuestra historia el sistema sea proporcional, aunque de un modo muy deficiente, tiene mucho que ver. Y deberíamos insistir en la proporcionalidad, aunque el PP y el PSOE rehúyen ese tema porque son los grandes beneficiarios del sistema y, con la herramienta de la legalidad, se pueden oponer a modificarlo. Pero, si hablamos en términos de democracia, la misma validez del voto, la misma capacidad de influir o el mismo poder a la hora de tomar decisiones colectivas son derechos fundamentales de la democracia. Por eso, todo esto es una cuestión de iliberalismo: no podemos tolerar que ciertas mayorías se opongan a la concesión de derechos tan valiosos para la ciudadanía.

 

En el año que analiza en el libro, 1976-1977, se produjeron multitud de manifestaciones ciudadanas. Sin embargo, como usted reivindica en su libro, a esa misma ciudadanía no se le ha reconocido su capacidad de lucha en los relatos históricos que han llegado a nuestros días. ¿Por qué?

El proyecto de los aperturistas tuvo mucho éxito. Juan Carlos I, Adolfo Suárez, Torcuato Fernández-Miranda y el resto idearon una reforma que la oposición avaló y a la que se sumaron. Ellos son los creadores y por ende los principales protagonistas. La población votó en las urnas, sí; pero el proyecto se construyó desde arriba y, por eso, la memoria de nuestra Transición está llena de las reuniones de los ‘hombres del rey’. Hubo violencia y muerte, pero no dejó de ser un plan organizado desde arriba y refrendado desde abajo, por la sociedad.

 

¿Qué crítica haría al papel que jugó la monarquía?

La relación de determinadas instituciones con la democracia es compleja. Estados Unidos trata de fomentar regímenes democráticos por todo el mundo, siempre y cuando las urnas no escojan a partidos muy de izquierdas. En 1973, Kissinger apoyó el golpe de Estado de Augusto Pinochet, decapitando la democracia chilena. Antepuso los intereses estadounidenses. Con nuestra monarquía sucedió algo parecido. Juan Carlos I apoyó la democracia, lo que no quiere decir que sus motivaciones fueran tan solo democráticas. De la misma manera que Estados Unidos defiende sus intereses por encima del resto de asuntos políticos, el monarca apoya el mantenimiento del sistema siempre y cuando le sirva para alcanzar sus objetivos.

 

Otro asunto que analiza en el ensayo.

Me gusta mucho esta lectura del libro; desmiente esa tesis que dice que los políticos de la Transición contaban con una altura de miras superior a los de nuestros tiempos y que solo les movía cuestiones de Estado y no de partido. Si analizamos los motivos que movían a Fraga, Cabanillas o Suárez, nos daremos cuenta de lo prosaicos que eran: la consecución pura y dura del poder. En este sentido, conviene recordar que ensalzamos a políticos que se nutrieron institucionalmente durante años en los vericuetos del funcionamiento de un régimen dictatorial.

 

De hecho, es interesante comprobar que descubren el significado de la democracia construyéndola.

El barco democrático apareció en la costa y ellos lo tomaron y aprendieron a manejarlo muy bien, no cabe duda. Sin embargo, lo hicieron porque les interesaba. Tampoco podemos simplificar diciendo que únicamente perseguían su interés. Seguramente, la mayoría de los padres de la Constitución querían un gobierno democrático, pero no debemos idealizar la situación y pensar que su lucha fue exclusivamente por la democracia. No dejaban de ser políticos que seguían la misma estela que el resto: conseguir el poder y mantenerlo una vez asentado en él.

 

¿Por qué el rey descartó a Manuel Fraga para el cargo de presidente y se decantó por Adolfo Suárez?

No está muy claro. Creo que tiene que ver con la mala sintonía personal que había entre el monarca y Fraga. Juan Carlos I detestaba que Fraga lo aleccionara y lo sermoneara; se sentía humillado. Por el contrario, Adolfo Suárez era un encantador de serpientes y tenía una buena sintonía con el rey. Por supuesto, Juan Carlos confiaba en él, lo veía como una persona muy capaz. Creo que fueron motivos de afinidad personal los que hicieron que el rey se decantara por Suárez. Esto nos muestra lo importante que es la simpatía entre dos personas en este año clave que fue 1976.

 

No obstante, Fraga creó un nuevo partido y no retiró su apoyo.

Analizo la situación desde la animosidad y la poca simpatía que se tenían ambos. Sin embargo, en el plano político, aunque Fraga rompió con Juan Carlos I y con Adolfo Suárez, y tras salirse del gobierno fundó un nuevo partido junto a viejos dinosaurios del franquismo, no se planteó la posibilidad oponerse al rey en un plano político. Es inimaginable que en sus estatutos pudiera apoyar la construcción de una República o algo similar.

 

En el cable que usted llama ‘Informe Transición’ se dice lo siguiente: “NOSOTROS SOMOS ALGO MÁS QUE ESPECTADORES QUE SIMPATIZAMOS CON TODO ESTO. NUESTRO INTERÉS EN UNA EUROPA MÁS SANA, MÁS FUERTE, MÁS COHERENTE Y DEMOCRÁTICA ESTÁN INVOLUCRADOS EN EL EXPERIMENTO ESPAÑOL” (Los cables se escriben en mayúscula).

Esta es una de las pocas veces que el embajador estadounidense dejó a un lado su imparcialidad para aportar su valoración personal y mostrar cómo le gustaría que se desarrollaran los acontecimientos. En este cable, Stabler se mostró aún más agudo que de costumbre, porque se reivindicó como sujeto activo en la Transición, demostrando su simpatía hacía el proceso. De hecho, esto fue una prolongación del apoyo de Washington, que deseó que España fuera una más en la comunidad democrática. Eso sí, siempre y cuando el Partido Comunista legalizado no obtuviera más del 7% de los votos. (Obtuvo el 10%).

 

¿Por qué los americanos no trataron de frenar la legalización del Partido Comunista? Estaban en plena Guerra Fría y empantanados en Vietnam, había mucha tensión entre ambos bloques.

Stabler no solo lo aceptó, sino que también lo aconsejó. En realidad fue una apuesta muy inteligente y no tuvo nada que ver con la democracia. Sí, el comunismo es el enemigo, pero se dieron cuenta de que, en España, eran más peligrosos en la ilegalidad que formando parte del sistema político. Es algo que también entendió Suárez, que además corrió el riesgo de ponerse en contra a los militares. Bueno, también tendríamos que analizar hasta qué punto la historiografía ha magnificado ese riesgo.

 

Es interesante ver cómo el búnker claudica en muchas prerrogativas; ellos, al fin y al cabo, tenían el poder coercitivo, podían haber frenado el proceso sin dilación.

Efectivamente, el Ejército hubiera podido tomar el poder manu militari en cualquier momento. Pero si no lo hicieron, y esto es una suposición, aún debo estudiar este tema en profundidad, es porque no contaban con la aquiescencia del rey. No la tuvieron en 1977, cuando apoyó a Suárez con la legalización del Partido Comunista, y no está claro que la tuvieran en 1981, cuando Tejero demostró que el Ejército seguía siendo golpista. Serían todo lo golpista que quisieran, pero al rey no lo depusieron. Por lo tanto, Juan Carlos I es una figura clave en este escenario. Pero, claro, me muevo en el terreno de las conjeturas.

 

¿Considera que tuvo sentido como se hicieron las cosas durante la Transición?

Las transiciones políticas no se hacen siguiendo el modelo teórico recogido en uno u en otro libro, sino que se desarrollan en consonancia con las herramientas disponibles y como buenamente se puede. En el caso concreto de la Transición española, bajo mi punto de vista, no es tan modélica si la comparamos con las transiciones de Grecia y de Portugal. Se ha creado y extendido un mito asumido tanto por la derecha como por la izquierda, y han caído en el autoengaño. A pesar de todo, si la pregunta es: ¿estuvo bien o mal? No tengo ninguna duda en afirmar que estuvo bien, ya que esa transición nos permitió abandonar una dictadura de 40 años e iniciar un camino democrático, y esto es algo que siempre merece celebración. Quizás en democracia nunca seremos capaces de valorar el sistema que tenemos. Se hizo lo que se pudo y estuvo bien.

 

En la actualidad, hay movimientos que exigen reformar de arriba a abajo la Constitución del 78. Según está estructurada, ¿existe la posibilidad de modificar el texto?

A día de hoy, es imposible y más con la correlación de fuerzas actual. El 15M, pero sobre todo los años que van de 2015 a 2020, se abrió una ventana de oportunidad para el cambio. Sin embargo, ahora nos encontramos en un ciclo regresivo y apostillaría que no es el momento más indicado para reformar la Constitución del 78. De hecho, creo que hasta es mejor dejarla así, con sus defectos y sus virtudes. La Constitución dice que España es un Estado social, cosa que se nos suele olvidar y que debemos recordar porque nos dice que conformamos una sociedad con individuos que tienen obligaciones mutuas.

 

¿Por qué no sería el momento de iniciar reformas?

La derecha está ganando peso y no solo en Europa, sino en el mundo entero. Una reforma de la Constitución podría conducirnos a un modelo más restrictivo, debido a la derogación de algunos artículos que defienden derechos sociales y que no gustan a todo el espectro político.